“Estados Unidos parecen destinados por la providencia
para plagar la América de miseria
a nombre de la libertad”
Simón Bolívar
Como estudioso de las relaciones internacionales, trato de entender el momento actual signado en lo general por la crisis mundial del capitalismo y en lo particular por el cambio de gobierno en Estados Unidos, me pregunto, ¿por qué Fidel con su infinita sabiduría le ha dedicado sus últimas 5 reflexiones al cambio de gobierno en la potencia del norte?
Es evidente que la transición de un gobierno a otro en Estados Unidos ha significado un importante cambio de forma en su manejo internacional, pero es sumamente peligroso suponer que es posible que exista “un imperialismo bueno”.
La lucha por la paz y la democracia no nos puede llevar al desarme político e ideológico frente a un imperio que pareciera estar a la defensiva como fiera herida en su crisis, pero que no ha alterado un ápice su voluntad guerrerista y agresiva. No podemos confiarnos en un régimen que avala y apoya la agresión sionista a Gaza, que pretende sacar sus soldados de Irak…sólo para mandarlos a Afganistán, que mantiene su belicosa política contra Venezuela manifestada en la reciente realización de una reunión en la que participaron funcionarios del gobierno de Estados Unidos y representantes de la derecha fascista venezolana en una base militar de Estados Unidos en Puerto Rico o la decisión de cerrar las ilegales cárceles de la base militar de Guantánamo, pero no devolver a su legítimo dueño el territorio usurpado por la fuerza al pueblo cubano.
Hurgo en la historia de la que aparentemente Obama se nutre, -ese es un cambio evidente, hoy no nos enfrentamos ahora a un troglodita como Bush- para entender más allá de su comportamiento global qué depara a los nuestramericanos, el gobierno de Obama y cuál pueda ser su política hacia América Latina.
Ahí están los antecedentes para decirnos que en un momento similar a éste en la historia de la potencia del norte, el sistema imperial actuó de la misma manera. Después de los gobiernos ultra reaccionarios de Harding, Coolidge y Hoover de 1921 a 1933, que significaron para América Latina un período de permanente intervención imperialista en lo militar, financiero y político y la consolidación de Estados Unidos como potencia económica dominante en la región, después de desplazar de manera definitiva a Gran Bretaña en ese rol.
Sin embargo, esta etapa concluyó con la gran crisis económica mundial que se inició en 1929. Igual que ahora el sistema recurrió a un demócrata para paliar la crisis, igual que ahora el sistema recurrió a medidas urgentes para “parchar” al capitalismo, darle un respiro a la economía que le permitiera recibir un oxígeno salvador en momentos en que surgía en Europa otro imperialismo, éste arropado bajo ideas nazi, fascistas y falangistas en Alemania, Italia y España lo cual amenazaba su condición de primera potencia mundial.
No es primera vez que ocurre que un presidente demócrata de Estados Unidos, asume la responsabilidad de salvar a su país en tiempos de crisis. Franklin Delano Roosevelt (FDR) elegido en 1932, aupado por las recomendaciones de John Maynard Keynes, impuso el control transitorio del Estado sobre la economía e inyectó grandes cantidades de recursos provenientes de las finanzas públicas para salvar a la economía privada, que es lo mismo que salvar al sistema capitalista de la bancarrota causada por una voracidad insaciable de la gran empresa, mecanismo propio de su etapa imperialista. Esa política que se llamó del “Nuevo Trato” anuló las luchas obreras y populares y de sectores progresistas que bajo la idea de salvar la nación, -sin darse cuenta que eso significaba salvar al sistema- se agruparon y dieron su apoyo a Roosevelt. Cualquier similitud con la actualidad no es mera coincidencia
Para América Latina Roosevelt diseñó la política del “Buen Vecino”. La agresividad imperial de Harding, Coolidge y Hoover no era viable en el “patio trasero” si se quería resolver la angustiosa crisis interna. En ese marco, retiró las fuerzas militares que permanecían en Haití desde 1915, eliminó la Enmienda Platt de la Constitución cubana, mediante la cual se legalizaba su poder de intervención militar y política en los asuntos internos de ese país. Así mismo Roosevelt evitó confrontarse con el gobierno progresista del General Lázaro Cárdenas en México a pesar de las importantes medidas revolucionarias que se tomaron durante su gobierno que incluyó la nacionalización de la industria petrolera. Otras medidas de carácter similar se tomaron en el marco del Buen Vecino frente a conflictos surgidos en diferentes latitudes de la región y en los cuales Estados Unidos actuaba como “arbitro” interesado en mantener su hegemonía. Así fue durante la Guerra del Chaco entre empresas petroleras transnacionales que involucraron en una lucha fratricida a Bolivia y Paraguay y durante la guerra peruano-ecuatoriana de la década del 30.
