Después del exitoso recorrido de Capriles por Miami: en que puso de
cabeza a los presentes sin trabalenguas de ninguna clase a verbo puro
dentro de la sintomática oposicionista que domina a la perfección con
un inglés oportuno, se puso a valer oportunamente y ha regresado
cargado de simpatías que lo mantienen en el tope de la consideración
de ser el nuevo candidato cuando la oportunidad exista y con pasión
extrema demanda atención de parte del gobierno que no le da cabida a
sus pretensiones de líder máximo por su estándar de sintonía: ha
decidido abrirse paso con los chinos como mercado publicitario que le
conviene por asomo y convicción de sus asesores que lo apremian a
tocar las puertas de ese país del Extremo Oriente en su jerga de
politólogo ambicioso sin poder.
¡Oh, bandera de Venezuela! Es que yo te quiero tanto. Qué ya no sé qué
hacer. Repitió –Capriles- sin asomo de vergüenza las veces que pudo en
Miami y su público espaciado de vacío, lo aplaudía con una sencillez
que daba rabia no reírse. Y, cansado de hacer el ridículo, se preguntó
sin responder, qué hago yo aquí, entre tanto iluso desmemoriado que lo
que le importa es el dólar y, más ahora que va vía a los cincuenta
bolívares por segundo, dentro de un mercado que no tiene paralelo
allá.
No mas llegar al país se quitó la gorra de la desesperación al
enterarse que la política administrativa en el estado Miranda va de
mal en peor y él como gobernador no da la talla evolutiva en
solucionarle a sus habitantes los urgentes problemas por estar siempre
en cualquier parte de viaje y, que muy bien se lo dijo su compinche
Óscar López Colina, cuando conversaron en privado en Miami, éste le
aconsejó: deja esa vaina en manos de otro como suplente y date la
buena vida que te cabe mejor en tu posición de altruista trasnochado
que hurga y no saca nada bueno que no sea para ti mismo.
Después de una noche de insomnios y pensando en su retroceso inmaduro
que le abisma su futuro, llegó a la conclusión temprana que había que
inventarse algo que explotara de inmediato y lo pusiera a valer fuera
de la CIDH y, fue tanta su alegría al enterarse que el presidente
Maduro se iba próximamente por doce días a China y en ese asomar de
ideas pensó que cada vez que respire un chino él tenía que ir adelante
que para eso se hicieron las matemáticas, aunque sean una sola, él
tenía que sumar rápidamente y se metió de lleno en cruzar coordenadas
de habilidades que fuera de su plano emocional le dieran la pendiente
de ir y venir, aunque allá el fascismo no se conozca hay que crearlo
y, sí el presidente y su comitiva se va a gastar dos millones dólares
que a la larga serán mayores los dolores de cabeza de la economía
gubernamental que anda dando saltos que asusta con su inflación que no
la para Merentes con sus esporádicas medidas que no aplacan la escasez
de productos y víveres de la cesta diaria del venezolano que a decir
de Capriles en Venezuela falta de todo lo que sobra en Miami y, más
ahora que vamos a depender más del comercio de Colombia hacia
Venezuela que después irá como contrabando por otras vías de regreso a
ese país.
Con ese crucigrama de malas intenciones se subordinó a su malicia y,
lo único que se le ocurrió como un axioma de buenas intenciones de
interponer ofrecimientos con posibilidades se hizo de una idea que más
que excusa era posible que cubriera la incertidumbre de hacer realidad
una premisa que hacía años la tenía encubierta que iba a fin con su
programa semanal de que, “Venezuela somos todos”, original hasta decir
basta que coquetea sin ambigüedad ninguna con su pensamiento, lo
llevaría de inmediato a ofrecerle millones de gorras al gobierno chino
con un letrero de acercamiento entre los dos países que tomara en
cuenta a la oposición que algún día mandará tal y como van los
acontecimientos y, en cada gorra se podría estampar en azul y amarillo
en solitario la frase de Capriles, elocuente por demás, “en Venezuela:
gobierno y oposición no somos todos sin los chinos”. Y, lo más
importante es que la frase será escrita en chino y, con eso
emparejamos las cargas, pues si Maduro vende a futuro y cobra ya,
Capriles venderá ya y cobrará a futuro. Que él sin futuro no es nadie.