Hasta hace poco creímos inocentemente que el premio en homenaje al industrial sueco Alfred Nobel, instituido por él mismo en su testamento (1895) para reconocer el esfuerzo de hombres y mujeres que desde diferentes ámbitos trabajaran significativamente en pro de la humanidad durante un año, representaba un estímulo a la construcción de un mundo mejor. Hoy estamos convencidos que, al menos el referido a la Paz, es una mercancía más que se compra y vende a cualquier precio, independientemente que pueda constituirse en una exaltación a delinquir contra la humanidad.
Eso es lo que representa para nosotros el reciente Premio Nobel de la Paz-2009 otorgado a Mr. Barak Obama, el hasta hace poco desconocido y ahora nuevo Presidente de los EEUU. Es obvio que hasta el mismo galardonado confiese su sorpresa, pues él sabe que no ha hecho ni está haciendo nada por la paz mundial.
Al respecto de tan bochornoso espectáculo, queremos direccionar nuestra reflexión en dos vertientes. La primera de ellas orientada al significado que tamaña barbaridad tiene como impacto moral de la intencionalidad premiada de la realización futura, justamente en las futuras generaciones de hombres y mujeres que hoy son niños, niñas y jóvenes.
A esa generación que actualmente se encuentran en nuestras escuelas, liceos y universidades, les están diciendo que no es necesario actuar para mejorar las condiciones del medioambiente y el recalentamiento global, ni proteger a las mujeres y niños/as de la violencia, ni eliminar las hambrunas, ni mucho menos respetar a los demás pueblos, su soberanía y autodeterminación en procura de la paz, que sólo basta con tener la intención de hacerlo algún día. Se les está inculcando que no es necesario el estudio y el trabajo productivo real y consciente, pues aparentemente sólo basta con tener los contactos, el poder y el dinero suficientes para comprar jurados y… ¡premiado!
La otra vertiente la constituye el escenario político internacional, globalizado por obra y gracia de las comunicaciones y la economía mundial, pues lo que pase con el presidente del país más poderoso y armado de la tierra, indudablemente repercute en el resto del mundo. Evidentemente que es una infamia premiar hipócritamente al presidente del país más belicista del mundo, a la sociedad de la guerra, al imperio que tiene bases militares en todos los países del África, en casi toda Asia y en América Latina, salvo en Venezuela cuya soberanía constituye nuestro mayor canto a la paz. Pero el asunto no es sólo el premio que ya en otras ocasiones se entregó inmerecidamente a otros líderes estadounidenses, como el nefasto Henry Kissinger y el opaco Al Gore…
Consideramos en consecuencia que éste nuevo desliz nobélico implica una reafirmación del poderío imperial, un nuevo desafío e insulto a la paz del planeta, amén de una burla a la credibilidad de los pueblos y sus ansias por la autodeterminación y la soberanía.
Pero que ese desliz venga impuesto y justificado por el establishment es tan obvio que “se cae de maduro”, como diría la sabiduría popular. El punto está en el jolgorio cómplice e irracional que han armado los medios de comunicación privados en nuestro país, junto a los ya tradicionales opinadores de oficio y catedráticos de algunas universidades venezolanas, quienes han dado su conveniente interpretación al comentario del Comandante Fidel Castro, al reconocer en la referida distinción …“más que un premio al Presidente de Estados Unidos, una crítica a la política genocida que han seguido no pocos presidentes de ese país…”
Indiscutiblemente la intencionada miopía en materia de política interna de los pitiyanquis criollos, embobada por todo lo que provenga made in USA, obstaculiza la necesaria visión estructural, de conjunto o sistémica, que debe caracterizar a los universitarios y universitarias frente a la política internacional globalizada. En los medios informativos y predios académicos de todo el mundo, salvo en Globovisión, UCV, USB, ULA, entre otros, se cuestionó la farsa que, cual novela de poca monta, representó el Nóbel de la Paz 2009.
Nos daría risa si no fuese tan triste, el espectáculo de algunos profes explicando que en el mundo actual las intenciones proyectadas deben reconocerse para que sirvan de estímulos, mientras simultáneamente desconocen los proyectos ejecutados en su propio país a favor de una mejor calidad de vida para los sectores poblacionales históricamente más desfavorecidos. Da pena ajena cuando se burlan de los proyectos, intenciones y deseos del pueblo venezolano y su Gobierno revolucionario, por convertirnos en una potencia latinoamericana para la paz y la convivencia armónica con la Pacha Mama, mientras aplauden la novela de Obama.
Bueno… es lógico que ocurra así, pues ellos sólo quieren y viven una vida de novela…
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