Unos nacen con estrella y otros nacen estrellados, cuenta el refranero popular. William Ojeda inicio con relativo éxito su carrera política. El abordaje inicial en los autobuses dela izquierda le hizo de alguna fama, sobre todo cuando escribió y publicó su libro referente a la corrupción judicial en la cuarta república.
En los inicios apoyó a Chávez, cuando todavía no mostraba sus ímpetus de ambición de poder que nunca ha podido cristalizar. El indiecito nacido en Petare ha querido siempre ponerle la mano al coroto municipal de su lugar y para ello desde principios de la revolución no ha dejado de tocar toda puerta por embarrada que se encuentre, para el intento desbocado de su codicia personal. Y después de tocar por la izquierda se desbocó por la derecha. Quiso así entonces, ganarse la simpatía de la oligarquía. Empero, el libro que escribiera hace quince años, se había constituido en la sentencia que cercenaba el paso de Ojeda a los preámbulos celados de la opulencia corrupta de Caracas. Ahora, cuando vio en las primarias de la oposición la posibilidad señera de candidatearse para la alcaldía de Petare, coqueteó duro con Primero Justicia con una ingenuidad rayana en la estupidez.
Creyó el pobre William, que la Comarca de Capriles le daría el pasaporte al cabildo Petareño. Pero se estrelló porque la Comarca justiciera apostaba por Juan José Caldera, acérrimo amigo y fiel cumplidor de los mandados de Borges. De manera que el sucesor de Ocariz en Petare, ya estaba predestinado y para nada iban a aceptar que un recién llegado de veleidosas posturas en el concierto burgués, se acomodara tan plácidamente en la poltrona del cabildo sucrense.
Por eso otra vez, en el accionar político, se peló William Ojeda. Ya entonces, este pelón de estos últimos días, tendrá que sumarse el timonazo a la derecha que produjo Ojeda hace diez años, su equivocada acción militante con Nuevo Tiempo, donde no ha tenido alguna connotación y los frecuentes discursos de baja monta en el parlamento, lo han colocado con un perfil de persistentes derrotas que lo han colocado en una condición de conmiseración política.
Así entonces, las incursiones políticas de Ojeda después que se le hizo antipática la revolución, han sido muy erráticas. Esta vez como casi siempre, William Ojeda escupió para arriba y el diablo le devolvió un gargajo.
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