Recientemente se filtró una información en algunas redes sociales acerca de los salarios de los militares de profesión en Venezuela, según la cual aquellos oscilan entre algunos cientos de dólares y 3000 de los verdes.
En el contexto socioeconómico que se vive en la nación suramericana, esto representa un verdadero irrespeto para el ciudadano asalariado promedio, que no devenga ni 10 dólares mensuales; inaudito que una minoría improductiva para el país y delincuencial en buena medida, obtenga ingresos muy superiores a los percibidos por millones de venezolanos bien importantes en todo ámbito, incluidos los docentes.
Es decir, los elevados beneficios económicos de los militares profesionales no corresponden a una economía en crisis como la de Venezuela, pero el asalariado común si debe conformarse con las migajas cortesía del Estado.
Claro está que los altos ingresos de los militares profesionales responden a una cuestión estratégica, en el sentido que el Estado, por naturaleza, apoya sobremanera a los militares, considerando que estos son fundamentales, por medio de la violencia legítima, para garantizar la estabilidad del Statu Quo.
De manera que no sorprende para nada que algunos personajes del ejército venezolano lleguen a percibir miles de dólares, en especial en estos tiempos de enorme molestia social; aunque ciertamente indigna teniendo en cuenta que el grueso de los trabajadores en Venezuela, mucho más útil para la sociedad que unos generales, tenientes y comandantes, por ejemplo, solo obtenga un mísero ingreso, que apenas alcanza para medio sobrevivir.