(MANUEL CABALLERO)
En su programa dominical “Como Uds. Pueden Ver” en Venezolana de Televisión (VTV) del domingo 12 de diciembre 2010, Roberto Malaver y Roberto Hernández Montoya (“Los Robertos”) rindieron un homenaje póstumo a Manuel Caballero, fallecido ese día después de larga y amargada década de descomposición en la que defendió y conservó, contra fuertes competidores, el título del intelectual venezolano más deshonesto y repugnante del Siglo 21.
"Nos va hacer mucha falta Manuel con sus ideas y planteamientos" - (OCTAVIO LEPAGE)
Justamente porque es sana tradición no hablar mal de los difuntos, no se debe incitar a que los demás lo hagan. Los Robertos, al enaltecer a Caballero desde el lado chavista, levantaron una ola (como las del futbol) de maldiciones y mentadas de madre contra Manuel Caballero, bien merecidas por quien durante 10 años vomitó (a razón de cien artículos y un libro por año), el racismo y odio de la derecha contra Simón Bolívar, Hugo Chávez y el pueblo bolivariano. Este artículo es mi humilde aporte contra las complejas ramificaciones de la mafia intelectual, corazón de la Quinta Columna.
"(…) sus opiniones son lectura obligada para quienes nos esforzamos por el rescate de la libertad y la democracia en Venezuela.” (UN NUEVO TIEMPO – UNT)
Si los Robertos eran muy amigos del odioso caballero de mal agüero, un discreto pésame bastaba: prefirieron unirse a otros dolientes, como Teodoro Petkoff, Elías Pino Iturrieta, Pompeyo Márquez, Isa Dobles, Octavio Lepage, Carlos Canache Mata, Antonio Ledezma (y no sigo porque temo que la computadora se cuelgue de vergüenza), todos los partidos y todas las academias.
"Cuando veníamos hacia acá (a la funeraria Vallés donde velan sus restos mortales) el doctor Octavio Lepage y yo veníamos hablando de Manuel y me dijo una cosa que me sorprendió: que Manuel, al comienzo de los años 40, recién fundada Acción Democrática, había militado en sus filas.” (CARLOS CANACHE MATA)
En el supuesto dudado que Manuel Caballero no fuera desde el principio un agente provocador infiltrado en la izquierda, le tocó en los años 60 ver a sus camaradas presos, torturados y asesinados por el presidente Rómulo Betancourt. Pero con el tiempo y las vueltas de la infamia, Caballero terminó a sueldo de los herederos de Betancourt, presidiendo la Fundación que lleva ese nombre y alabándolo en un libro titulado “Rómulo Betancourt, político de nación” (2004), debidamente bautizado en el Buró Sindical de Acción Democrática.
“Y ya que hablamos de Acción Democrática, una vez más el destino de la democracia reposa en sus manos”. (MANUEL CABALLERO – 15/11/1998)
Lamento poner en evidencia a Malaver y Hernández Montoya en un terreno tan desagradable, pero hay que desenmascarar a la Academia como lo que es: una puta adeca, desde Guillermo Morón hasta José Antonio Abreu. Ojalá no tuviéramos que escupir sobre las cenizas de un “historiador” capaz de escribir sobre la reforma agraria de los 60:
“Se repartió una buena cantidad de tierra y diez años después de iniciada la reforma, se podía considerar cumplido uno de sus objetivos: la eliminación de las formas indirectas de tenencia y explotación de las tierras, o sea la de los latifundios en manos de propietarios ausentistas, que vivían del trabajo ajeno”...MANUEL CABALLERO - (“LA GESTACIÓN DE HUGO CHÁVEZ…” PAG. 39 - 1998).
Debemos denunciar el pacto secreto entre intelectuales que no se pisan la manguera, que soplan por ella y la creen trompeta porque tiene huequito. Es la complicidad de oficio, la complicidad entre los privilegiados que aprendieron a escribir en un país analfabeta, y no quieren perder los puntos que eso les da sobre los demás.
