La destrucción de los Bosques en Venezuela

Venezuela tierra de gracia, tierra de contraste. Ocupamos el décimo lugar en el mundo en biodiversidad. Lo nuestro es un problema cultural, queremos vivir de talar, quemar y cavar. Tenemos un minero en la mente. Me pregunto a través del tiempo, Cuántos Plan Caura hemos tenido. Cuanto tiempo duran para que regresen los mineros y los militares administradores de las bullas con sus respectivos políticos de oposición y oficialista en el negocio del oro, propietarios de los equipos de explotación y procesamiento del vil metal, explotando a los mineros.

Los bosques son probablemente el patrimonio más valioso que nos ha regalado la naturaleza. Vivimos en una sociedad donde un árbol tiene valor después que se le ha derribado y se le ha calculado los metros cúbicos de madera.

Nuestro privilegiado país cerca de la mitad se encuentra cubierto de bosques. El 80 % se encuentra al sur del Orinoco. En la mitad norte del país, con el 90% de la población venezolana, los bosques cubren apenas el 20% de la superficie. Se encuentran además fraccionados, intervenidos y severamente degradados. Se estima que cerca de dos tercios de la superficie forestal original de Venezuela al Norte del Orinoco ya ha sido destruida.

Una de las consecuencias es la escasez de agua que hoy afecta a una buena parte de la población venezolana, tanto para el consumo doméstico, como para la irrigación de tierras agrícolas o la producción de energía eléctrica. La escasez más pronunciada se registra en la altamente poblada zona costera central, incluyendo a las ciudades de Caracas y los centros industriales de Valencia y Maracay, una región con más de la mitad de los habitantes del país.

Otras consecuencias de la destrucción de los bosques son: un significativo aumento en la frecuencia e intensidad de sequías e inundaciones, con daños a la producción agrícola, represas hidroeléctricas, sistemas de irrigación, vías de comunicación, empresas y hogares; erosión y pérdida de la fertilidad de los suelos; y crecientes dificultades en el suministro de leña, alimentos, medicinas, materiales de construcción y otros productos tradicionalmente suministrados por los bosques a comunidades indígenas y campesinas; las altas tasas de deforestación implican que Venezuela es también uno de los países con mayor cantidad de emisiones de gas carbónico por habitante de América Latina. La pérdida progresiva e irreversible de buena parte de la biodiversidad del país.

Más consecuencias, En Venezuela por ejemplo, el consumo de petróleo y gas natural genera la emisión de 140 millones de toneladas métricas anuales de CO2. En consecuencia, las emisiones de CO2 por habitante, sólo por el consumo de combustibles fósiles, son significativamente superiores a las de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Perú y las del resto de los países de América Latina. Lamentablemente, la deforestación en Venezuela contribuye con 145 millones de toneladas métricas adicionales de CO2, duplicando las relacionadas con el consumo de energía fósil. Como consecuencia, las emisiones totales ascienden a casi 12 toneladas de CO2 por habitante, significativamente superiores a las de Francia, Alemania, España, Japón o el Reino Unido.

Venezuela es uno de los 8 países del mundo más ricos en biodiversidad. La mayor proporción de esa variedad de plantas y animales se encuentra en los bosques naturales del país. La deforestación implica la erradicación definitiva e irreversible de miles de especies.

La destrucción y degradación de bosques en Venezuela se ha convertido en una amenaza a la estabilidad ecológica, y por ende a la estabilidad económica y social del país. Con los bosques se pierde uno de los principales sustentos de modelos de desarrollo efectivamente sostenibles en el tiempo.

La destrucción de bosques en Venezuela continúa a tasas alarmantes. Según la Organización de Naciones Unidas, Venezuela ha venido registrando en los últimos 28 años una de las tasas de deforestación más altas de América Latina.

Durante la década de los 70, los bosques de Venezuela fueron talados a razón de 245.000 hectáreas por año (FAO, 1988). En la década de los 80 la destrucción aumentó en forma dramática, para alcanzar un promedio de 600.000 hectáreas por año (FAO: FOREST RESOURCE ASSESSMENT 1993). Sólo en esta década años se destruyeron en el país 6 millones de hectáreas de bosques, una superficie equivalente a la de toda Costa Rica.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ratifica que la destrucción de bosques en Venezuela continúa en forma alarmante. Durante el período 1990-1995, los bosques venezolanos continuaron cayendo a una tasa de 500,000 hectáreas por año, una hectárea cada minuto. La mayor proporción se debe a la conversión de bosques a tierras de cultivo y potreros.

Venezuela se convirtió así en uno de los países con las más altas tasas de destrucción de bosques de América Latina. La tasa de deforestación en Venezuela desde 1980 hasta 1995 (1.1%) fue equivalente al doble de la del Brasil, y tres veces superior a la del Perú (FAO: STATE OF THE WORLD’ S FORESTS, 1997).

Los países que más sufrieron la deforestación anual durante la década de los 90 fueron: Burundi, 9. 0 %; Haití, 5. 7 %, El Salvador, 4. 6; Ruanda, 3. 6 %; Nigeria, 3.7% Costa de Marfil 3. 1; Nicaragua, 3. 0 %; Mauritania 2. 7%; Venezuela, 0.8 %.

Las cifras en ese sentido ofrecidas por el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales, en el lapso comprendido de 1995 y 2000, son inquietantes: La tasa de deforestación en Venezuela sobrepasa el 2. 8 por ciento anual, es decir se deforestaron 1,300 millones de hectáreas anualmente, más del doble que en el quinquenio anterior. Si se ha mantenido el porcentaje de deforestación de los países señalados, Venezuela ocuparía actualmente el décimo lugar en el mundo entre los países con mayor porcentaje de deforestación de sus bosques. A este nivel de deforestación, en Venezuela no quedara un bosque en un lapso de 40 años. Pasará a ser un país desertificado, con catastróficas consecuencias para su población.

