Es un privilegio trabajar en su perímetro. Y es un privilegio dado por la certeza de que somos un pueblo heroico que, alguna vez y ya nunca más, tuvo problemas de autoestima. Problemas labrados perversa y pacientemente, con la intención de frenar nuestro natural espíritu libertario. Y es que la nuestra no es menos que la Bolívar de Bogotá, ni que El Zócalo de Ciudad de México, ni que la plaza de Mayo de Argentina , ni que cualquier plaza de cualquier indignado del planeta. Porque trabajar allí es tocar la patria.
Ese espíritu libertario que se respira hoy, que respiro hoy en la plaza Bolívar, a casi dos años y medio de la existencia de Ciudad CCS, es diferente. Y la diferencia entre aquel antes y este después es la cantidad de gente que la visita, que visita otras plazas. La cantidad de gente que visita el casco histórico.
La Plaza Bolívar es hoy una fiesta. Antes era sólo un lugar de paso. Estaba acondicionada para no estar, para no compartir, para no sentirla. Los fantasmas de héroes, pero nunca de las tumbas, acogen cientos, miles de acompañantes. Lo que sucede en la Plaza Bolívar es la extensión de lo que sucede en otras plazas de Caracas. La Diego Ibarra se impone con su gran tamaño, propicio para acoger multitudes con ansias lúdicas. La Alí Primera, antes Henry Clay, es una estampa de la Caracas de antaño, acompañada por el Teatro Nacional y la voz del cantor del pueblo. Ahí los fantasmas cantan y están sentados en los bancos.
La plaza Bolívar está rodeada de lugares amables. Un lugar amable donde parar y descansar y tomar chocolate y café, de la mejor marca del planeta, la marca Venezuela. Un lugar amable donde parar y probar las pizzas, la carne y el frijol de Evio Di Marzo. Un lugar amable donde parar y ver un buen concierto. Un lugar amable donde disfrutar de una obra de teatro. Un lugar amable donde hay bancos para sentarse. Un lugar amable donde buscar un libro. Un lugar amable donde exigir sin atropellar y donde servir sin irrespetar. Un lugar amable donde sentirse ilustre. Un lugar amable donde sentirse seguros. Un lugar amable donde se es testigo de amoríos. Un lugar lleno de niños y niñas correteando palomas.
Como cuando el amor llega de improviso y nos sorprende, nos volvimos a enamorar de Caracas y de su plaza. Es un gozo privado que quería compartir. Esta historia continuará…
mechacin@gmail.com
@mercedeschacin