Con la sensación terrible del mal que aqueja a nuestro Comandante, salí ayer a la calle.
Imaginando tantos escenarios.
Pensando el futuro como algo pasado.
Imaginando las calles colmadas de gentes ateridas de desamparo en medio de una oscuridad que hace más de una década fue nuestro pan de cada día: Los rostros cuajados de dudas, los ojos secos de tanto llorar, de tanto sufrir.
Como si se presentara un cataclismo, una debacle total, una guerra, como si la muerte estuviera cerca.
Vi multitudes agolpadas a las puertas de los bancos, de los mercados, de los hospitales, de los cementerios. La gente corriendo muy alarmada.
Nadie supo cómo pudo caer en tamaño engaño, pero por un acto de martingala las gentes se pusieron a jugar con el destino.
Con el destino se juega.
Ahora estos seres que habían tomado a la ligera la política, débiles de conciencia, pedían, imploraban a Dios que el Comandante Chávez volviera.
Era un latigazo brutal que los había dejado sin aliento.
Se trataba de los llamados Ni-Ni, de los ambiguos, de los ambivalentes, de esos profesores universitarios que claman todos los días por plata y que lo único que saben es pedir y pedir; los manitas blancas ya no se veían por ninguna parte; la llamada sociedad civil había desparecido; las damas de negro no aparecían por ningún lado; ningún supremo escuálido quería dar la cara; todos a una rogando a Dios porque Chávez volviera.
Todo eso lo veía uno como en un sueño del futuro, que ojalá nunca llegue a darse, que ojalá nunca llegue a ser realidad.
Muchos de los que hoy son profundamente descreídos y que no saben por qué razón odian a Chávez, los veía clamando a Dios por el regreso del Comandante.
Imaginaba de nuevo esa sensación del desespero en las calles, plagada la nación de malsanos rumores pero ahora sí todos con el corazón en un vilo.
Y la poderosa prensa callando, negando el clima de frustración y de desesperanza.
La radio silenciando el estado de tensión mortal que cunde por los barrios, en las calles, la televisión ahora sí negando todo tipo de información y diciendo que la inseguridad ha sido borrada del país; que nadie es asesinado, que todo se desenvuelve en santa paz.
Queridos hermanos lectores, no saben ustedes cuán duro ha sido para nosotros el saber la terrible noticia de lo que aqueja al Comandante. Una verdadera tragedia para el mundo entero. Como nunca en la historia de la humanidad un hombre se nos ha vuelto tan necesario. Nadie como él es tan tremendamente esencial en este inicio del siglo XXI.
Todos esperamos que se reponga y que vuelva al combate.
Es tan duro admitir lo contrario.
Es tan duro admitirlo. Que estés pronto entre nosotros pronto querida, noble, sabia, humilde y grande alma.
Que estés pronto entre nosotros…
jsantroz@gmail.com