La vida de Nixon Moreno en Perú es un poco abúlica, como abúlica su formación moral y humana. Patricia Poleo está ya un poco decepcionada de él: no es el hombre que se imaginaba. Ella que le lleva casi veinte años, desde que se unió en matrimonio con el fugitivo de Mérida, ha envejecido, se le ha caído el pelo, ha engordado, está abandonada.
Patricia nunca supo vivir al lado de un hombre, nunca llegó además a amar a uno sólo de cuantos tuvo. Todos los amores de Patricia fueron producto de su capricho, de su tozudez y ninguna de estas relaciones pasaba más allá de dos días, o máximo una semana.
Nixon aunque no nació para aburrirse porque no tiene condición para eso, su mundo es divagar, comer, pasear, dormir. Tampoco la política le atrae porque nació torpe para el estudio y para la honestidad, igualmente para el análisis de la situación social o humana. Desde muy joven confundió la política con el estrellato de televisión. Y allí en Perú dando tumbos y conversando con cabeza e’ Motor, continúa pudriéndose en la mayor inanición. Ve a Venezuela como un punto diminuto y oscuro en su desperdiciada existencia.
Ahora bien, Patricia buscó a Nixon por su descaro, por el morbo que despertó en ella su prontuario.
Pero Nixon teme que de un momento a otro Ollanta Humala le pida que desaloje el país, y tenga entonces que ver cómo hace para huir a Costa Rica. Se ha comunicado en varias ocasiones con Luis Velásquez Alvaray y se pasea con frecuencia por los consulados de Chile, Honduras y Panamá. La última vez Luis le tiró el teléfono. La situación en América Latina se le complica. Sólo les quedará la meca de los apátridas: Miami. Entonces se le ve comer en el restaurante La Capa Roja, con lentes y de gorra, con chaqueta de similicuire, donde establece relaciones con venezolanos que le llevan billete y alguna información en clave. Su mujer en Miami, matrimoniado a la defensiva, como quien dice es algo que ni le va ni le viene. Nixon no sabe escribir una línea correctamente, y está cogiendo un curso por correspondencia, pero le fastidia horriblemente tanto la escritura como la lectura.
Hace mes y medio asistió en Lima a una reunión en la que se encontraban Manuel Rosales, Didalco Bolívar, Eduardo Lapi, Carlos Ortega, Oscar Pérez, Ramón Martínez, Popo Barraez y Carlos Barboza. En esa reunión, Didalco le dijo a Nixon: “-Oiga amigo, vaya buscándose otro nido porque aquí la cosa se pondrá fea. Yo me regreso para Venezuela”.
Dicen que Nixon sufrió un yeyo.
Cabeza e’ Motor enfermó, a Lapi se le vio cogiendo hacia la selva de Amazonas, Carlos Ortega no sale de su covacha y Ramón Martínez se fue a Panamá.
Qué vida, señores.
jsantroz@gmail.com