Con un retardo de 20 años, después de la caída del Muro de Berlín, del derrumbe del campo socialista europeo, del desplome de la URSS, finalmente el pueblo salvadoreño y su vanguardia política, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) logró accesar al poder político, al gobierno del Estado salvadoreño, en la figura del dirigente Mauricio Funes mediante la participación en un proceso electoral construido a la hechura de los intereses de la oligarquía salvadoreña y sus amos imperialistas yanquis. Así estaría de descompuesta la sociedad salvadoreña y sus clases gobernantes que con sus mismas herramientas, finalmente pudo derrotarlas el movimiento popular y revolucionario y el tenaz y consecuente FMLN.
La victoria militar de las guerrillas salvadoreñas se inclinaba, en el período final de la guerra revolucionaria, a su favor cuando se producen los terribles sucesos en la Europa oriental y aquel terremoto de la debacle del campos socialista europeo y el derrumbe de la URSS, estremece y afecta todo el campo revolucionario mundial; se rompe el equilibrio de los dos sistemas, la balanza se inclina peligrosamente a favor del capitalismo, sobre todo del más perverso, del capital imperialista norteamericano y del brutal gobierno de Reagan y Bush, padre.
Cuba, la Meca de la revolución latinoamericana se queda sin aliados, sin mercados, sin ningún tipo de apoyo que había tenido durante 25 años ininterrumpidos por la URSS y el CAME, y se ve obligada, por la presión de aquellos terribles sucesos, a prestarle una atención prioritaria a la situación interna y a preparar al heroico pueblo cubano para el terrible y duro período especial, la etapa más dura por la que ha tenido que atravesar pueblo alguno en América Latina cuando, de la noche a la mañana, se le derrumba su economía y estandarte de vida alcanzado.
El imperio, dirigido por el sicópata Ronald Reagan y lo más reaccionario y retardatario de aquel gobierno republicano de halcones criminales, llevando su política de guerra fría a extremos demenciales, ya tiene atenazado al sandinismo en una guerra interna de desgaste con la organización, entrenamiento y mantenimiento de un ejército guerrillero contrarrevolucionario, mercenario, infiltrado desde Costa Rica, y Nicaragua, prácticamente sola, resiste a duras penas una guerra de desgaste, cruel, perversa, donde la oligarquía nicaragüense y el imperialismo norteamericano se juegan el todo por el todo para destruir el proceso revolucionario que venció, con las armas en la mano, la criminal dinastía de los Somoza, hechura yanqui, de la United Fruit Company, dueña de las mejores tierras de Nicaragua.
No destruido ni desmontado por el gobierno sandinista el aparato burgués erigido por la burguesía nicaragüense y el imperialismo durante décadas; agobiado el poder popular por los errores cometidos por la dirigencia sandinista, más sus contradicciones internas y públicos enfrentamientos; con una guerra interna que asesinaba a mansalva a campesinos y soldados revolucionarios; paralizado el aparato productivo, el sandinismo participa en un proceso electoral donde la mayoría popular se inclina a favor de una insignificante líder derechista como lo era Violeta Chamorro, representante de la burguesía nicaragüense y carta del imperialismo para contener la permanencia sandinista en el poder, pero con un brutal apoyo mediático, una atroz campaña sucia contra el sandinismo. No pudo el sandinismo, con todo el peso de su prestigio y el tremendo aporte que le había hecho a Nicaragua con su victoria sobre el aparato militar somocista, en una guerra popular de impecable concepción y de indiscutible apoyo popular, derrotar aquella guerra mediática y el aparato electoral fraudulento y manipulado montado por la oligarquía y el imperialismo. La derrota del sandinismo, en el marco de aquella hecatombe revolucionaria mundial, afectaba de manera directa al movimiento revolucionario armado salvadoreño.
El movimiento revolucionario salvadoreño también se queda solo como consecuencia de aquella debacle, y con la victoria a las puertas de las próximas batallas que ya anunciaban la victoria definitiva, se ve obligado, forzado, a negociar en los Acuerdos de Esquipula, el cese de la lucha armada y deponer las armas. Pero no fue una entrega humillante, como ocurrió en Venezuela en los 60, cuando la dirigencia revolucionaria entregó la lucha a la derecha y dejó a su suerte a miles de combatientes y militantes revolucionarios, para, como ocurrió durante el gobierno del comandante Chávez, ver a aquellos que traicionaron la lucha, se rajaron, destruyeron al PCV, los Pompeyo Márquez, Teodoro Pettkof, Américo Martín y muchos más, elaborando y participando en estrategias golpistas y terroristas contra la revolución bolivariana, enemigos de la revolución cubana.
