Por un Último Primero de Mayo

Los Límites del Salario

Con el apoyo de economistas burgueses, el de los políticos inescrupulosos
y el de los piratas de la diaria mediática se refuerza y enfatiza cada vez
más la perniciosa confusión que pesa sobre esta importante y brillante
categoría económica.

Los Pros. de Mayo, el Salario estará en las bocas de centenares miles
de millones de trabajadores entonando un monótono y angustioso coro que
lleva ya más 150 años sin silenciarse ni lograrle salida a la mala vida
del trabajador burgués. Se hablará de su aumento y con ello de la
continuidad del sistema que lo sostiene.

La Literatura económica y las hemerotecas del mundo moderno se han nutrido
con los aportes de los panegiristas y apologistas del sistema capitalista en
su terca lucha para enfrentar la inconmovible verdad de que el salario es el
camino más expedito emprendido por la Industria lucrativa moderna para
justificar la vida holgada de los ricos en la vecindad de la miseria de
las grandes masas de trabajadores y ex trabajadores. Este sangriento y
escabroso camino ha sido construido desgraciadamente por las serviles manos
y voces de un sindicalismo genuflexo y aburguesado.

Los políticos de oficio, los populistas y demagogos de la burocracia
mundial, han vendido la falsa idea de que el sindicalismo puede andar por un
lado, y la Política por otro, como si la defensa del trabajador asalariado
fuera un asunto privado, y como si tampoco los políticos no fueran
trabajadores del mismo sistema económico sobre el cual se encarama el
Estado. De allí que los trabajadores y sus sindicalistas sigan defendiendo
el salario y con ello al patrono, a cambio de la defensa de su propia
vida.

Ambos, sindicalistas y gobernantes, niegan o ignoran que ningún salario
garantizará jamás una vida mejor para los trabajadores en conjunto, aunque
sí puede sobrerremunerar a una elite de asalariados a quienes encumbra y
proyecta como futuros empresarios y coaccionistas de las mismas empresas
donde hayan sido privilegiadamente gratificados.

De resultas, los sindicatos no han podido ir más allá de un alargamiento de
la vida del capitalismo, de una reducción de la jornada a un ritmo de
crecimiento muy inferior al del crecimiento vegetativo de la población
fabril activa, ni han podido frenar en un ápice la voracidad del
enriquecimiento patronal, como tampoco la pobreza y pauperización
crecientes del proletariado.

Pero en medio de esa oscuridad sindical, estatal y literaria, hay un foco de
luz que no podrá apagarse mientras subsista la relación obrero-patronal.
Estamos hablando de los Límites del Salario. De su límite inferior del que
se vienen encargando los propios gobernantes como miembros principales de la
clase trabajadora que son, con toda su carga de servilidad que suelen
mostrar ante el inmenso poder y el supragobierno de la alta burguesía
internacional, usualmente conocida como El Imperio, y servilidad exhibida
ante los gobernantes de los principales países burgueses.

El Salario Mínimo pasó a ser un mandato burgués de los industriales, y una
atribución ordinaria de los gobernantes. Su monto tiende a cubrir por
defecto el consumo "basal" de la población que lo perciba. Se fija para los
trabajadores de menor índice de formación técnica, a pesar de que
estadísticamente estos suelen ser un número relativamente muy pequeño en
cada empresa capitalista.

También, este SM sirve para que el gobernante de turno mantenga su
inventario de seguidores y se apoltrone en el poder. El SM principalmente
sirve para que los empresarios minimicen su inversión en capital salarial ya
que sus tabuladores terminarán justados a ese mínimo monto, con todo lo cual
las discusiones obrero-patronales van diluyéndose y consecuencialmente
perdiendo relevancia. Los SM de hecho van reemplazando la labor sindical,
reforzando el paternalismo gubernamental y trastrocando la conciencia social
del asalariado quien se ve a sí mismo más como un súbdito de su gobernante
que como un trabajador oprimido de su patrono.

Con esto, coherente y consecuentemente el salario deja de ser un asunto
privado, de la libre empresa, ya que en el ejercicio del gobierno se
asume labores sindicales a través de un paternalismo creciente
reemplazante.

Por su parte, el Límite Superior del Salario (LSS), si bien y aparentemente
hasta ahora ha venido creciendo en correspondencia con las necesidades del
trabajador, es una variable que cada vez tiende a la baja en su ritmo de
crecimiento. Entre otras causas de este estancamiento está el hecho de que
las necesidades de la CM se amplían sin cesar con el consumismo inducido
por la misma industria y mercado burgueses.

Podemos vislumbrar que más pronto que tarde veremos un salario cuyo LS ya no
podrá acrecentarse sin poner en riesgo la gananciosidad y lucratividad del
empresario. Por ejemplo, en Latinoamérica se percibe una mancomunidad
integracionista de países declarados "socialistas" que están deteriorando
las condiciones económicas de la Clase Media (CM). Su salario y condiciones
laborables, su costo capitalista, digamos, ya no resulta rentable so pena
de un inaguantable y mortal descenso en la tasa de ganancia.

El crecimiento sostenido del límite inferior del salario, al lado del
acotamiento y la esterilidad del LSS, sumados a economías en el Control de
Calidad de las mercancías de tercera lanzadas a unos mercados que cada día
se monopolizan más, representan la alternativa al límite final del
salario capitalista. Digamos que por un lado se acrecienta el límite
inferior del salario con cargo al inevitable achicamiento de su límite
superior.

Ante esa pequeña luz, sugerimos y pensamos que ya tampoco debe seguirse
incrementando el salario sino más bien considerarlo como simples anticipos
de la ganancia anual. Y así, vendido el producto nacional, y determinado el
valor y precio del Valor Agregado por los trabajadores, estos, conjuntamente
con sus patronos, cuantificarían a prorrata el monto de las ganancias que
les correspondería a las partes involucradas. Sólo así, por lo menos y
mientras tanto, los incrementos salariales dejarían de disolverse como la
sal en el agua, se frenaría el empuje inflacionario, el dinero dejaría de
devaluarse, y por fin nos acercaríamos a un verdadero final del sistema
capitalista, liberados como estaríamos del freno actual que representa la
contraproducente política de los ajustes salariales de cada Primero de
Mayo.


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Manuel C. Martínez M.


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