Ante el convenio suscrito entre los gobiernos colombiano y estadounidense para sumar cinco nuevas bases militares gringas a las tres ya existentes en sitios estratégicos del vecino país. El gobierno bolivariano de Venezuela, encabezado por el comandante Hugo Chávez Frías, tomó la dura decisión de congelar las relaciones binacionales colombo-venezolano por considerar que el susodicho pacto constituye una manifiesta amenaza a la integridad y soberanía de nuestro país, en virtud de que la intencionalidad del mismo, antes que estar dirigido, como se aduce por quienes lo defienden, a combatir el narcotráfico y a contener las fuerzas guerrilleras colombianas, está destinado a sentar las bases y a apuntalar el dispositivo estratégico que se tiene montado tendente a golpear, desestabilizar, truncar y destruir el proceso revolucionario venezolano.
La Venezuela bolivariana, rescatadora de la autonomía y la soberanía nacional, promotora del socialismo del siglo XXI, auspiciadora de la integración latinoamericana y caribeña, se ha erigido en referencia indiscutible, en ejemplo a seguir, para los pueblos Nuestroaméricanos y para los oprimidos del mundo, de allí que su existencia y proyección significa una grave amenaza para la continuidad y perpetuidad de las élites expoliadoras y privilegiadas locales, regionales y de más allá; montadas, en consecuencia, en su desaparición o extinción. No debemos tener la menor duda que esta acción destinada a la expansión militar estadounidense, en el área andina, tiene como finalidad principal atentar contra la experiencia bolivariana.
Una vez más, el santanderismo y su aliado estadounidense se aprestan a confrontar el proyecto bolivariano. Hay quienes se resisten a aprender de la historia, pero esta es tan tozuda que cada cierto tiempo se manifiesta, manteniendo la secuencia, aun cuando, claro esta, con nuevos actores en especificas circunstancias; es el signo de la lucha de clases que solo podrá ser superado cuando la humanidad entera alcance a vivir en paz y armonía consigo mismo y con la naturaleza.
Estamos ante dos proyectos históricos antagónicos, con concepciones de la vida, del mundo y de la sociedad totalmente contrapuestas. Uno que se sustenta en relaciones de explotación capitalista, que representa los intereses del gran capital y que propende a la preservación y mantenimiento de la hegemonía estadounidense a costa de la sumisión de nuestros países.
Y otro, que sintetiza los anhelos de liberación y soberanía de los pueblos, que promueve el protagonismo popular, que postula el socialismo como alternativa redentora de la humanidad, que levanta la propuesta de la multipolaridad y de la contrahegemonía cultural. Son dos perspectivas irreconciliables de concebir la vida social.
Por ello entendemos, que a partir de este episodio las relaciones oficiales entre los dos países pasan a otro plano, mucho más complejas y contradictorias pero más precisas y concretas. Como vecinos eternos ambos países están llamados a establecer, en lo inmediato, nuevas reglas de juego para normar esas relaciones. Como pueblos hermanos ya sabremos encontrar y enhebrar los vínculos que nos unen tal cual como ha venido sucediendo en el transcurso de los siglos. Y entretanto, el pueblo colombiano sabrá generar la acumulación de fuerzas necesarias que le permita enfrentar exitosamente y romper las cadenas que lo subyugan y que lo mantienen atado y sometido al imperio y a las élites privilegiadas locales colombianas.
Por nuestro lado, al pueblo venezolano bolivariano nos corresponde continuar con nuestro esfuerzo constructivo de una mejor sociedad, la sociedad socialista, defender al gobierno bolivariano, fortalecer la alianza cívico – militar, desarrollar la organización popular y revolucionaria y estrechar los lazos geopolíticos a nivel continental y mundial preparándonos cada vez para repeler los zarpazos del imperialismo y de sus acólitos locales y regionales.
(*) miguelugas@gmail.com