Y los Acuerdos de Esquipulas, con la presencia internacional, pudieron lo que no logró el imperialismo yanqui en su guerra contra el FMLN, acallar las armas, arrebatarle momentáneamente la victoria a las guerrillas salvadoreñas, pero conservando ésta su estructura política, actuando dentro de la legalidad burguesa, participando en los procesos electorales, acumulando fuerzas, haciendo un intenso trabajo social, organizando las bases populares, preparándose para alcanzar el poder político y, desde éste, impulsar un programa de profundas transformaciones para la nación salvadoreña y sacar a su pueblo de aquella terrible pobreza en la que está sumido por la voracidad de una oligarquía cruel, fascista, asesina, insensible, doblegada en términos absolutos a los dictados de sus amos, los gobernantes norteamericanos.
¿CONTRA QUIENES GANARON LOS REVOLUCIONARIOS DEL FMLN?
Si algún proceso liberador fue extremadamente cruel y duro esa fue la lucha del pueblo salvadoreño y su vanguardia revolucionaria, el FMLN. En los anales de las luchas populares y revolucionarias de América en la segunda mitad del siglo XX hay que ver con admiración y asombro la capacidad política, la visión estratégica y la aplicación de las teorías de la guerra popular revolucionaria a una extensión de tierra tan pequeña como lo es la geografía salvadoreña. Allí se rompieron todos los esquemas y se demostraron verdades que sorprendieron a los amigos y aliados y al enemigo imperialista que asumió para sí, con tenacidad digna de mejor causa, la defensa de una de las burguesías más torpes y corruptas del continente, latifundistas, agiotistas, militares asesinos, comerciantes y contrabandistas.
Todo el aparato militar del Pentágono, de la CIA y demás organismos paramilitares y de inteligencia yanquis, no sólo se instalaron en El Salvador, lo tomaron por asalto, lo convirtieron en una inmensa base militar donde operaba la canalla terrorista cubano-mayamera dirigida por el archi criminal y genocida Luis Posada Carriles. Contra Nicaragua, Cuba, el movimiento popular armado de Guatemala y del Salvador mismo. Un ejército de asesinos, de bandas terroristas paramilitares dirigidas por un monstruoso personaje de nombre Roberto D’Aubuisson, al que erigieron en líder de los escuadrones de la muerte; los mismos que asesinaron el aguerrido y noble monseñor Arnulfo Romero, a monjas, curas, grupos seglares por su labor a favor del pueblo pobre de los barrios y campos salvadoreños con la prédica de la iglesia de los pobres que pregonaba la Teología de la Liberación.
El Salvador fue el laboratorio de experimentación de armas recién fabricadas, de técnicas de terrorismo, de torturas y crueldades inimaginables, campo de entrenamiento de militares de los ejércitos latinoamericanos en tácticas de contra insurgencia y guerras de baja intensidad. Manuales de tortura, espionaje, trasiego de armas producto del intercambio de drogas, actividades clandestinas de todo género. Todo, absolutamente todo se experimentó o hizo en suelo salvadoreño. Gobiernos venezolanos como el del socialcristiano Luis Herrera Campins tuvieron activa ingerencia y participación en contra de aquella lucha del pueblo salvadoreño por su dignidad y derecho a una vida y a un mundo mejor. Personajes como el conocido director del infame y golpista programa ‘Aló Ciudadano’, conocido con el remoquete de “El matacuras”, es de triste recordación, porque cuando asesinaron al monseñor Romero, siendo él funcionario diplomático de la Embajada de Venezuela en El Salvador, se lo señala como facilitador de información y recursos a los grupos paramilitares que llevaron a cabo aquel abominable asesinato y el de un grupo de sacerdotes. El fallecido dirigente copeyano Arístides Calvani armó en El Salvador una red de espionaje y de tráfico de armas y otros recursos para los grupos paramilitares y miembros de la policía política venezolana participaban en el entrenamiento de aquellos grupos de asesinos, incluso desde el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Contra todo ese descomunal andamiaje se enfrentó el aguerrido FMLN , y si no llegó al poder por la vía de las armas, siéndole como fue arrebatada la victoria conquistada por la vía de la lucha armada guerrillera, se preparó pacientemente durante 20 años, utilizando otras formas de lucha, las legales y pacíficas, pero sin abandonar el objetivo estratégico de la toma del poder político para, desde allí iniciar, la paulatina obra de transformar la destruida sociedad salvadoreña y abrirle a ese sufrido pueblo los cauces de la liberación y alcanzar estándares de vida que siempre le negó la oligarquía. Porque ese pueblo al votar por Mauricio Funes con la tarjeta del FMLN lo hizo por el cambio de una situación insostenible y por la esperanza de una vida mejor. Por eso Funes alcanza el triunfo en las urnas, utilizando las mismas armas y las mismas herramientas de la derecha.
