Este ejemplar nada igualado de sabiduría comercial sin ser experto petrolero que, vendió petróleo venezolano a quien le comprara, aparta a un lado su beneficioso oficio, para alertar con tentadora rabia en contra del presidente Maduro: por no ayudar el gobierno de éste a los migrantes venezolanos que andan por el mundo, pero no dice cómo debe ser esa ayuda, a sabiendas que Venezuela está bloqueada por el gobierno de los Estados Unidos, y son muy pocos los países que mantienen relaciones diplomáticas con su gobierno y, más bien reconocen con dulzura inquietante a los representantes diplomáticos que sin mirar atrás todos han pasado a la vivencia del gobierno de Guaidó que, hasta de El Salvador los corrieron y muy pronto tienen que salir de Guatemala. Pero Ramírez deprimido por Maduro ve a cuenta gotas que ha descuidado la protección de los migrantes venezolanos y, él como uno más que anda por el mundo arrastrando la larga cadena del desempleo y como un pobre que lucha por subsistir lo tienen marginado, situación que ha arrojado síntomas preocupantes que lo mantienen en un vacío de exigencias por amor al prójimo después, de entregarse como un santo buchón a la prosperidad del país que, actualmente se debate como un forastero más sin rumbo cierto.
Pero, algo es algo, peor es nada, por lo que Ramírez sin respiración artificial ha captado crudamente el momento venezolano que de Maduro no se le escapa de su pequeña alegría que todo le sale mal desde que le volteó la mirada y sin esperanza ninguna lo dejó a él en el exterior que le ha sido difícil el camino del regreso y, como el mundo está lleno de malagradecidos, razón tiene de quejarse que si no fuera por los pocos ahorros que tiene: ¿qué sería de él?
Y, como cada día que pasa, la tragedia de los venezolanos en el exterior se transforma en una tragedia con muchos actores bien alejada de la tragedia griega que algún provecho daba, pero la de ahora no, lo que da es hambre y miseria y si Maduro no echa para adelante hay que serle sincero con la sinceridad y la sindéresis que caracteriza a Ramírez, tiene obligatoriamente que preocuparse como doliente de ese mal proceder y, con toda razón con mucho interés le lleva a acusar a Maduro de negligente que, gobierna para un solo bando y, descuida al grueso de los venezolanos que están en el exterior como unos parias sin consuelo de ninguna clase y, tiene que ser Ramírez el acusador como abogado del diablo que, lo haga soltar frases hirientes como: "El gobierno y el mismo Maduro los desconocen, los insultan, los desprecian por ir a lavar pocetas". Malo, malo. Y, eso no es posible si ése es un oficio rentable como cualquier otro que, lo más seguro Ramírez tenía su día especial para pulir su poceta bien en Pdvsa como en su casa, por lo que le cabe toda descomposición verbal para estar molesto con Maduro y, menos mal que lo trata con mucho amor como un chavista de la revolución que, presto a desenmascarar entuertos de malas políticas, que cuando se comunica con Chávez por telepatía conservacionista recibirá muchos atuendos de rabia como ministro oportuno que fue, que lo mantienen batiendo las ironías de un mal proceder.
No sé que sería de nosotros los venezolanos y más que todos los que deambulan por otros países si la rebeldía tranquilizadora de Rafael Ramírez no existiera para poner a Maduro en su lugar, y, quien quita que de una vez los rayos del sol oportuno le entren por los sesos y saque a Venezuela adelante como lo quiere Ramírez, que más que motivos lo alumbran tantos años de experiencia sometido a descubrir dónde se encueva el mal de este gobierno que como un avestruz se mueve y, él siguiéndole los pasos como es su deber haciendo uso de sus derechos constitucionales de anticiparse o por lo menos: descubrir a tiempo los malos procedimientos políticos del gobierno de Maduro. ¿Y así Ramírez demuestra que tiene conciencia de clases? Y no sólo eso, trata de demostrar que él sabe gobernar.