Menos mal que apareciste, gran carajo, en el buen sentido dicho por Páez, a sus soldados, nos faltó estos días el látigo de tu verbo.
Sant Roz, en un monasterio pensabas acaso recluirte en la soledad en que nos hunde a veces la tristeza de la impotencia, del no poder hacer. De ese ver pasar los días sin actuar a favor de nuestras convicciones rebeldes, sin poder tomar las acciones que nos parecen justas y que debieron tomarse a favor del pueblo hondureño, y de todos los pueblos de América.
Tus amigos estábamos preocupados al no ver tus artículos en la Web de Aporrea. Secuestrado Sant Roz, que va, estabas meditando con tus panas los frailes con tus soledades y tu meditación tremebunda.
A veces los hombres nobles, deben apartarse a llorar sus soledades en la floresta, como los guerreros samurái. Veo que rumiaste aquella máxima que dice: nadie es profeta en su tierra. Ni Bolívar, ni Miranda, ni Robinson, ni Andrés Bello. Menos mal, no te quedaste como un franciscano seglar, en tu celda de clausura. Se necesita el látigo de tu verbo para que este proceso marche con más firmeza.
Leyendo tu escrito, me hiciste recordar de nuevo a tu hermano Argenis hoy muerto por culpa de la soledad en que lo acorralaron sus enemigos y la vida. Sin duda fue un gran carajo y nos dejo tantas cosas escritas, fue su regalo para los que comprendiéndolo lo apreciamos todavía.
Es Venezuela, aún con este proceso tiemblan los huesos de las calaveras “revolucionarias” y bien camufladas de oportunistas para decir la verdad, que nunca le dicen al presidente Chávez, y prefieren quedarse quietos y en silencio, pues ese es su juego macabro. Mentir, adular y jalar el mecate ahí no les tiemblan sus huesos. Eso creo que pasó siempre y eternamente en Venezuela, es ya una costumbre ancestral nuestra. Falta honestidad, y amor a la revolución, para los más es mejor adular y además es más fácil, que el expresar públicamente la verdad de lo que piensan. Esto le está haciendo mucho daño al proceso pues sin crítica revolucionaria, no hay revolución, ni nada de nada.
Pienso que andabas por España, el calor era tremendo cuarenta grados y ese ventilador, que escuchaste por tu radio el golpe de Zelayita. Aunque, para eso, que más da estar en cualquier parte. Eres algo excéntrico sin duda, de lo contrario no escribirías las cosas diciendo tus verdades y llamando al pan, pan y al vino, vino.
Ante la brutal realidad regresaste del cielo al infierno, de ver el techo de tu celda al infierno de Zelaya, a la realidad de los hechos, lo tumbaron los gorilas y los yanquis, América para los gringos aun está viva. La doctrina, del gran garrote, la del patio trasero de prostitución y latrocinio gringo. Puerto Rico expropiado, Guantánamo, las bases yanquis en Colombia, Curazao, Honduras, Ecuador, la instalación en Iquitos, (Perú), de una nueva base militar gringa en reemplazo de Manta.
Te levantaste de tu letargo Sant Roz, al pensar que, Pinochet al frente de los asesinos de pueblos aún están vivos y las sombras de: Duvalier, Trujillo, Gómez Somoza, Estroessner, Videla, y otros muchos vienen caminando de nuevo. El run, run del ventilador del cuarto te parecerían sus fantasmales pasos, los de sus pasadas masacres por tierras americanas.
No es para menos Sant Roz, te despertarías frío y sudoroso al ver que se echaron a Zelayita de un solo golpe militar, y nadie hizo nada aparte de gritar, hablar y predicar la doctrina de la paz y la no violencia. La noche de la oscuridad cubre honduras y amenaza nuestro suelo.
Una cosa queda clara una vez más la OEA, no sirve para nada. Acojonados dices bien, así quedamos todos esperando que Zelaya regresara a la presidencia, pero no lo dejaron. Eso no entraba en los planes de Obama Hussein. Si, yo eso pensaba, al día siguiente del golpe, en que unirían la acción a las palabras fatuas de la diplomacia palaciega y de lobbies. Pero no, nos quedamos esperando y el tiempo pasó, Zelaya no volvió, todo fue un tema para escribir una de esos cuentos tan realistas o de esas novelas que escribes. El regreso de Zelaya y la tragedia del pueblo hondureño. Sant Roz, el verbo es la artillería del pensamiento, a esa artillería le temen los sátrapas debes seguir escribiendo y fustigando las espaldas del sanedrín moderno, de los Pilatos del siglo XXI. De los traidores.