El imperio capitalista es una nefasta red con ramificaciones en todos los rincones del planeta, se defiende con astucia, se reproduce, se disfraza. No es tarea fácil combatirlo, es una batalla complicada, su sustitución exige la mayor inteligencia de los revolucionarios.
Muchas son las argucias de la red imperial en el enfrentamiento con la intención revolucionaria:
Una importantísima es sembrar dudas en el campo liberador. Así como usaron la caída del campo socialista para difundir el fin de la historia, hablar del fin de la Revolución, enterrar al marxismo, ahora, usando pequeños burgueses internos, bombardean la esencia de la propuesta revolucionaria con el calificativo de dinosaurio, copia del pasado, imitación del fracaso soviético, antidemocrático, obsecados, etc.
De esta manera privan al movimiento transformador de su continuidad histórica, lo castran, lo dejan turulato, dando círculos, inventando el agua tibia, o descubriendo la redondez de la tierra. Mucho daño hacen al intento revolucionario, muchas revoluciones se han estrellado en este extravío ideológico.
Siempre la red imperial, que actúa con la misma eficacia, tanto en Washington como en Caracas, ha montado perfectas operaciones de manipulación psicológica: un buen ejemplo es la deformación de los términos comunismo, Socialismo, Trotskismo, hasta llevarlos a niveles satánicos. O la elevación a cumbres celestiales de la forma de vida gringa, que impusieron como paradigma de felicidad mundial.
La fuerza de la manipulación imperial la apreciamos en el hecho paradójico de que consiguieron constituirse ejemplo mundial, a pesar de ser el único que ha usado bombas atómicas, y además sobre objetivos civiles, de mantener en su territorio a reputados terroristas, de tener el record mundial de consumo de drogas “lícitas” e ilícitas, de amenazar al mundo con sus bases militares y sus flotas navales intervencionistas.
Pero la mayor operación de manipulación ideológica de esta época la realizan para enmascarar su culpabilidad en el desastre ecológico, y para obstaculizar las medidas para protegernos del desastre. Veamos.
Al Gore el vicepresidente gringo lo denunció: las compañías transnacionales pagan a científicos para que falsifiquen resultados que oculten el impacto ambiental del capitalismo. Al mismo tiempo, la política de los gringos sabotea cualquier intento de buscar soluciones, así lo hicieron con Kyoto y con Copenhague.
Ahora la operación, con la entrada de Hollywood y todo su arsenal audiovisual, adquiere inmensas proporciones: se produce una gran cantidad de películas, documentales, micros de televisión, que tienen la intención de trivializar el desastre ecológico. Lo hacen por la vía de convertirlo en ficción. Abundan los filmes de desastres mundiales, los documentales de supuestas amenazas a la vida, todos terroríficos, pero ninguno señala al imperio como culpable, al contrario, los culpables son desde monstruos llegados de otras galaxias, hasta el núcleo terráqueo que puede explotar, o el Sol que nos mande una llamarada. Raro que no acusan a Chávez.
Así, trivializan el peligro, evitan la acusación, siguen imperturbables su camino al infierno. Nosotros, la Revolución que los desafía debe tomar nota de su poderío, y enfrentarlos con decisión y con inteligencia.
¡Chávez es Socialismo!
¡El Socialismo es la Esperanza !