Sin embargo, todo esto no significó que Estados Unidos no mantuviera excelentes relaciones con los gobiernos dictatoriales, represivos y tiránicos de Trujillo en República Dominicana, Batista en Cuba y Somoza en Nicaragua que se establecieron en estos años. De Roosevelt es la famosa frase “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Hoy, ante otra crisis del capitalismo en Estados Unidos asistimos a una nueva política del Buen Vecino. Fidel ha dicho que Obama con razón admira al presidente Lincoln, pero también admira y sigue las ideas de Roosevelt, en particular en lo que a América Latina se refiere y en la política a seguir.
En un discurso realizado nada menos que ante la Fundación Cubano-Americana, recalcitrante órgano de la mafia terrorista cubana de la Florida, el 23 de mayo del año pasado en plena campaña electoral, Obama recordó a Roosevelt y su discurso “La renovación del liderato de Estados Unidos en las Américas” pronunciado el 6 de enero de 1941, que vislumbraba su idea del mundo de la posguerra y en el cual esbozó su propuesta de las 4 libertades. El analista Tom Barry1 del Center for International Policy de Washington al valorar lo que llama “una forma grata de empezar a renovar las relaciones entre América Latina y EEUU” dice, sin embargo que el mismo debió producirse a partir del discurso de FDR en 1933 cuando lanzó su idea del “Buen Vecino”. El propio estudioso estadounidense afirma que esta política ofrecería “un antídoto muy oportuno a la política exterior de Bush de arrogancia y poder”.
Creo que vale la pena leer textualmente lo que escribe este investigador estadounidense. Cada palabra y el conjunto no tienen precio, “En gran medida, la responsabilidad para asegurar las cuatro libertades en América Latina no recae en los Estados Unidos si no en los países de América Latina y el Caribe en sí. Con demasiada frecuencia en el pasado, las promesas de Estados Unidos de apoyar la "libertad" y el desarrollo en la región han resultado codiciosas y han impedido el desarrollo propio de la región”. “No cabe duda de que hubo deficiencias e inconsistencias mayores en la política del buen vecino de FDR...” Imagino que algunas de esas deficiencias e inconsistencias fueron el apoyo a los dictadores que masacraban a sus pueblos bajo la mirada cómplice del gobierno estadounidense.
Continúa -no creo que con mala intención- el analista del Center for International Policy, “…pero la ética que definió la política—respetar al vecino y a sí mismo, cooperar para resolver problemas comunes, y dejar que los vecinos determinen su propio desarrollo—debe ser acogida una vez más por el gobierno de Estados Unidos. Una política del buen vecino renovada y puesta al día serviría de mucho para fomentar el desarrollo político y económico a través de la región”.
Esto es escrito –tal vez con la mejor voluntad- desde el norte, pero visto desde el sur “ la ética que definió la política” fue la de salvar –al igual que ahora- al capitalismo, tener asegurado su patio trasero cuando Estados Unidos entraba la guerra y sobre todo tener el abastecimiento necesario de materias primas vitales para la misma.
Continúa Barry, “En su documento de fundación, los Progresistas por Obama declararon: "Necesitamos volver a la política del Buen Vecino de Franklin D. Roosevelt en la década de 1930, la cual rechazaba la intervención militar Yankee y aceptaba el derecho de México de nacionalizar su petróleo ante la oposición de la industria".
Nótese, es bueno repetirlo textualmente “… aceptaba el derecho de México de nacionalizar su petróleo ante la oposición de la industria", como si Estados Unidos y sobre todo la “industria” que no es otra cosa que las grandes transnacionales energéticas, tuvieran que aceptar o no las decisiones soberanas del pueblo mexicano y de un presidente valiente como el General Lázaro Cárdenas para evitar seguir siendo expoliados.
A continuación viene la receta contemporánea de este buen analista de Washington, que interpreta a su presidente, pero que no puede interpretar lo que está pasando hoy en Nuestra América “Obama definitivamente reconoce que hace falta un cambio dramático en la política de EEUU hacia América Latina. "Es hora para una nueva alianza de las Américas", dijo. "Después de ocho años de las políticas fracasadas del pasado, necesitamos un nuevo liderato para el futuro. Después de décadas de presión para reformas por parte de las altas esferas hacia la base, necesitamos una agenda que avance la democracia, la seguridad y la oportunidad desde abajo hacia arriba. Así es que mi política hacia las Américas estará guiada por el principio sencillo de que lo que es bueno para los pueblos de las Américas es bueno para los Estados Unidos".
