Aterrizó el bimotor que lo traía. Ya está preso Joaquín el periodista. Su vida se acabó. Los sueños, el rostro de su amada, la risa de su hija, los amigos y los bosques de Suecia donde se refugió. No tiene nada. Su mundo son ahora las paredes de una celda y un plato de comida.
Te tiene el enemigo, Joaquín, entre sus garras y escribe papeles que dicen tus delitos, tus penas y el destino. Ya no te salva nadie, hermano, de los esbirros de los ricos. Eso te pasa por andar diciendo lo que no se dice sobre una tierra ocupada por la muerte.
Por darle voz al que no tiene nada o sólo tiene su silenciosa ausencia, su trabajo y el sudor, un arma, un grito. Eso te pasa, Joaquín, por no haber muerto. Cuando te tocaba lograste escapar del Baile Rojo. Eso te pasa, Joaquín, por no quedarte quieto.
Pero no caíste sólo, Joaquín. Contigo fueron presos los que en vez de disparar escriben, y porque escriben en las palabras creen. Contigo en el avión viajaban los que por tu silencio matará impune el enemigo. Contigo en el avión viajaban la confianza esposada, la esperanza.
Pero no fue presa la voluntad. Te sacaremos de esa celda, camarada. Te debemos la lección del error, su vivo ejemplo. Te debemos la indignación, Joaquín, la furia renovada.
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