La derecha fascista, heredera de la tradiciones terroristas de D’Aubuisson, de Posada Carriles, de Oliver Nort y la legión de criminales que asesinaron 75 mil salvadoreños, a duras penas aceptó su derrota en las urnas, pese a que el pueblo salvadoreño derrotó el miedo, el candidato de la extrema derecha y agente conocido de la CIA, Rodrigo Ávila, junto a él, el gris presidente Antonio Saca, y un grupo desmoralizado de sus seguidores, entonaban con voces lánguidas, estrofas del lóbrego himno de la muerte del partido ARENA, y, volviendo al pasado, a lo que atrás quedó, decían consignas como: “El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán”, y “Patria si, comunismo, no”.
Al lado de la extrema derecha fascista estuvo, como era de esperar, la basura terrorista cubano-mayamera, el aparato bushista que sigue dirigiendo buena parte de los servicios de inteligencia norteamericanos, el Pentágono, la resaca mediática yanqui; contaron igualmente con el apoyo militante de la mercenaria venezolana María Corina Machado y todo el grupo SUMATE, agencia al servicio de la CIA de quien recibe financiamiento a través de mamparas legales norteamericanas. Igualmente un torvo y oscuro personaje se instaló en San Salvador, asesorando al candidato fascista de ARENA, Alejandro Peña Exclusa, subversivo derechista venezolano, organizador de complots y planes terroristas contra Chávez.
Parafraseando a la amiga y camarada, la comandante Nidia Díaz, valerosa y digna revolucionaria salvadoreña, ni El Salvador, ni el presiente Mauricio Funes, ni el FMLN estarán solos en esta nueva etapa que comienza con el clamoroso triunfo electoral del 15 de marzo del 2009, el pueblo venezolano en revolución, el gobierno revolucionario que encabeza el camarada comandante y presidente Hugo Chávez, no sólo estarán pendientes y prestos a apoyar a ese aguerrido y bravo pueblo. Otros son los tiempos de América, otras las realidades históricas, ahora el actor principal son los pueblos de América Latina y el Caribe. El ALBA recibirá gustoso a la querida nación cuando así lo solicite el nuevo gobierno. El mapa político centroamericano de tiñó de izquierda, un viejo sueño de revolucionarios como Sandino, Fonseca Amador, Farabundo Martí, Carlos Luis Fallas y muchos que quedaron en el heroico camino de las luchas liberadoras de América, comienza a materializarse, un avance de los pueblos centroamericano y suramericanos en momentos en que el imperialismo se debilita y sufre su peor crisis económica y social, una crisis que puede ser terminal, para fortuna de los pueblos.
Sin embargo todo el aparato estatal, policial, militar, la administración conspirará para torpedear la gestión de Funes. Trampas, sabotajes, intrigas se pondrán a la orden del día. Los medios de comunicación oligarcas pasarán a la ofensiva, ya se deben estar armando conspiraciones, reagrupar a grupos terroristas para ponerlos a actuar cuando se comience a ejecutar el programa de gobierno y se toquen intereses creados de las clases dominantes. Hay que aprestarse a gobernar con dignidad y decoro, junto al pueblo y con el pueblo, pero hay que aprestarse, igualmente, a desmontar el Estado terrorista, sacar a los asesinos enquistados en los aparatos policiales y militares, crear nuevas unidades militares con los antiguos combatientes del FMLN para que las fuerzas se equilibren.
Van a gobernar con enemigos acérrimos, sin escrúpulos, asesinos, metidos desde hace 20 años dentro de la estructura gubernamental; si no se depura el aparato estatal, van a tener muchas dificultades para gobernar. Véanse en el ejemplo de Venezuela, de Bolivia, de Ecuador, de Nicaragua, cómo la derecha y las oligarquías se tornaron fascistas para defender sus privilegios.
Los alcances de la victoria del pueblo y la izquierda salvadoreña se pierden de vista. No fue derrotado un insignificante agente de la CIA con aspiraciones presidenciales, el gran derrotado es el imperio norteamericano, sus gobiernos, su maquinaria de muerte.
¡Gloria al pueblo salvadoreño y a su victoria! ¡Gloria al invencible FMLN y al presidente Funes!
(humbertocaracola@gmail.com)