Aunque acierta al hablar de las Américas en plural , porque hay dos Américas, la del norte, anglosajona, imperialista, racista y expoliadora que no es Nuestra América , la que convive al sur del Río Bravo, por los confines del Mar Caribe y hasta la Patagonia, diversa y múltiple como la visualizó Bolívar en la “Carta de Jamaica” La de la OEA que no es la del Grupo de Río que puede resolver sus problemas sin injerencias de potencia alguna, la que se reúne a orillas del Potomac o la que se reúne en Salvador de Bahía, la que sustenta el panamericanismo hegemónico dirigido desde Washington y la que funda sus bases en la equidad y en la comprensión de las asimetrías porque tiene su corazón en la profundidad de nuestros pueblos originarios, de los mestizos y los negros.
Coincidimos con el presidente Obama con que “ lo que es bueno para los pueblos de las Américas es bueno para los Estados Unidos". Nos alegramos que piense así, nos complacemos con su reconocimiento de que nuestros pueblos y gobiernos no son una amenaza para Estados Unidos, pero no debemos olvidar que el Libertador nos alertó “Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad”
Continuamos con Tom Barry…” Mientras que nos agrada grandemente escuchar hablar de alianzas y políticas "desde abajo hacia arriba", dista todavía de un compromiso a la autodeterminación y el respeto mutuo”. Digna de elogio la observación del analista estadounidense. Prosigue…” Al mismo tiempo que Obama estaba promoviendo una alianza y ser socios, señaló que la alianza lo más seguro fuese con sólo algunos países—incluyendo a México, Colombia y Brasil—mientras que otras naciones que han adoptado políticas de izquierda—incluyendo a Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador—lo más seguro que no formen parte como miembros de esta "nueva alianza de las Américas". Estados Unidos y el Presidente Obama insisten en la vieja política de las potencias “divide y vencerás” Este párrafo es el más importante del artículo que examinamos porque en él se centrará toda la política de Obama para América Latina, cual es establecer diferencias –que existen- entre los países de Nuestra América, para poner el énfasis en ellas, dividirnos y paralizar el avasallador proceso de integración que viven nuestros pueblos al margen de la opinión y mucho menos de la decisión de Washington.
Barry recurre a un especialista, también estadounidense, Forrest Hylton para reafirmar sus puntos de vista. Éste, -como verán- es mucho más incisivo y llega al fondo del asunto sin remilgos de ningún tipo,"Para decir la verdad, el mejor momento para reconsiderar la política de EEUU hacia América Latina antes de que sea demasiado tarde es ahora mismo. Esta es la hora de introducir algo como una versión renovada de la política del buen vecino. Sin embargo, cuando Obama plantea casi explícitamente la interrogante de quién perdió a América Latina, él contesta su propia pregunta con una serie de posiciones derechistas que son, vamos a decir, más conservadoras que las del Consejo sobre las Relaciones Exteriores, el cual representa el consenso con respecto a la política exterior estadounidense establecida". Contundente opinión, manifestada por quien presentan como un especialista sobre América Latina, debe quedar claro que no es una reflexión de Fidel Castro.
Cerramos el estudio de Barry sobre el discurso de Obama con sus propias palabras, “… Está claro que Obama todavía está aprendiendo sobre América Latina, una región a la cual él nunca ha viajado. Le ha dado el nombre a su política hacia América Latina "Una Nueva Asociación para las Américas". Aunque esto sin duda rompe retóricamente con una larga tradición de política hegemónica, Obama se verá enfrentado a muchos retos si Estados Unidos pretende ser respetado como un socio regional. Como presidente no se espera que Obama alabe o apoye a gobiernos y movimientos populares con los cuales el gobierno de EEUU tiene diferencias mayores, pero va a necesitar tratarlos como naciones soberanas que tienen el derecho a establecer su propio rumbo. Su intento de ganar puntos políticos en su discurso ante la Fundación Nacional Cubano Americana en Miami con sus críticas de Venezuela y Cuba no fue una manera auspiciosa de empezar su plan para establecer una nueva alianza o asociación regional. El enfoque ideológico del discurso en la "libertad" hizo eco con la retórica fulminante de la propia administración Bush acerca de la libertad política e hizo poco para diferenciar el planteamiento de Obama para un "nuevo liderato". Un compromiso hacia el respeto mutuo, la autodeterminación y la cooperación llevaría a Obama mucho más lejos en fomentar una asociación para las Américas”.
