La defensa a ultranza del derecho de propiedad, como el derecho por excelencia, prioritario por sobre los derechos sociales, es revelador del sustrato ideológico que le sirve de base a estas fuerzas políticas. Se defiende un derecho individual, por encima de los derechos colectivos, se defiende al egoísmo frente al altruismo. Aun cuando se piense que se debe garantizar y proteger el derecho de propiedad, este no puede ser superior a derechos que pertenecen a la colectividad como un todo. Considerar que se tiene el derecho a usar y abusar de la propiedad, aun en perjuicio de nuestro prójimo es reflejar una posición inconcebible en pleno siglo XXI.
Tal postura constituye un enorme retroceso en el país, que se remonta a Constituciones que consagraron el Estado Social de Derecho según el cual los derechos colectivos tienen preferencia sobre los derechos individuales y el derecho de propiedad de limitarse y someterse a la función social que debe cumplir. Constituciones como la de 1947,1961 y por supuesto la de 1999 que establece El Estado Social de Derecho y de Justicia son opuestas a esta línea de acción.
La versión neoliberal se sustenta en una afirmación simple y llana, hay que apoyar a la oligarquía, al poder económico, para que haya progreso y desarrollo. Establecido este postulado los beneficios para el resto de la población se irán viendo poco a poco. En la práctica ese derrame de bienestar para todos no se produce nunca, ya que lo que ocurre es una mayor concentración de la riqueza en escasísimas manos. Como lo que se busca es malcriar a las clases altas, las medidas que se adoptan implican perjuicios directos a la clase trabajadora. Disminución de la inversión social, aumento de la edad de jubilación, cero aumentos salariales, los derechos sociales se ven constreñidos en función de la protección de los derechos individuales. Como está ocurriendo en Europa y en el propio imperio norteamericano, generando la "indignación" de mucha gente.
El egoísmo se convierte en valor positivo, el altruismo es un defecto o debilidad humana que hay que desterrar.
El Estado en este contexto se reduce a su mínima expresión y sólo debe cumplir la tarea de proteger los intereses de la clase dominante. Hay que privatizar hasta empresas estratégicas como Pedevesa.
La autodeterminación de los pueblos se debilita frente a los grandes intereses transnacionales. Hay que abrirle las puertas al imperio y a sus empresarios, no negarles nada. En cambio no se puede ser solidario con países débiles. Al imperialismo todo, a los subdesarrollados nada. Hay que pertenecer a la lista blanca de los proimperialistas y seguir al pie de la letra sus instrucciones.
El resultado por supuesto es nefasto para nuestras economías que se ven devastadas y se hipoteca nuestro futuro como país.
Así vemos como líderes de la derecha critican la solidaridad con los vecinos, pero se abren desvergonzadamente ante el imperio. Allí se observa lo que vendría si volviesen al poder. El neoliberalismo salvaje con todas sus consecuencias.
Frente a ello las llamadas, despectivamente por los medios de derecha, "chusmas chavistas" saben cómo deben actuar para conservar este proceso, que, con todos sus defectos, es lo más cercano a lo que el pueblo trabajador requiere. En octubre es la cita para ratificar nuestro apoyo contundente a este esfuerzo por hacer reinar la justicia social.
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