Calladito Pablito clavó un clavito -perdón- un puñal en la espalda de Manuel Rosales, su maestro -¡Vaya maestro!-, y calladito se ubicó en los primeros lugares de la preferencia de una oposición atiborrada de aspirantes pero huérfana de opciones.
Hubo entre la gente pensante de este país una mínima esperanza, un ingenuo deseo que no se les iba a cumplir: Que Pablo no fuera un Rosales más joven. Que resultara un elocuente político con una visión alternativa, clara y coherente, eso sí, capitalista, plis, porque a la gente pensante le choca el comunismo. Que fuera un mentiroso hábil, que incluyera al pueblo solo de manera retórica, como debe ser, y que no viniera con babosadas como de Barrio Adentro, Canaimitas, Mercal y Misiones de todo tipo, beneficios para gente que, según los expertos opositores, no merece y no sabe valorar ese tipo de cosas, por lo tanto invertir en ellos es un despilfarro.
Pablo mudo habría sido perfecto, pero Pablo tuvo que abrir la bocota. ¿Cómo no hacerlo?¿Cómo hacer campaña sin decir ni pío? y más aún: ¿Cómo decir pío sin meter la pata cuando su mentor ha sido Manuel “Canto de Ballenas” Rosales? La gente de la oposición, otra vez, estaba pidiendo peras al “horno”.
Pablo, haciendo honor a su traicionado maestro, propuso acabar con este comunismo que tiene a Venezuela sumida en un caos de récord de viajeros en el aeropuerto de Maiquetía, de centros comerciales epidémicos, donde no cabe una camionetota más, donde para los restaurantes súper fashion y súper caros siempre es viernes. Este país de universidades gratuitas donde pululan los estudiantes manos blancas, soldaditos de la NED… Y no hablemos de los índices de inclusión social porque el mundo opositor prefiere lo exclusivo.
Pues Pablo dijo basta y quiere dar un giro copiando los modelos ¿exitosos? de Chile donde, según su presidente ”Nada puede ser gratis” y “la educación gratuita atenta contra la libertad”; y de España, un estado donde falta el dinero y sobran los indignados. Solo le faltó a Pablo incluir a Grecia en su paquete -neoliberal- pero no lo hizo porque lo único que sabe de este país es que ahí, hace dos mil años, nació Montesquieu.
El sueño de Pablo sería la peor pesadilla de una clase media globotizada que no sabe lo que tiene y que apuesta a perderlo todo.
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