1. Llevamos casi 120 años recordando aquel primero de mayo de 1889.
Aquellos obreros masacrados por los explotadores y sanguinarios
capitalistas. Imposible dejarlos de recordar porque esos ejemplos
enraízan más nuestros sentimientos a favor de los explotados. Pero
también recordamos a los obreros mexicanos masacrados en las huelgas
magonistas de Cananea y Río Blanco en 1906 por las fuerzas militares
combinadas de yanquis y mexicanos porfiristas. Recordar es vivir, pero
también debe obligarnos a pensar en que el Primero de Mayo es un día
de combate, de protesta, de reflexión sobre el papel que debemos
cumplir como explotados y oprimidos para sepultar este sistema
capitalista que, por lo menos los últimos tres siglos, ha mantenido a
la inmensa mayoría de la población en la pobreza y la miseria. Ya no
basta con celebrar ese día, ahora es necesario transformarlo en un día
más de combate contra el sistema de opresión, reivindicando los
derechos obreros y a los oprimidos del mundo.
2. El Primero de Mayo es el día mundial del trabajo contra el capital,
el día de lucha y combate de los trabajadores contra el sistema de
explotación capitalista. Es el día que debe servir para manifestar con
mayor claridad y vehemencia la lucha de clases que, obviamente, no
puede desaparecer mientras haya clases sociales. ¿O alguien piensa que
ya no existen explotadores y explotados? Toda la izquierda del mundo
se agrupa con los obreros para conmemorar ese día contra la derecha
empresarial y gubernamental que tanto lo odia. En México los
anarquistas magonistas lo conmemoraron combativamente hasta que los
gobiernos del PRI lo incautaron aboliéndole su lado anticapitalista.
En los últimos 25 años, a pesar de que los gobiernos del PRI y el PAN
han tratado de desaparecer el recuerdo de ese día, los poquísimos
sectores obreros que salen a la calle junto a estudiantes, sectores
izquierdistas y anarquistas, lo recuerdan combativamente.
3. Hasta los años sesenta, las corrientes marxistas (leninistas,
trotskistas, espartacos, maoístas, guevaristas, todas ellas seguidores
de Marx y Lenin) pensaban que la clase obrera indudablemente sería la
vanguardia de la revolución proletaria que pondría las bases para
construir el socialismo. Los campesinos y las demás clases o sectores
oprimidos, sólo jugarían el papel de apoyo a la clase obrera. Se
repetía (o repetíamos) que la contradicción principal "antagónica",
natural, irreconciliable en el sistema capitalista, era entre el
proletariado y la burguesía, no entre pobres y ricos, campesinos y
terratenientes o entre corruptos y honrados, que eran contradicciones
secundarias. Se pensaba, de manera general, que la clase obrera, al
destruir a la burguesía como clase explotadora se destruía así misma
como clase explotada y esto llevaría a la desaparición del trabajo
asalariado y la plusvalía. Nada de eso sucedió, pero sigue presente la
idea.
4. La realidad es que el papel de vanguardia, así como de enterradora
de la burguesía explotadora, siempre se le dio a la clase obrera de la
gran industria. Marx había partido de estudios profundos de la
economía, la política, la historia en el siglo XIX y resaltaba ante su
vista ese enorme papel que jugarían los obreros (principal fuerza
productiva, creadora de la riqueza en el capitalismo de su tiempo y
las siguientes décadas) y veía que los campesinos, aunque eran el
sector más grande en número, no era el sector moderno del capitalismo
como tampoco lo eran el artesanado o el miserable marginado. Sólo la
clase obrera, que se multiplicaba en todos los países capitalistas
modernos, era la clase revolucionaria, la única que podía acabar con
la explotación reinante. No se podía pensar que serían los indígenas,
los estudiantes, las mujeres o, como hoy, los del sector terciario,
del "proletariado de cuello blanco" o de los servicios.