Se trata de reclamar lealtad, exigir que se tome partido, “partido hasta mancharse”. Bien equivocados estarían los Robertos si creen que la derecha los perdonará algún día…
“(…) en todas las revoluciones democráticas, mientras el pueblo buscaba aumentar su representatividad, "el populacho" (¿lumpen proletariat?) buscaba seguir a un líder”. MANUEL CABALLERO
Se trata de los millones de hombres y mujeres que pusieron a los intelectuales donde están, que murieron sin pedir ni esperar nada de ellos después de vidas dedicadas a lo mejor que podían y debían hacer. Los 32 mil campesinos de El Salvador que en una semana de 1932 fueron asesinados a horca, machete o tiro, por haber querido ser libres y por cumplir con la línea de la 3ra. Internacional, sobre cuyo “Buró del Caribe” escribió Manuel Caballero, historiador, una monografía bastante mediocre pero muy elogiada porque no había otra.
Se trata de honores póstumos a los pescadores de la Isla de Margarita. En este mundo no hay nadie más bueno (“en el buen sentido de la palabra bueno”) que quienes tuvieron más velas en lancha ajena que en velorio propio, cuando no se durmieron en el sudario de espuma del regazo de la Virgen del Valle.
Ilustre linaje de humildes y nunca enaltecidos hombres y mujeres que producen toda la comida y bienes materiales que permiten a los intelectuales honestos como Roberto Malaver y Roberto Hernández Montoya (y deshonestos como Manuel Caballero) vivir, crecer, aprender, ejercer y perfeccionar su oficio, gozando del privilegio de vivir en un mundo donde el trabajo intelectual desprecia al trabajo manual. Un mundo donde un “brillante” deshonesto goza honores póstumos negados a los opacos y anónimos héroes de su tiempo.
EL RONCO MOLEIRO
No se trata de opiniones. Moisés Moleiro, desaparecido dirigente histórico y guerrillero del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, no era bolivariano por razones discutibles, salvo aquella de “no me da la gana apoyar a Chávez”. Pero “El Ronco” Moleiro nunca aceptó marchar en la infecta cruzada cadavérica de la oposición venezolana, no se rebajó al submundo de Fedecámaras & CTV, no aplaudió a Carlos Ortega y a Norteamérico Martín, ni juntó su firma a la de Ángela Zago, quien declaró preferir que Venezuela y ella fueran gobernadas por un militar gringo antes que por Hugo Chávez. “El Ronco”, se negó a formar parte de esa gusanera donde los Robertos metieron la mano para sacar y hacerle elogio póstumo al gusano de la boina, su amigo.
La derecha o izquierda de la clase intelectual son las dos caras de la misma moneda, en la cual está grabado con fuego: “Eres despreciable según lo que respetas”. Por eso hoy alerto a los bien estimados Roberto Malaver y Roberto Hernández Montoya, parta que cesen de prolongar la más obscena de las impunidades venezolanas, la de quien se fue con la cabuya en la pata y termina con su nombre en algún colegio, la que consagra a un delator como Andrés Bello. La impunidad que devuelve al canalla intelectual muerto los méritos que perdió como canalla intelectual vivo.
Párrafo del último artículo de Manuel Caballero, publicado en el diario “El Universal” el domingo 12 de diciembre 2010, día de su muerte:
(…) los libertadores venezolanos (…) provinieron de los más bajos estratos de la sociedad: el mejor ejemplo posible es José Antonio Páez, de quien algún historiador mostraba el tremendo y súbito ascenso social y político diciendo que "había saltado de lavarle las patas al zambo Manuelote [capataz del hato donde trabajó] a la Presidencia de la República".
Ni mil Caballeros juntos conocerán los trabajos rigores y peligros
que pasó el Páez guerrero para que Venezuela fuera Patria, ni mil Caballeros
juntos igualan la traición del Páez político a sus llaneros.
Manuel Caballero no fue, no es, no será jamás digno de lavarle “las patas” al zambo Manuelote.
Y que los Robertos recojan su gallo muerto.