El derrocamiento de Isaías Medina Angarita respondió más a intereses del capitalismo norteamericano que a la propia acción desplegada por políticos de partidos como Betancourt y quienes dirigían su partido AD.
En aquella época se organizó en Venezuela una especie de MUD con Betancourt a la cabeza. Indirectamente estaba también involucrado Rafael Caldera, quien aportaba su grano de arena con el ala cristiana del incipiente adequismo.
Los gringos con sus monopolios, negocios y pervertidas acciones militaristas, estaban creando una historia que iba en contra del propio carácter y desarrollo de las naciones de América Latina. Ninguna acción propia, genuina y nacida de las raíces históricas de nuestros pueblos podía prosperar cuando ésta era horriblemente adulterada por la compra de conciencias por parte de nuestros mercenarios politiqueros, de los banqueros de Nueva York, de los dueños de las petroleras, de los jeques del tráfico de armas y de los inversionistas de Wall Street.
No hubo país en nuestro continente cuyas bases institucionales no fuesen estremecidas por esa caterva de feroces mafiosos como el Teddy Roosevelt, Harry Truman, Eisenhower, Nixon, Reagan, los Bush. Estados Unidos, desde la época del propio Tomás Jefferson no tuvo estadistas en la Presidencia sino más bien matones, descarados y fanáticos amantes de la guerra y de los intervencionismos en la política de otras naciones.
Derrocado Medina, será la misma embajada norteamericana la que le dará luz verde para que se menoscabe el gobierno de Rómulo Gallegos. A los directores de la CIA les encanta hacer experimentos provocando frecuentes cambios en nuestros gobiernos, de manera tal que nunca puedan hacerse fuertes, recuperar sus memorias, estabilidad social y económica, u obtengan una visión propia de sus males y traumas. Lo hace la CIA con su propia gente, qué se puede esperar de los pobres pueblos desquiciados por sus intervenciones.
Será el propio embajador norteamericano en Caracas quien dirija las acciones del desalojo de Gallegos del Palacio de Miraflores. Con todo lo ilegal que podía tener el gobierno de Gallegos, sin duda que en algún momento su funcionamiento podía dar frutos que rectificaran los daños hechos a la institucionalidad democrática. A la larga, con grandes dificultades podríamos ir encontrando nuestro propio camino. Esto lo comenzó a ver como algo muy grave el Departamento de Estado.
Había que impedir a toda costa cualquier camino en el que se pudiese ver el menor asomo de soberanía nacional, independencia económica y organización con discusión política abierta en la calle. Lo más peligroso era que aquella novedosa agitación con pedidos de libertad, salarios justos, de tierra para el que la trabaja, educación y salud para todos, pudiera adquirir otro cariz al llegar a los cuarteles, la fuerza de ocupación por excelencia al servicio de los intereses estadounidenses.
Gallegos derrocado, tuvo al menos la dignidad de no refugiarse en Estados Unidos, pero Betancourt sí escogerá la tierra del Tío Sam contando con que allí se le reconocerán los espléndidos servicios prestados a las grandes compañías americanas, y con que luego ese Tío le repondrá en el poder. Luego serán los propios agentes de la CIA quienes darán la orden para que se asesine a Carlos Delgado Chalbaud, en un intento por impedir que este venezolano siga los pasos de Irán y México en cuanto a la nacionalización de las empresas petroleras. Es así como se impone también desde el norte el gobierno de Pérez Jiménez, hasta que finalmente, con el Pacto de Nueva York (Punto Fijo), los gringos encuentran la panacea para instalar en nuestro país una sólida dictadura de partidos guarnecida con el bello traje de democracia representativa.
jsantroz@gmail.com