Estudiar el discurso de Obama, uno de los documentos conocidos más explícitos respecto a su política hacia la región y hacerlo a través de la lupa de dos expertos estadounidenses dan luces claras respecto a lo que debemos esperar de esta nueva administración de Estados Unidos. Se podrá rebatir estas ideas diciendo, que fueron emitidas en medio de la campaña electoral y en un escenario donde debía asumir posiciones de derecha para agradar a los asistentes, pero la investigación acerca de sus propuestas en esta materia nos permite decir que no hay nada más contundente que lo que ahí manifestó, salvo decir que no somos una prioridad para su gobierno. Conviene, sin embargo, a la luz de ésta y otras ideas sueltas expresadas en diferentes discursos, aventurar algunos elementos de lo que podría ser su propuesta para relacionarse con nuestra región.
Estados Unidos y la administración Obama se plantea tener en su agenda a Brasil como tema prioritario respecto de América Latina, y otros sobre los cuales va a dar seguimiento por las repercusiones que tienen en la dinámica nacional.
El nuevo gobierno de Estados Unidos necesita “oxígeno” político internacional –al igual que lo necesito FDR- para enfrentar la crisis financiera interna que amenaza la estabilidad económica del país. Sin embargo, no debe ni puede, abandonar sus responsabilidades como primera potencia mundial, sobre todo en su espacio inmediato y con sus vecinos más próximos.
La debilidad interna de México y de su economía casi totalmente dependiente de Estados Unidos, ha dejado a Brasil como única potencia subregional capaz de producir acciones económicas y políticas que aceleren el proceso de integración en el continente. La propuesta brasileña de crear un Consejo de Defensa Sudamericano, la reciente convocatoria de una Cumbre de América Latina y el Caribe, y su papel cada vez más protagónico en la arena internacional tanto desde el punto de vista político como económico se enmarcan en la idea de ejercer un liderazgo continental frente a Estados Unidos. El tamaño de su economía, su población y extensión territorial potencian esa posibilidad.
Visto de esa manera, Estados Unidos hará todo lo que esté a su alcance para que ese potencial de liderazgo se ejerza con Estados Unidos, no contra Estados Unidos. Las mutuas loas de ambos mandatarios después del triunfo electoral del estadounidense apuntan en esa dirección, a pesar de las recientes críticas brasileñas a las medidas proteccionistas del gigante del norte que afectan las exportaciones de acero del país amazónico y frente a lo cual el gobierno de Lula expresó una protesta sin destemplanzas de ningún tipo.
Estados Unidos apoyará a Brasil en su intención de entrar al Consejo de Seguridad de la ONU, trabajará para ello directamente con Itamaraty, la cual –todo el mundo sabe- mantiene una gran autonomía de acción. Deberá sopesar que el próximo año habrá elecciones en Brasil, país que estrenará nuevo presidente el 1° de enero de 2011. Lula se debate en una fuerte contradicción. La candidata con mayores posibilidades dentro del Partido de los Trabajadores, Dilma Rouseff no goza del apoyo de Lula, y éste no tiene a quien endosar su casi 70% de popularidad. Estas diferencias podrán allanar el camino a la silla presidencial al candidato de la derecha José Serra con quien Obama se entendería mejor ya que sería más proclive a acercar a su país a Estados Unidos y alejarlo del proceso de integración latinoamericano y caribeño.
Al logro de esta meta, la administración Obama pondrá sus mayores esfuerzos y en ello estará atento de la situación en Argentina para ejercer el “debido” contrapeso sudamericano.
México es un aliado natural de Estados Unidos, la cercanía ideológica de sus gobiernos, la dependencia casi absoluta de su economía de la de su vecino del norte y la necesaria alianza para la lucha contra con los principales enemigos definidos por Estados Unidos en sus planes, vale decir, el terrorismo y el narcotráfico lo obligan a dar permanente seguimiento a la difícil situación económica y de seguridad del país azteca donde pareciera que los grandes carteles de la droga ponen en jaque la capacidad de respuesta del Estado, emulando la situación de Colombia en los años 80. Evitar que este conflicto penetre sus fronteras será preocupación de primer orden de la política del nuevo presidente de Estados Unidos. Dos temas pueden tensar las relaciones, el sempiterno problema no resuelto de las migraciones y la manifiesta intención de Obama de reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Sin embargo, toda esta problemática interna de México le impide ejercer un liderazgo regional que hubiera sido deseable para la administración estadounidense.
