Hay quienes hablan horrorizados de un país dividido, rememorando con añoranza un “país de todos” que nunca fue. Gente decente y pensante, militantes del ojos que no ven corazón que no siente… Corazón que de no sentir termina pareciendo un hígado bilioso.
Amargos intentan en vano hablarnos de un país para todos, las mismas voces que siempre todo lo negaron y, como a palabras necias oídos sordos, recurren a sus armas habituales: la trampa, la conspiración, la mentira, la violencia, el estorbo, el secuestro, sí, el secuestro.
Víctimas de un síndrome de Estocolmo colectivo, personas buenas bailan al son macabro que toca Globovisión. Mamás conjurando invasiones, bombardeos, linchamientos tipo Libia, aquí mismo, donde crecen sus hijos. Abuelitas que piden fervorosas a la Virgen por la invisibilización de los hoy visibles, y peor: rezan por la muerte del “negro de mierda -Perdón virgencita pero tu sabes que es un negro de mierda-” que los alborotó. Papás juguetones que enseñan a sus niños a odiar a otros niños, por pobres, por chavistas…
Cadenas de mensajes siniestros celebrando una muerte que nunca llega. Anónimos que juran venganza, que no tendremos donde escondernos, que pagaremos caro por la osadía de querer que los derechos no sean privilegios.
Ya ha pasado otras veces, demasiadas veces como para no haber aprendido, pero la gente pensante no tiene nada que aprender. Por eso aplauden golpes de estado, imploran que venga a nosotros Pinochet. Plan Condor, plis, que la gente decente callaría y otorgaría hasta que Globovisión les indique que ya la pesadilla chavista pasó.
Trece años con los colmillos afuera y hoy se muerden los labios, invitándonos a votar por ellos, disimulando muy mal el odio al que se han consagrado. Hoy nos hablan, con sonrisas acalambradas, de “revolución emprendedora”, de “país tricolor”, de “la mejor Venezuela”, llegando incluso al delirio amnésico de ondear, “y a mucha honra”, banderas blancas de “con AD se vive mejor”.
Abrazan viejitas, siempre sufridas, siempre llamadas Petra; cargan con grima a negritos mocosos; con gestos de cine mudo denuncian injusticias que ellos mismos patrocinan, crímenes que no han querido evitar. Y Maricori, primeriza en el Metro, viaja rodeada de periodistas, que nos dicen que ella es como nosotros, y que si no lo usa más es porque el comunismo excluyente no le hizo una parada en el Country Club.
Prometen preservar los logros de este gobierno que según ellos no ha hecho nada. Ojos que no ven, se frotan las manos y les late el bolsillo, imaginando el momento de desmantelar las misiones y unir al país como ellos saben: borrando otra vez a quienes hoy, culpechavez, son molestamente visibles.
Y tienen el tupé de pedirnos el voto. Ojos que no ven que no somos idiotas.
carolachavez.wordpress.com