Según el artículo de José Rafael Lozada del Instituto de investigaciones para el Desarrollo Forestal de la Universidad de Los Andes, publicado en Revista Forestal Venezolana en el año 2007, el principal problema ambiental de Venezuela son las deforestaciones ocupando el décimo lugar en el mundo en este aspecto, acompañado por El Congo, Tanzania y Nigeria.
La deforestación que es la desaparición de bosques propiciada por los seres humanos por medio de la tala y quema de árboles, se hace principalmente para obtener la materia prima de la industria maderera, y en Venezuela aparece justificada en las leyes ambientales para la obtención de suelos aptos para la producción de alimentos por medio de la agricultura y la ganadería. Lo que según el artículo de Lozada, no es del todo cierto porque los indicadores de producción de alimentos son negativos, haciendo contraste con el alto índice de masas forestales desaparecidas.

Cuando un bosque ha sido reducido o fragmentado se crean condiciones poco aptas para la fauna, diferentes a las condiciones del bosque original continuo, disminuyendo la biodiversidad. Al fragmentar la vegetación aumenta el riesgo local de extinción de especies. La extinción de una especie es irreversible.

La cuenca del río Caura se encuentra cubierta por bosques en cerca del 85% de su extensión, con arbustos y sabanas cubriendo el 15% restante. Los bosques contienen una gran diversidad de especies de plantas y animales, con un índice de endemismo particularmente alto. La biomasa superficial registra un promedio de 300 toneladas por hectárea.

La mayoría de los venezolanos hemos vivido históricamente a espaldas de este inmenso y rico territorio, así como de las aspiraciones, necesidades, prácticas y creencias de sus habitantes. Durante al menos un par de décadas, la cuenca del río Caura ha sufrido con absoluta impunidad la penetración de presuntos exploradores, misioneros, científicos y turistas, frecuentemente involucrados en el contrabando de oro y diamantes, la extracción ilícita de plantas y animales silvestres, realizando ilegalmente actividades de bioprospección, explorando en busca de coltán y otros minerales estratégicos, o registrando valiosos conocimientos ancestrales indígenas para su exportación a centros de información en el extranjero. La Bioprospección es la búsqueda sistemática, clasificación e investigación para fines comerciales u holísticos de nuevas fuentes de compuestos químicos, genes, proteínas, microorganismos y otros productos con valor económico actual o potencial, que forman parte de la biodiversidad. También se presta para la llamada Biopiratería que es extracción directa de las riquezas biológicas y las realizan las empresas farmacéuticas, jardines botánicos y universidades de diversas partes del mundo, coleccionistas de animales salvajes o incluso “mafias” internacionales para la venta en el mercado negro.

El reciente “descubrimiento” de mineros ha desatado una inusitada presencia de altos representantes políticos y militares en la zona. Se multiplican los llamados por acciones rápidas y efectivas para proteger los recursos naturales y las poblaciones indígenas del territorio. Ojala estos operativos militares fuesen permanente y que la ética y la moral de las fuerzas armadas nacionales este por encima del flagelo de la corrupción.

La cuenca del río Caura está ubicada en los municipios Sucre y Cedeño del estado Bolívar, en la región central del Escudo Guayanés venezolano. Tiene una extensión de 4.533.600 hectáreas, de las cuales 90% está cubierto por diferentes tipos de bosques con un gran valor ambiental, económico y cultural para el país. Se estima que la cuenca del río Caura posee una biomasa aproximada de 1.400 millones de toneladas, 94% concentrada en los bosques. Conjuntamente con el agua, el potencial de desarrollo y el valor intrínseco de este territorio radica en la diversidad de ecosistemas boscosos y recursos biológicos, además de ser un importante reservorio de carbono.

Si la deforestación se mantiene en Venezuela al promedio de 273 mil hectáreas deforestadas por años, en 16 años acabamos con los bosques del rio Caura. El problema de la minería ilegal y la explotación maderera afecta el ecosistema. El oxígeno que produce sus hojas permite que cada uno de los seres humanos respiremos. Especialistas calculan que cada persona necesita de 50 árboles, aproximadamente, para producir los 10 metros cúbicos del aire que inhalan. La Tierra no puede más y nos está cobrando la factura y aunque no todos tenemos la misma cuota de responsabilidad, ella no mira clases sociales ni posición económica o creencias religiosas.

PRESIDENTE CHÁVEZ, el maravilloso río Caura y el paraíso natural que representa, está pidiendo a gritos su defensa y protección. El primer paso es quitarle esa marca de segura destrucción, que le confiere el hecho de que toda la extensión de su cuenca, esta decretada desde los adecos como Reserva Forestal, por lo tanto es urgente el rescate de la Vida que emprendió este proceso revolucionario es ahora, y su trascendental objetivo deberá cambiar esa figura de Reserva Forestal impuesta por la cuarta república, por una que realmente proteja su actual condición de no ser tocada e intervenida, Presidente decreté EL PARQUE NACIONAL EL CAURA; firme el Decreto por parte del gobierno revolucionario y bolivariano de la creación del mayor parque Nacional de Venezuela y el más grande del planeta en selva tropical húmeda, por su dimensión de cinco millones de hectáreas.

jlrlinares@gmail.com


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Juan Linares

Ex-parlamentario regional. Especialista en Crisis. Temas Preferido: Ecología, Política Internacional y Laboral. Militante de Marea Socialista en el estado Bolívar.

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