¿Aló, Mayu, amigui? -Pregunta Clara con un lastimoso hilito de voz. -Hola Clari, ahorita no puedo porque vine a sacarme el pasaporte porque tú sabes que nos vamos de vacaciones a Europa, oootra vez, y mi pasarporte está kaput, o sea, muerto, o sea dead, te imaginarás que con esta viajadera no le queda ni una paginita libre para los sellos, you know… Lo bueno es que ahora, te lo juro, chama, se sacan en un tris. Hace una hora que llegué y ya me lo están entregando… Te quedas loca, amigui, nada que ver con el rollo del consulado y el pasaporte español… ¿Aló, aló? ¿Clara, amigui? ¡Ay! se cortó…
No puede ser, Mayu, mi amigui del colegio, de toda la vida. -Tambaleante, Clara busca apoyo en la pared de vestuario del gym-. ¡Mayu chavista! Si no lo hubiera escuchado con mi propio Iphone pegado a mis propias orejas no lo creería… Mayu, la muy traidora, muerta de la risa en una oficina gubernamental, celebrando una eficiente mentira, comparando esta dictadura con la real democracia española… Tan solo pensar que apenas hace un año soñábamos con multitudinarios cacerolazos llenas de ilusión y esperanza… ¡Borrada! clic.
Desconfiada, -¿y cómo no, pobrecita?- Clara entra al salón de yoga. Necesita meditar, relajarse, ver un destello de luz en este mundo de sombras, de dudas, de terribles certezas… ¿Qué es eso? ¿Colchonetas rojas? ¿A cuenta de qué si las azules estaban bien, además el azul es un color tan relajante y el rojo tan despreciable? ¿No será una nueva técnica cubanizante? ¿Cómo que el rojo es pasión, Isabela? ¿Y tú quieres que yo me acueste a hacer yoga en esa porquería comunista? Tú que viviste en Miami, que te casaste con Mike y tienes green card ¿Me vienes ahora con que el rojo es solo un color? Si quieres defender al profesor de yoga que se la echa de hindú y que todos, aunque disimulamos, sabemos que es de Catia allá tú. ¡Yo no hago yoga con chavistas!
Del yoga al spinning donde la gordita de enfrente jadeaba uh… ah… uh… ah... Y Clara maldiciendo la estaticidad de la bicicleta estática que no avanzaba a toda velocidad para atropellar a esa gorda evidentemente oficialista. Del spinning a la casa… no, ahí está el apátrida de su casi ex marido… Un smoothie, plis, es todo lo que necesito...
En la barra del Fruity Kabooty, Clara pide su smoothie de parchita, que ahí tiene un nombre nice y se llama passion fruit. Delicioso, natural, fresco… Oh my God! ¿Qué dice ese pote de yogur? ¡Los Andres! ¡Hecho en socialismo! ¡Fruity Kabooty es chavista!
A Clara se le nubla la vista, ve rojo, ve negro y pierde el sentido… -Si es que alguna vez lo tuvo-.