Cuántos locos balbuceando, como perros de Pavlov en la calle

Las palabras “masacre” y “genocidio” ya las tenían preparada desde 1998, cuando Chávez asumió la presidencia.

Ya entonces se hacían correr bolas de que Chávez le daba de sopapos a su esposa Marisabel, y que también le había dado palizas a su primera esposa.

Ya era también constante y probado para muchos que además Chávez era un semental bestial que se estaba acostando con MEDIO MUNDO.

Pero aunque Chávez era ese “monstruo” peor que Duvalier, más degenerado que Anastasio Somoza, más repelente que Lilí La Pantera, más despreciable que el dictador Trujillo o Pinochet, el “tipejo” para los medios todavía no acababa por mostrar un solo preso político ni nadie había muerto en los convulsos enfrentamientos callejeros inflados con desmedida crueldad por casi todas las televisoras privadas.

Lo del “genocidio” y “masacre” de vez en cuando alumbraba para darle ese toquecito esencial que requiere la opinión mundial para de allí pasar al empujoncito que nos conduzca a la exquisita matazón de una guerra civil (a la española).

Marta Colomina como lora maltratada a paraguazos aparecía cada mañana hablando de la fulana masacre y del horroroso “genocidio” que vivíamos.

En verdad, que estas palangristas (Patricia Poleo, Marta Colomina, Marianela Salazar, Gladys Rodríguez, Ybéyise Pacheco,…) ni les iba ni les ni les venía lo que aquí pasara contra el pueblo, y con sus lágrimas de cocodrilo querían hacerse las muy sentimentales.

Cómo aturdían estas fulanas loras en sus programas, pero bueno, para que no fueran a llamar tirano al que nos gobierna, había que tragarse cuanto inventaban y cuanto maldecían.

Estas loras se hacían las suecas con el asunto de los decretos carmoneros y con el ensañamiento de la huelga indefinida con que luego se aderezaría Golpe de Estado.

Algo había quedado de la horrible cayapa mediática contra el pueblo.

Aunque lo de genocidio sonaba ridiculísimo, equivalente a exterminio sistemático de un grupo social, las loras no dejaban de inflarlo, de repetirlo y exacerbarlo hasta la suprema imbecilidad.

Y los locos comenzaban a delirar por las calles diciendo que el comunismo lo iba a matar. Y muchos de esos locos siguen repitiendo pendejadas por la calle, como los mismísimos perros de Pavlov.

¡Cuán felices se sentirían hoy todas aquellas loras, las grandes viejas o chiquitas, si en lugar de un Genocidio, lo del 11 de abril hubiese resultado un verdadero “Holocausto”!

Las televisoras privadas estaban insuflando el odio contra Chávez, y cada día desfilaban por los programas cómicos más inmundos figuras de los chavista.

Mantuvieron durante meses en la picota al presidente, a Lina Ron, a Adina Bastidas, entre otros.

La vulgaridad de estos programas nadie le podía poner control, porque estamos en democracia y en democracia lo que más debe prosperar es la mierda, sobre todo la que difunde la televisión.

Ni más ni menos.

Y claro, dentro de los planes golpistas, como vengo diciendo, lo prioritario era difundir que Chávez era asesino, y que sus manos estaban manchadas de sangre.

Doña Marta Colomina no soltaba, insisto, la de la palabrita “Genocidio”.

No quería ella que se perdieran los hechos de la “heroica” jornada del 11-A, aunque en Miraflores ella junto con Patricia Poleo, con sus voluminosos cuerpos, habían hecho cien metros planos en menos de un minuto.

En realidad la más grande y fraudulenta jornada jamás vista, en la cual engañaron a miles de personas diciéndoles que la marcha era hasta Chuao, luego criminalmente la hicieron desviar hacia Miraflores, porque el fin era dar con ese bello reguero de sangre, si no, ¿de dónde carajo iban a poder utilizar la palabra “genocidio” que ya estaba en el programa?

Cuán decepcionante hubiese sido para los líderes de esa marcha y de ese Golpe, si ese día se hubiesen tenido que regresar a Chuao, recoger esa noche sus banderas, y ese montón de generales comprometidos con el Golpe tener que mandarlos para su casa, y posteriormente encontrarse el viernes con el estrepitoso fracaso de la Huelga Indefinida.

¡Eso hubiera sido para ellos, el pajazo más grande que se le hubiera echado a medio mundo¡

El prócer Guaicaipuro Lameda avanzando hacia Miraflores (para después ser de los primeros en correr junto Molina Tamayo a las televisoras para dar el parte de guerra sobre las muertes de ese día) decía que Chávez había pedido al pueblo que se manifestara frente al palacio.

Que para allá iban con todos los hierros, y un montón de ilusos salieron a dar el frente, pero Lameda ladeó su marcha y junto con el Almirante Molina cogieron para Venevisión.

Abandonaron a las masas, y comenzaron una ronda por los distintos canales, siguiendo las órdenes de los golpistas, de que había que alterar al máximo las pasiones para después dar paso al acto de los pronunciamientos militares.

Tanto Guaicaipuro Lameda como Molina Tamayo estaban labrándose a fuerza de sudor, trote y pura lengua los cargos que dentro de poco iban a asumir en el nuevo gobierno de facto.

El mayor de los jefes imbéciles de la marcha fue el gobernador de Miranda Enrique Mendoza. Se hizo el herido para que lo pasearan en helicóptero y a la vez salirse del problema de asumir la responsabilidad de una marcha convertida en campo de batalla.

Ya hemos perdido la cuenta de las veces que este Mendoza se había desmayado.

Y lo peor fue aquel micro transmitido cien veces por Venevisión alertando que el Enriquito se encontraba moribundo, aunque poco después apareció haciendo pasarela por los canales con una curita en el cachete, sonrosado y fresco.

Cursi, coño.

A esa marcha la dejaron en cueros sus líderes, y los que la organizaron fueron tan cobardes e irresponsables que después permitieron que Carmona Estanga se las escamoteara para dar un Golpe de Estado… y coger las de Villadiego…

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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