Hace un par de años inicié acercamientos a comunidades en las márgenes de la zona contigua al Territorio Esequibo que Venezuela reclama desde su formación como república. Como es de dominio público, el estado de la reclamación ha dejado en situación de orfandad la integridad territorial de nuestro país que, como lo recoge la constitución, se remonta al territorio que pertenecía a la Capitanía General de Venezuela y los laudos arbitrales o procesos de demarcación no viciados de nulidad. Esos acercamientos fueron fortalecidos con un grupo de pregrado de la Universidad en la que mantengo labores de investigación y docencia, pero el fin era completar un trabajo de investigación que terminó titulándose: “Geohistoria de los espacios periféricos – fronterizos (Caso de San Martin de Turumbang)”; investigación ésta que apuntaba a problematizar la noción de frontera y las condiciones subjetivas que se mueven en las dimensiones del territorio, en especial por la condición relativa producto de la diversidad de pueblos indígenas que se extienden a ambas márgenes del Río.
El trabajo con la comunidad permitió, lejos de la visita clásica de los investigadores, alcanzar un nivel mayor de relaciones con la comunidad, su capitán, miembros del pueblo Akawaio y, así entrar en contacto con uno de los diferendos más largos de nuestra historia, sin dejar de recordar que otros puntos neurálgicos siguen siendo el Golfo de Venezuela, la reclamación colombiana, y uno más suavizado a partir de los acercamientos con PetroCaríbe y el Alba como es el de Isla de Aves. No es la misión de este artículo revelar cada paso de esos encuentros ni los resultados académicos que han sido ya expresados en la mencionada tesis, el caso de que hoy haya reaparecido en el tapete el tema del diferendo y los intereses de la República, lo cual requiere mucho más que una pasada rápida por el tamiz mediático que ha focalizado su atención en las aspiraciones de la República Cooperativa de Guyana de extender su plataforma continental. Explotado el tema en un preludio electoral, las posiciones han venido y contravenido en el mar de la disputa de las próximas elecciones, que lejos de fortalecer la temática, la banaliza y desvirtúa la importancia que tiene. Algunos ni siquiera recordaban el Esequibo como parte integrante del territorio venezolano, el proceso de “degradación de la soberanía” que se ha expresado gráficamente en la ausencia de una buena formación escolar en materia de geografía y fortalecida por los diferentes medios de comunicación incluyendo los estatales. Son un sinfín de páginas Webs, Mapas Oficiales, Cuñas Televisivas y hasta libros de historia y geografía donde este diferendo prácticamente ha desaparecido, un proceso fortalecido con el surgimiento de la República de Guyana y las frustradas rebeliones del Rupununi y la toma de la Isla de Anacoco que hicieron perder la brújula de una solución real al conflicto Esequibano.
Si estudiamos con seriedad los impactos de la Guerra Fría en América Latina, no hay dudas que la Rebelión del Rupununi pertenece a esta lógica de disputa donde una Venezuela pro estadounidense avivó el conflicto histórico con la misión de detener las aspiraciones izquierdistas en la naciente Guyana y, representadas por Jagan a posterior. Momento clave del activismo cubano en el Caribe que llevó a condenar la actitud venezolana y a desconocer la legítima aspiración como país, de sus casi 150.500 Kilómetros cuadrados. Décadas después nos encontramos en una escena totalmente distinta, Guyana ha sido más pragmática y, trata de aprovechar las condiciones de la Región acercándose a iniciativas como la UNASUR y el PETROCARIBE. En la década Chávez, el nivel de tensión bajó a niveles suficientes para hablar de buenas relaciones expresados en la cooperación en algunos casos, lo que puso sin duda la piedra angular de amplitud de la política guyanesa tradicionalmente anclada en el Caribe y fortalecida en el CARICOM.
No es nuevo que Guyana intente persuadir a la opinión pública regional de sus aspiraciones a una salida definitiva al diferendo, que concluya con la renuncia por parte de Venezuela a sus demandas, hay que recordar que nuestro reclamo se estima en casi un 60 % del actual territorio de Guyana. Partiendo de la integración regional y la multipolaridad expresada en el proyecto político del presidente Chávez, la diplomacia guyanesa ha jugado al acercamiento y presión en los organismos como la ONU para distraer la atención de los problemas que hoy se padecen en el territorio Esequibo. Hay errores en la última década indudables que se expresan en la ausencia del Estado venezolano en las propias poblaciones contiguas como San Martin de Turumbang en el Estado Bolívar, pero la génesis es mucho más profunda y, lejos de lo que algunos sostienen como tradición pacífica venezolana la política de buena vecindad, desde nuestro surgimiento como República fuimos víctimas de la injerencia imperial en las negociaciones fronterizas y el entreguismo de la élite criolla que no sólo perdió parte del Territorio con Colombia y Brasil sino que fue ineficiente en la contención de las aspiraciones Británicas de la época.
Nuestro país ha apoyado a Argentina en su reclamo de las Malvinas y el de Cuba sobre Guantánamo, sería absurdo pensar en desconocer el diferendo con Guyana; primero, por una razón de congruencia en el discurso, y segundo, por una condición legal establecida en nuestra constitución en el artículo 10. Pero, la dinámica diaria nos arroja en esa zona de contigüidad a flagelos profundos que van extendiéndose y se fortalecen con las ausencias por parte del Estado Venezolano, en primera instancia he cuestionado la inexistencia de un plan, proyecto o programa especial para el Esequibo, todo se ha limitado a las diferencias o acercamiento entre Georgetown y Caracas. Los grandes ausentes han sido y son las comunidades que habitan ambas márgenes; ha imperado sin lugar a dudas la lógica de fronteras, a partir de dispositivos militares como única expresión del Estado y su réplica en Guyana, hay que recordar que no ejercemos ningún tipo de soberanía en el territorio Esequibo allí sólo se despliegan efectivos de la policía de Guyana. La condición particular de los pueblos indígenas y los impactos de esas ausencias en el incremento importante de la minería ilegal, contrabando y narcotráfico, aunque legalmente para Venezuela el Esequibo no sea una “Frontera” en la práctica la dinámica que se ha generado es ésta, esta situación pone en grave riesgo la integridad territorial y la seguridad de las poblaciones aledañas, lo que se refuerza con la mirada casi exclusiva sobre la Frontera Colombo – Venezolana caracterizada como una de las de mayor movilidad en la región.
Considero que el tema reviste mucho más importancia que un simple llamado de atención por las aspiraciones de extensión Guyanesa de su plataforma continental, nos llevan a pensar en varios factores a lo interno, desde lo educativo – formativo hasta el ejercicio pleno de ciudadanía, una educación pobre en el manejo básico de la geopolítica nacional da como resultado la confusión sobre esta problemática. El problema de la reclamación nos coloca frente a grandes desafíos, sobre todo en las aspiraciones de construcción de un mundo multipolar, pero involucra detenerse seriamente a revisar en qué forma estas ausencias de ambos Estados han ido permitiendo un grave deterioro de la calidad de vida de quienes habitan ambas márgenes y de la situación de equilibrio ecológico en una región sensible debido a sus fuentes hídricas y riquezas forestales. Este es posiblemente uno de los temas más complicados de resolver en el corto plazo y sobre el que sin duda esa “nueva política exterior” guyanesa tratará de aprovechar para zanjar el diferendo, a Venezuela le asiste el recurso de la negociación pacífica y la estrategia de integración para mantener a raya un posible conflicto bilateral que enturbie el proceso de acercamiento entre ambos Estados.
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