5. La realidad es que el capitalismo, sin dejar de ser un sistema
dividido en clases sociales, así como extremadamente injusto en la
distribución de la riqueza, sufrió gigantescas transformaciones
tecnológicas desde fines del siglo XIX y durante el XX que
recompusieron su estructura de explotación. Las grandes fábricas del
XIX se transformaron en poderosas empresas internacionales con una
tecnología que también transformó la producción. Los obreros crecieron
en número pero no en la misma gran proporción que la maquinaria y la
producción; surgieron nuevos sectores de clase (la burocracia, los
obreros de cuello blanco, los técnicos, los universitarios, los
científicos), en fin, todo un gran sector de servicios que desde los
años sesenta comenzaron a superar a la clase obrera en importancia
para el capital. La misma clase dominante (la burguesía) encontró
formas para controlar las organizaciones obreras con el fin de
encuadrarlas y dominarlas. La ideología de mediatización jugó
importante papel.
6. Los obreros del Manifiesto Comunista (1847), de El Capital (20 años
después), de la Primera Internacional y Comuna de París, son distintos
a los de la Socialdemocracia reformista de la II Internacional (1889)
o de la III Internacional 30 años después. Esta internacional de
Lenin, que luego se convertiría en la autora de la consigna creadora
de casi todos los partidos comunistas del mundo, había surgido siete
décadas después que Marx y Engels lanzaran de grito de "¡Proletarios
del mundo, Uníos! o ¡La liberación de los obreros sólo puede ser obra
de la clase obrera misma! Si Marx hoy estudiara el sistema de
explotación capitalista que sigue predominando en el mundo a los 160
años de su programa comunista, encontraría a la burguesía explotadora
mucho más fortalecida, incluso internacionalmente, con un aparato
militar de guerra que jamás soñó, con una clase obrera integrada en
gran parte al sistema pero con otra dispuesta siempre a luchar, pero
ya no pensaría que "sólo la clase obrera", sino en otros sectores
explotados y oprimidas.
7. Hoy pensar en el proletariado (por aquello de que es la clase con
más prole) es pensar en toda la clase explotada y oprimida por el
capitalismo: obreros, campesinos, indígenas, mujeres, estudiantes,
pacifistas, defensores de derechos humanos, teólogos de la liberación,
homosexuales, marginados, etcétera. Sin hacer a un lado la intensa
difusión de las ideas de la democracia burguesa y formal (que se
reduce a lo electoral) con las que se quieren velar o cubrir todo, no
se puede tapar la vigencia del pensamiento marxiano de la lucha de
clases, del dominio de una clase por otra, de la necesaria revolución
violenta o pacífica, según el caso. Pero también la clase opresora no
puede reducirse a la fabril como en los tiempos de Marx. Las grandes
empresas transnacionales, los bancos mundiales, los grandes
monopolios, los poderosos medios de información, la industria
armamentista. La batalla entre clases se ha hecho mucho más grande y
profunda: los dueños del poder y del capital son mil veces más
poderosos por eso la clase explotada también se ha diversificado y se
ha extendido.
8. El Primero de Mayo sigue siendo un gran día de lucha. Su objetivo
primario de recordar el combate obrero no ha cambiado. Sin embargo hoy
es necesario darle mayor profundidad. No basta con recordar
románticamente a la clase obrera de aquellos días de 1889 o 1906.
Ahora hay que unir a todos los sectores explotados como su gran día:
es también el día de los campesinos, los estudiantes, las mujeres; es
el día de la clase trabajadora, también de los desempleados y los
marginados. Es un día más que prepara la revolución social y también
la revolución cultural contra la ideología, la tradición, la cultura y
las costumbres burguesas. En México Los electricistas del SME parecen
estar en la vanguardia, pero junto a ellos están también otros obreros
mineros, telefonistas, refresqueros, de la industria automotriz, así
como maestros, indígenas, campesinos y sectores populares. Pero
también está la APPO, la CNTE, los zapatistas y todas aquellas
izquierdas dispuestas a continuar luchando contra el capitalismo, el
imperialismo y las derechas.
pedroe@cablered.net.mx