Vivimos momentos incómodos para quienes creyeron, y no sin parte de razón, que bastaba una gorra roja y un montón de frases hechas para lograr altos cargos, llenitos de privilegios, dentro del partido del pueblo y de la revolución.
Venimos luchando por darle vida a un partido que por momentos, muchos momentos, sentimos que nació barrigón y ni que lo fajen chiquito. Un partido que, cual rebatiña de piñata, fue acaparado por dirigentes que de populares tienen lo que yo de bailarina rusa. Personajes rojísimos que se aferran a sus cargos como quien se aferra a la vida, y no para hacer la revolución, sino para asuntos menos heroicos. Ha sido doloroso ver a mi Presi levantar las manos de esos secuestradores del poder popular, y ha sido nauseabundo votar por candidatos que parecían adecos del clan de Rosales, tanto por su conducta como por su opacidad intelectual. Ha sido duro pero seguimos de pie porque sabemos que sabemos y que Chávez sabrá.
Y de pie recibimos las cinco líneas estratégicas que lanza mi Presi quien, después de otras elecciones no tan gloriosas y de un aguacero que tantos ranchos y velos tumbó, parece empezar a comprender lo que hace rato el pueblo comprendió y de muchas formas le trató de expresar.
Si para la militancia de base las lineas estrategicas son la reivindicación de sus reclamos siempre ignorados por dirigentes sordos, ciegos, pero nunca mudos; para estos últimos, las mismas son lo que llamaría mi abuela: “cuchillo pa’ sus pescuezos”.
Esta semana gocé con Escarlatina Rojas Bermellón, hecha un ocho, hablando de cómo había que acabar con el personalismo y el burocratismo, es decir, acabar con ella misma: la de la vallas gigantes en las que recuesta su rostro terso contra el cachete varonil de mi Presi por obra y gracia del photoshop, que no solo borra arrugas sino que acerca al poder. La de los autobuses que no se llaman autobuses del Municipio Tal sino que se llaman “Escarlatina, la revolución hecha mujer”. La dueña del revolucionómetro, la que no dudaba, hasta ayer, en caerle en cayapas institucionales a quien osara mascullar una crítica, por muy constructiva que esta fuera.
Esta audaz neo Blanca Ibáñez, con las cinco líneas estratégicas apuntándola como flechas, pretende hoy interpretar para el pueblo -siempre bruto, sabrán ustedes- las palabras de mi Presi, cuando han sido ella y sus secuaces quienes nunca entendieron, o prefirieron no entender. La vemos repetir al caletre frases que la acusan sin poder evitarlo porque de no hacerlo, cree ella, se le notarían costuras que hace siglos todos vimos.
Así como sucedió con los dinosaurios y los adecos, parece haber llegado la hora de Escarlatina y su especie. Eso, o le llegará la hora a la revolución.