Hace poquito un tal Monseñor Diego Padrón le dio a la sin hueso y no con la verdad en principio sino como suele hablar todo cofrade de esa non sancta secta escua.
Tan viejo y embustero ese hombre, que viene, le da un tiro en la cabeza a la “verdad” y, cual malhechor, con Urosa Savino de “parrillero” se fuga en una moto hacia su guarida; nada más parecido que el símil propuesto acá.
Tiran la piedra y esconden la mano, esa es su calaña, así lo hicieron el 11 de abril de 2002 cuando Monseñor Velasco, mejor conocido con el remoquete de “Zamuro Negro”, presidía la cofradía de matones que asestó un golpe de Estado logrando derrocar al Presidente Hugo Chávez y, de paso, desatar un río rojo en las calles de Caracas, amén de llenar de odio las pantallas de sus televisoras privadas.
El semblante de ese tal Monseñor Diego Padrón destila odio y prepotencia además de un cinismo insufrible, el mismo que exhiben unos y otros de esa nefanda secta hipócrita y farisaica, parásitos felices que obviamente nunca trabajan pero comen porque martillan al Estado.
¡Supe que ellos celebraron el Día del Trabajador, vaya qué cínicos!
Y, de paso, ellos sacaron a asolear sus lenguas viperinas para echárselas de santicos pero el pueblo sabe que ellos están montados en el golpe contra la institucionalidad revolucionaria del Estado Venezolano.
Monseñor Padrón debe ir a lavarse ese paltó (quise decir, ese ropón).
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