A la hora de querer refrendar nuestro retorno necesario a las raíces del fenómeno musical vivo en el país, debemos adentrarnos al amplio repertorio popular y tradicional, y con ello a las figuras de la historia musical venezolana, desaparecidos físicamente como Eneas Perdomo, Luis Mariano, Otilio Galíndez, y otras fuentes aún vivas como Simón Diaz, Adilia Castillo, Cristóbal Jiménez, Cristina Maica y Reyna Lucero, entre otros.
En la IV República y en los planes nacionales de cultura predominó entre otros preceptos, una tendencia academicista, que abarcó gran parte de la etapa moderna y contemporánea de la música de nuestro país. Sin embargo, diversas iniciativas y actos de resistencia cultural-musical nos dicen que no fue un acontecimiento hegemónico como ocurre en algunos países latinoamericanos y europeos.
Aquí en cambio, con el advenimiento de la revolución bolivariana, el desarrollo musical se ha caracterizado -sobre todo con los instrumentos legales existentes- por una permanente reactualización y adaptación de su estructura repertorial, de las manifestaciones musicales del campo académico, a las exigencias del actual periodo del proceso revolucionario, que parte de las premisas de la afirmación de la venezolanidad, identidad cultural y la reapropiación de la memoria histórica como lo expresa la Carta Magna.
Una relación de dependencia cultural a la que estuvo Venezuela sometida, produjo la preponderancia de un repertorio musical que se ha ejecutado –algo meritorio por demás- ampliamente, en nuestro país con las extensiones enormes casi como ningún país de Latinoamérica y unos cuantos de Europa.
Consideramos, como bien expresaba el filosofo Angel Cappelletti que el espíritu humano es uno solo e indivisible, decir lo contrario es correr el peligro de invocar al reduccionismo. La actividad de la música académica ha lucido vigorosa, y de gran alcance social (me refiero al Sistema de Orquestas dirigidas por el maestro Abreu) también las otras orquestas y ensambles, ademas de los compositores e intérpretes y ejecutantes, juntos han tenido una proeza espiritual, han abarcado en sus ejecuciones: la difusión de la música oriental antigua; el período del llamado pasado de América; el renacimiento; el desarrollo del instrumentismo; la opera; el sinfonismo; la música programática hasta la vanguardia del Occidente europeo.
Consideramos importante que hoy, en el marco de las políticas públicas se da un paso fundante al proponerse darle cobertura a la difusión y promoción de las culturas tradicionales y populares, pero es imprescindible un esfuerzo mayor, al ir creando todavía mas festivales, ciclos temáticos, grabaciones y videos, para el conjunto significativo de manifestaciones expresivas del arte que el conjunto significativo de lo popular, música tradicional, incluyendo las arquitectura, la historia local y la artesania, por ello saludamos la creación reciente del Sistema de Culturas Populares y Tradicionales propuesta por el Ministro Francisco Sesto, ya bajo la responsabilidad del Profesor Benito Irady.
La desaparición del maestro Eneas Perdomo, quien representa una larga tradición y vivencia de un repertorio inmemorial, nos hizo reflexionar en torno a la necesidad de plantear la obligación que tiene el Estado revolucionario de acelerar los propósitos divulgativos de nuestras raíces culturales. La su ausencia física de Eneas Perdomo deja un enorme vacío si se comprende que en sentido genérico tales manifestaciones han resistido como un universo singular los ataques, el silencio cómplice, la transculturación de una esquema hegemónico en la cultura nacional que pretendió, durante la IV República, excluirla de la transformación de las estructuras, las funciones, los géneros y estilos musicales.
Acá con la exclusión musical desde la colonia hasta antes de la revolución bolivariana, los géneros tradicionales, permanecieron alejados de los grandes circuitos musicales,y cuando eran incluidos por la industria musical se les asimilaba y mediatizada -recordemos los Hijos de Ña Carmen de Hugo Blanco o Tambor Urbano de fecha mas reciente- también los cantautores e instrumentistas en el mejor de los casos crearon los suyos, pero igual sucedió en la Grecia de Platón, recordemos como este filósofo griego, coronó a las élites de su tiempo al impedir la difusión de otras tendencias, organizaciones escalares y modelos musicales.
Sin embargo, en la música que representa Luis Mariano, Otilio Galíndez, y otras fuentes aún vivas como Simón Diaz, Adilia Castillo, Cristóbal Jiménez, Cristina Maica y Reyna Lucero, Ali Primera entre otros, se percibe además de la fuerza y trascendencia de los valores singulares, que en sus melodías albergan y están los recuerdos, la añoranza, cobijando en lo musical ese motivo pretérito de otros sistemas escalares, modos antiguos, funciones sensoriales y sensuales del canto, signos del pasado musical que solo se restituyen en el canto popular.
Este proceso de cambio revolucionario incorpora este fenómeno de reafirmación de lo nacional, el sentido de pertenencia y lo convierte en sentimiento colectivo, eso es indiscutible. Ahora, las hibridaciones musicales y desnaturalizaciones de las fuentes sonoras y danzisticas que representa por ejemplo el reggeton han ganado mucho terreno en la provincia venezolana y nuestras ciudades – y hasta en las manifestaciones y marchas bolivarianas- se han convertido en un enemigo oculto y creciente, como representación simbólica deformante que han afirmado su totalitarismo sonoro en oposición a las manifestaciones sonoras conocidas o no.
No podemos obviar que esa música repetitiva que nos invade la cotidianidad, abusadora del impulso estructural del ritmo, producidas por el atormentante efecto remix, es una amenaza que tiende a borrar y decolorar el espacio en el imaginario sonoro de las culturas tradicionales y populares y ello me lo comentaba un amigo periodista con asombro y lo peor ha ganado adictos en la buena música popular moderna y contemporánea.
Una solución estaría en: crear circuitos de producción, circulación y consumo; estimular la conformación de grupo sociomusicales en escuelas y liceos; emprender mecanismos de difusión pedagógicos mas allá del puro eventismo; conquistar espacios inéditos en el zonas residencial de los Consejos Comunales; plazas bolívar; centros comerciales; metros, autobuses; líneas de trasporte extra urbanas y urbanas; café, misiones sociales; ministerios; urbanizaciones; establecimientos de distribución de alimentos como Mercal y PDVAL, los CDI y formas de organización social diversas; todas las acciones en función de generar un espacio musical de acceso pleno a la cultura y las tradiciones.
Llegó la hora de avanzar en los mecanismos de producción y fomento, tanto en el plano institucional como de la “industria cultural”, para producir una plataforma de acción común y así contribuir con nuevas iniciativas donde definitivamente quien se beneficia es el país para lograr afirmar la identidad cultural musical, mediante una re-memorización de géneros, el estímulo a la creación de estilos musicales nuevos y recrear o versionar viejos para lograr, mas alla de lo que obliga la Ley , a una circulación social, eficaz y eficiente .
(Filosofo, músico y escritor)