Simón
Bolívar y Juan Sebastián Bach preferían inhalar el tabaco en polvo
o rapé. Pero el pendejo de Marx fumó toda su vida y decía que las
ventas de su libro “El Capital” no dieron ni para pagar el tabaco
que fumó escribiéndolo, sin contar el haschich que tanto le interesó
en Argelia. Pendejos los millones de indígenas que durante más de
mil años fumaron la hoja de la potente y benéfica planta americana;
pendejos también los llaneros de Páez que fumaban antes de entrar
en combate; pendejos Albert Einstein y el Presidente Mao; pendejo durante
medio siglo el Comandante Fidel Castro y –en ocasiones especiales-
pendejo confeso mi Comandante en Jefe Hugo Rafael Chávez Frías, a
quien debo mi mayor gratitud por haber liderado la revolución que nos
saco de la injusticia y mediocridad de la maldita democracia representativa,
y por lo que yo, pendejo, a su salud y contra la mía brindaré a Chávez
las primeras placenteras bocanadas de todo lo que me fume desde hoy
hasta cuando me mate el cáncer, si antes no me destripa, trepana o
degüella la metralla imperialista.
“FUMAR
ES UN PLACER…”
El Siglo
20 fue, en su primera mitad, el siglo de los explosivos, los automotores
y los cigarrillos, a los cuales se sumaron, en su segunda mitad, la
radioactividad, los alimentos falsificados y la contaminación general
del ambiente.
El cine
difundió el cigarrillo porque los actores y actrices de Hollywood lo
tenían siempre en los labios, y los noticieros de guerra mostraban
soldados fumando felices, a sabiendas que en la obscuridad el punto
rojo del cigarrillo atraía la muerte. En “Noche y Niebla”, el famoso
cortometraje de Alain Resnais, aprendimos que en el hambre de los campos
de concentración un plato de sopa era tan valioso que se canjeaba “…por
tres cigarrillos”.
“GENIAL…”
El único
placer de la burguesía ha sido degradarlos todos. No se les escapó
el placer de fumar, que la industria hizo adictivo y malsano. Pero los
mayores daños al ambiente y la especie llegan sin placer, con el cambio
climático, la contaminación radioactiva y la falsificación masiva
de informaciones e imágenes que llaman “libertad de prensa”.
Los cigarrillos de hoy son un veneno, con unos 500 ingredientes químicos que los empresarios agregan a la picadura y el papel. Son tóxicos, para quienes los fumamos y para los “fumadores pasivos” que nos denigran y reprimen pero bien calladitos se tragan el humo de escape de los vehículos.
“SENSUAL…”
Dañino
el cigarrillo pero más dañina la mentira de donde vienen todos los
males que nos agobian. Razón tenía Marx diciendo que la misión histórica
de la revolución era instaurar la verdad en el mundo. Dañino el cigarrillo
pero más dañinos los burócratas que pretenden que Venezuela brille
en el concierto de naciones imitadoras del Imperio, funcionarios que
deciden lo que le conviene al pueblo, porque creen con Hegel que el
pueblo es “La parte del Estado que no sabe lo que quiere”.
HUMANAMENTE PLACENTERO
Lo humanamente
placentero de fumar un cigarrillo o beber una cerveza después de un
día de trabajo escapa al espíritu cartujo de la burocracia. Nadie
puede negar los inmensos logros del gobierno bolivariano en materia
de salud pública, pero este moralismo copeyano y la represión adeca
de los fumadores (QUE NO SON ILEGALES NI HAN PERDIDO SUS DERECHOS) es
un papelito que le queda muy feo a la revolución. Y la única razón
por la cual la oposición no lo utiliza contra Chávez en su guerra
sucia electoral es porque la oposición está de acuerdo con cualquier
afirmación del Estado contra el pueblo.
PROHIBIR,
PROHIBIR, PROHIBIR
Es fácil
prohibir lo que ya prohibieron los amos del mundo y sentarse a tragar
humo de escape esperando que gringos, japoneses y europeos impongan
restricciones a las emisiones del automóvil. La consigna hoy es “Venezuela
libre de humo de tabaco”: yo fumando espero la Venezuela libre de
humo de automóvil.
Hace unos
30 años Alemania fue de las primeras en prohibir el fumar en sitios
públicos (el alemán ideal debe ser como Hitler abstemio, vegetariano
y no fumador) pero tuvo que abandonar la idea de extender la prohibición
a los hogares porque no podían contar con los niños para denunciar
a sus padres fumadores. Solo la decencia de los niños alemanes (“Lamentablemente
no son como antes” comentó un legislador) impidió el renacer del
nazismo en la salud pública. Y los índices de cáncer alemanes no
han bajado ni un punto.
BURÓCRATA
NO INVENTA
O inventamos
o erramos. Inventar sería exigir que las empresas tabacaleras eliminaran
los químicos de la picadura y el papel o, si el cigarrillo es tan dañino,
clausurarlas. Producir (“Ay Cumaná quien te viera…”) verdaderos
‘cigarrillos’ o puritos bolivarianos para que el pueblo fume lo
que fuman los ricos. Reintroducir el rapé: la casa Dunhill de Londres
ofrece una gama interesante. Inventar sería…cualquier cosa menos
el atajo burocrático de prohibir el uso del tabaco en todos lados.
DÍA DE
BRUJAS
Confieso
que hace muchos años decidí dejar el cigarrillo en ocasión del Día
Internacional de no Fumar, pero di marcha atrás cuando escuché al
Dr. Penziny Fleuri decir que “besar una mujer que fuma es como lamer
un cenicero”. Ese día me limité a desearle al irrespetuoso doctor
tumores grandes como ceniceros en los lugares más incómodos y dolorosos
de su cuerpo, y brindé con un muy políticamente incorrecto vaso de
ron por los muy sensuales labios de las mujeres que fuman.
Seré
pendejo pero no fariseo, ni imitador de los gringos que claman contra
el tabaco mientras arrojan uranio empobrecido sobre los pueblos del
mundo. Seré pendejo pero no médico que quiere brillar en la medicina
internacional por prohibir el cigarrillo. Seré pendejo pero sé que
imitando a los gringos se termina siendo suyos. Esta pantomima represora
de prohibir fumar no es más que una fiesta de Halloween pulmonar, la
pequeña hazaña del adeco que llevamos dentro, esa manía del decreto:
en vez de organizar las cosas, ordenar a la gente. Ni que estuvieran
mandando los escuálidos…
GUARDAJUMO
Rodilla
en tierra con la Revolución: cuenten con mi vida porque no vale la
pena caer prisionero en un mundo sin último cigarrillo para el fusilado.
Pero, como a malandro viejo siempre le quedan balas, espero, antes de
caer, encender un último cigarrillo arrugado, fumarlo con fruición
viendo su humo azulado y exclamar: “¡Malditos gringos! ¡No sea pendejo
nadie…!”
rothegalo@hotmail.com