El Caso Colombia es una “piedra en el zapato” de Estados Unidos para quien este país es su mejor y más cercano aliado en Sudamérica, sin embargo el nuevo presidente ha sido un férreo opositor a la firma del Tratado de Libre Comercio entre los dos países, lo cual deja al gobierno del presidente Uribe sin una de sus más importantes banderas de cara a la prolongación -con él o sin él- de su liderazgo de derecha. Ni el apoyo del Presidente Calderón, ni de la ultra derecha fascista internacional encabezada por los ex presidentes de España, José María Aznar y de México, Vicente Fox han podido – al parecer- cambiar la postura del Partido Demócrata de Estados Unidos. Queda pendiente por saber si Obama seguirá financiando a través del Plan Colombia la guerra sucia del gobierno de Uribe. En cualquier caso, la orfandad del presidente colombiano en el continente es patente en cualquier escenario internacional y parece poco probable que Estados Unidos pueda hacer algo por cambiarlo.
Cuba, dejo de ser hace muchas décadas un tema de carácter internacional para Estados Unidos, se inserta en las lógicas de la política interna y hasta de la política local de la Florida, estado que aporta una de la mayor cantidad de electores en los procesos comiciales del país. En ese sentido, Obama debe considerar –a pesar de su discurso ultrarreaccionario en septiembre en el seno de la Fundación Cubano Americana- que la Florida votó demócrata por primera vez y que las nuevas generaciones del exilio cubano parecieran querer un cambio en la política hacia Cuba. Sin embargo, lo que ha expuesto el discurso de Obama es la la falta de coherencia y la adaptación oportunista al escenario en el que se encuentra. El nuevo presidente cubano, Raúl Castro ha mandado varios mensajes públicos a Estados Unidos sin recibir respuestas positivas. El cese del bloqueo y la liberación de los 5 patriotas antiterroristas cubanos presos injustamente en cárceles imperiales son puntos de honor de Cuba que Estados Unidos tendrá que considerar si quiere cambiar –al menos- su forma de relacionarse con la isla antillana. No parece probable que un presidente demócrata -si no transforma esa ambigüedad que los caracteriza- acceda a conversar con Cuba de igual a igual aunque sea hora de hacerlo en su propio beneficio como nación, antes de mirar hacia la Florida para tomar decisiones, toda vez que se han descubierto importantes reservas de petróleo en la isla y hay interés de empresas estadounidenses en su explotación además de un creciente número de compañías que desean participar en el comercio de productos agrícolas y alimenticios con la isla.
Venezuela no es un país grande. Su poder radica en su gran potencial como productor energía y su gigantesca reserva moral, heredada de los principios bolivarianos, que ha llevado a poner ese potencial económico al servicio de la independencia económica de su pueblo de los pueblos de Nuestra América y de otras regiones del mundo. En el lenguaje del imperio eso se llama terrorismo.
A pesar que sus asesores han recomendado prudencia a Obama en su relación con el presidente Chávez, el gobernante estadounidense ha sido particularmente agresivo con el gobierno bolivariano y parece no haber cambiado la política de su antecesor cuando ya durante su mandato, se organizó –como dijimos al comienzo- una reunión secreta en una base militar de Estados Unidos en el territorio ocupado de Puerto Rico en la que participaron altos funcionarios de gobierno con dirigentes de la derecha fascista venezolana encaminada a diseñar y financiar planes de desestabilización de un gobierno democráticamente elegido.
No sabemos cuánto va a durar la crisis, ni cuánto pueda golpear la economía, tampoco cuánto avance la pobreza en estos años, ni cuánta inestabilidad ella genere. Lo cierto es que la historia está allí para hacernos saber lo que si se hizo en otros tiempos.
En condiciones similares a las de hoy, Estados Unidos trajo un presidente demócrata -que no era negro-, pero igual que éste, se propuso salvar su país y la historia nos señala con prístina transparencia lo que ocurrió al fin de la crisis. La Política del Buen Vecino fue sustituida cuando “ya no servíamos” a los intereses imperiales al terminar la segunda guerra mundial y un nuevo fantasma recorría el mundo, “el fantasma del comunismo”.
Hoy Estados Unidos ha inventado nuevos fantasmas, todos creados por su política imperial de exclusión, agresión y ultraje contra nuestros pueblos, así, diseñarán una nueva “guerra fría” cuando termine el Buen Vecino en su segunda edición porque no hay imperio bueno y ser negro no es garantía de nada. Más allá de un bonito discurso, Obama aún tiene que demostrar si será un negro como Colin Powell y Condoleezza Rice o como Martin Luther King, quien tenía un sueño.
Nosotros, en Nuestra América también teníamos un sueño, sólo que se transformó en proyecto y hoy comienza a ser realidad y no hay imperio que pueda impedirlo.
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