Nunca habría soñado ver una cadena presidencial con cafecito, como en una merienda de amigos; pero hay sueños que uno no se atreve a soñar y se convierten en realidades, así, como para decirte: Carola, gafa, nunca, nunca deja uno de imaginar lo imposible, de desearlo, de buscarlo porque lo imposible está ahí esperando ser imaginado por algún loco bonito.
Y hablando de locos bonitos mencionaron mi Presi y la Presi a mis locos favoritos, que eran también los suyos, y en cadena nacional me encontré merendando con Bolívar y San Martín, con Dorrego el loco - no faltaba más-, Belgrano, y con la locura de revisar la historia para contárnosla desde nosotros mismos, y hablábamos de Caracas, Salta y Tucumán como si fueran la misma cosa, ¡qué locura! porque son la misma cosa.
Cristina, y mi Presi se quitan la palabra uno al otro y yo le quito la palabra a los dos mientras envío un email emocionado mi amigote en Buenos Aires que shora como un niño porque es loco también.
Y la locura bicentenaria de nuestros libertadores parece dar frutos en nuestras manos, como si por fin hubiésemos encontrado las piezas del rompecabezas, como si hubiésemos resuelto algún complejo acertijo que siempre fue tan simple, como si el viento soplara a favor, y aunque soplara en contra, porque los locos no le paramos al viento cuando tenemos un sueño entre ceja y ceja.
En nuestras manos está la ineludible responsabilidad de construir sueños porque es la hora, porque están casi maduros, porque dudar sería perdernos. Y yo, mientras meriendo desde mi casa con Cristina, mi Presi, con mi amigo Goro shorando de sueños posibles allá en Buenos Aires, celebro estar viva en estos momentos y poder escribir parte de esta historia con mi puño y tecla.
Iba a escribir sobre la importancia del CELAC y termino celebrando la locura de perseguir sueños. Y es que justamente de eso se trata, de la locura, la maravillosa locura de vernos a nosotros mismos, desde nosotros mismos. Que las alegrías en Salta o Tampico, nos alegren en Margarita...
Y empezar como empezamos: declarando esta tierra tantas veces violentada territorio de paz. Y desde la paz, desde lo que nos une, tomar las riendas de nuestro destino.
Y seguiremos soñando porque lo malo es no atreverse a soñar.