Las elecciones presidenciales venezolanas de Octubre 2012, se inscriben dentro de una coyuntura mundial que podría ser crucial para del destino de la Humanidad. A partir de 1945 las elecciones presidenciales venezolanas estaban siempre matizadas, influidas y determinadas por los intereses y conveniencias de la potencia que era hegemónica en América Latina: el imperio Usamericano, Estados Unidos. La decadencia actual del mismo se está reflejando igualmente en la vigencia y la credibilidad de las clases políticas que le estaban subordinadas y que habían confiscado el poder en nuestros países, particularmente en Venezuela que hasta 1998 era lo más parecido a una colonia de Estados Unidos.
El agotamiento del discurso político de esas viejas clases subordinadas, dio paso a nuevas clases políticas con una ideología nacional-revolucionaria expresada en la necesaria ruptura con la ideología del capitalismo neoliberal, la cual comenzó a profundizarse en Sur América, primero como consecuencia de la Revolución Cubana y luego con la victoria de Hugo Chávez Frías y la Revolución Bolivariana en Venezuela.
Las causas de la decadencia de grandes imperios como el Romano, analizadas en distintas épocas por historiadores como Gibbon y Toynbee –entre otros- permiten inferir un proceso que se gestó a partir del siglo V de la Era, entre muchas otras causas, tanto por el vaciamiento ideológico de la clase dominante en el centro del imperio, como por la desintegración de los mecanismos de control que aquel debía mantener en su periferia para asegurar la depredación de recursos de las poblaciones dominadas. A ello se reunía –dicen los autores- la expansión en la sociedad romana de ideologías pacifistas como el cristianismo primitivo, la cual fue minando las prácticas militaristas y marciales del Imperio.
Sin pretender establecer un parangón con la actual alianza imperial usamericana-europea occidental, es factible observar cómo las elites financieras-especuladoras hegemónicas en dicha alianza abandonaron hace varias decadas las ideologías socialdemócratas y eurosocialistas sustentadas en el marxismo y el keynesianismo que habían inspirado el Estado de Bienestar, para caer el pragmatismo financierista ramplón del neoliberalismo, promulgado como dogma por los banqueros y especuladores monetarios de toda laya.
La promoción por parte de los banqueros y los burócratas neoliberales de valores vulgares como la especulación y la búsqueda insaciable del lucro como un fin en sí mismo y la pobreza del pueblo como un deber social para lograr dicho fin, dejando de lado toda consideración de justicia social, ha sometido a un régimen de pobreza generalizada a una parte importante de la población de la Comunidad Europea y de Estados Unidos.
La pobreza generalizada se manifiesta como un recorte brutal a la inversión social y la privatización de los servicios de salud, la educación, la eliminación de la seguridad social que se expresa en la reducción de los puestos de trabajo y el desempleo, reducción de las pensiones, aumento de la edad de jubilación, hambre y miseria generalizada, pérdida de la esperanza en el futuro por parte de la población, en especial los jóvenes, y aumento en el número de suicidios.
La contracción y la privatización de los servicios educativos se reflejan particularmente en el abandono, por parte de la juventud, del interés por la formación académica y científica universitaria, priorizando carreras técnicas cortas más acordes con los empleos chatarra que propone el neoliberalismo para mantener una fuerza laboral dispuesta a “competir” para recibir migajas de las inmensas fortunas acumuladas por la minoría de personas (entre 1 y 10% de la población) que domina la sociedad capitalista neoliberal.
En el interim, parte de la periferia del antiguo capitalismo central comienza a desengancharse de esa carrera hacia el desastre final, como ocurre en América Latina, China, la India e Irán, entre otros, para buscar una solución altermundista que nos salve del tsunami, social, cultural y financiero provocado la debacle del imperio, acelerando su proceso de disolución. La nacionalización del gas y el petróleo, entre otros recursos, por parte de diversos países de la periferia, ha disminuido considerablemente la renta imperial que obtenían los países capitalistas centrales gracias a la depredación de nuestros recursos, acelerando la desagregación del imperio. De allí el odio contra Chávez, Evo, Correa y ahora el de España contra Cristina, por colocar los intereses nacionales por encima de la rapacidad de las transnacionales que mantienen la hgemonía imperial.
La función de las elites subordinadas que hoy ejercen la “oposición” a Chávez, Evo, Correa y Cristina, es defender los intereses del capitalismo neoliberal. En Venezuela, su tarea es volver a colocarnos bajo el yugo neocolonial sin importar los miles de muertos y la destrucción material que ello ocasione, como ya ha ocurrido en Irak, Afghanistan y Libia y como intentan hacer también en Siria e Irán. No les interesa ni les importa la felicidad de nuestro país ni de nuestro pueblo, sino la suma de dinero que recibirán del imperio, como premio a sus servicios por alejar su colapso definitivo.
Por ello, poco les importa proponer candidatos chatarra como Capriles Radonsky, a la presidencia de la república, a la Asamblea Nacional, las gobernaciones y las alcadías. Todos ellos, a la hora del triunfo, serán desechables. Los verdaderos mandantes, los dueños del gobierno, como ha ocurrido en Grecia, Italia, Portugal y España serán burócratas impuestos, para el beneplácito de la banca y las transnacionales imperiales, por el Fondo Monetario y el Banco Mundial.
En el supuesto negado que ello ocurra, la humanidad comenzará a transitar, desde este mismo año, el camino hacia la oscuridad. Y la miseria. Si triunfan las fuerzas populares que promueven la justicia social y el amor por la humanidad como ocurrió el 13 de Abril de 2002, si en Venezuela reelegimos al Presidente Comandante Chávez como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela el 7 de Ocubre próximo, nos sobrepondremos a esa pesadilla neoliberal, y la esperanza cierta en la construcción de ese otro mundo necesario y socialista, se consolidará en América Latina y quizás, también en Europa.
¡Viviremos y venceremos!
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