Consejos claves para los que deseen dedicarse a la política

Cuesta y lleva su tiempo crear una mentalidad patriótica, un nacionalismo que venza a los egoísmos locales. Eso primero que nada.

Y aquí vuelvo a insistir en las ideas de Maquiavelo que he venido tomando en cuenta en mis últimos trabajo, y que me ha inspirado la biografía escrita por Marcel Brión, Ediciones B, S.A., 2005, Barcelona.

Es importante que se sepa que la religión va unida a la política pero que son muy distintas, aunque en el fondo se necesite la una a la otra. El cristianismo preconiza virtudes que no se avienen con la acción política.

Aconsejaba Maquiavelo a los soberanos proteger y fomentar la religión, pero sólo por interés político no por espíritu de fe.

Por supuesto que un político debe ser un hombre que debe leer mucho, conocer la historia de los pueblos y sobre todo la de su propio país. Debe un político empaparse del conocimiento de la historia de Grecia y Roma, porque allí bulle la eterna confrontación de lo grandioso con lo perverso de los humanos.

Si se examina las instituciones y costumbres antiguas, se encontrarán cosas que se podrían revivir en una sociedad que no estuviera corrompida por completo. Por ejemplo: honrar y recompensar la virtud, no despreciar la pobreza, instar a los ciudadanos a quererse, a huir de las facciones, apreciar el bien común al bien particular.

Es muy importante esta observación clave para los que se dedican a la política: para Maquiavelo el fracaso no era un criterio de debilidad en sí. Continuaba admirando al hombre que fracasaba si éste era víctima de la fortuna adversa, si después de haber puesto todas las posibilidades de su lado, algún acontecimiento impredecible lo había abatido.

El destino era más fuerte que el individuo y Maquiavelo sentía por la fatalidad el mismo respeto y visión que experimentaban los hombres de la antigüedad, pero cuando el fracaso era la consecuencia de un error de cálculo, de un fallo interno, de la torpeza, o de la falta de preparación o de psicología, en suma, consecuencia de una debilidad del individuo, entonces le retiraba su admiración y sentía resentimiento por haber creído en él: se sentía engañado, decepcionado y embaucado.

Por otro lado un político debe ser lo suficientemente fuerte para resistirse a la embriaguez del éxito.

La política no en un asunto de corazón sino de inteligencia.

El corazón y la buena voluntad, los sentimientos generosos y lo ideal son virtudes caballerescas que no están excluidos necesariamente, sin embargo es importante que se administradas inteligentemente; hay en todo momento que aplicar la inteligencia práctica, el sentido de la oportunidad y el conocimiento perfecto de la eficacia.

La política no se hace con un alma bella y nobles intenciones.

La política es como una partida de ajedrez bien guiada, jugada por un hombre ejercitado, avezado a los fingimientos y a las dificultades, que sabe prever las sorpresas, y de antemano, está preparado para el contraataque, desde los primeros movimientos es capaz de adivinar el carácter de su adversario, sabe de qué manera jugarla.

El buen jugador de ajedrez tiene la cabeza y el corazón fríos.

Y el mejor jugador es el que gana la partida.

No hay que dejarse engañar por las argucias ni por las falsas apariencias el único criterio de excelencia es la victoria.

Los más filósofos nunca confundieron la doctrina teórica del bien con la aplicación necesariamente práctica de actuar de un hombre de Estado.

En Maquiavelo la pasión era lúcida, se esforzaba en la calma y la tranquilidad también en la objetividad, pero permanecía físicamente parcial y determinado.

La página en la que excusa a Rómulo del asesinato de su hermano, y lo justifica y lo glorifica, atestigua esa admiración sin límites.

Maquiavelo presenta las imperfecciones de Rómulo como cualidades y méritos de un espíritu sabio.

No condenará a un hombre superior por haber usado un medio ajeno a las reglas ordinarias para el importante objeto de regular una monarquía o fundar una República.

Lo que es deseable es que en el momento en que el hecho le acusa el resultado pueda expulsarlo, si el resultado bueno se le absuelve, tal es el caso de Rómulo no en la violencia que repara y no la que destruye la que hay que condenar.

Lo que prueba que Rómulo era de los que merecen ser absueltos por haberse deshecho de su compañero y de su hermano; lo que hizo sólo fue por el bien común y no para satisfacer su ambición.

El desinterés y la pureza también eran elementos constitutivos de la virtud antigua.

Ese culto a la virtud confiere una incontestable nobleza a su pragmatismo, que sin ello sería bastante limitado y poco estimable. Su ética era rigurosa, severa, y sus leyes, conforme con las de la moral al uso, tiene algo de austero y de grave, que impone respeto, sino la aquiescencia.

La virtud tanto para Maquiavelo como para Bolívar era la mejor política.

El ideal de Maquiavelo era crear al líder y a través de él realizar su gran reforma social.

Maquiavelo practicaba la virtud del desinterés y no tenía ambiciones personales, se contentaría con trabajar por el bien público y formaría sus lecciones y consejos al futuro jefe, para eso había trabajado, reflexionado, leído y escrito tan sólo por eso entró en la administración para perfeccionar su experiencia política. Y con ese objeto escribió sus obras. Mentor del Príncipe, a través de él quería dar leyes.

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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