POLÍTICOS O LÍDERES
Con mucha frecuencia las personas, incluidos los que tienen la delicada responsabilidad de hacer periodismo, dicen “líder político” cuando se refieren a personajes públicos reconocidos mediáticamente. Al respecto, el diccionario de la “real academia” española, al cual hay que tomar sólo como referencia, dice: Líder: “1. com. Persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora”. En ese sentido, prefiero tener mis propias definiciones apegadas a nuestra realidad. Un líder es quien dirige a un movimiento por una causa determinada, dando a ese movimiento orientaciones tan certeras que la gente lo sigue porque le conviene. Los líderes verdaderos se rifan el pellejo por su causa y sus compañeros y no los traicionan. Un ejemplo claro de líder actual es el Comandante Hugo Chávez.
Algo distinto son los políticos. Hay políticos destacados porque en determinados momentos han tenido opiniones espectaculares para bien o para mal. Existen los honestos verdaderos y los honestos mediáticos; estos últimos siempre terminan siendo desenmascarados, ya tenemos bastantes ejemplos.
También existen los que investigan concienzudamente la situación mediática y, con el conocimiento obtenido, logran permanecer en la cresta de la ola informativa, siendo representantes de causas que defienden o no defienden, pero el público sí lo cree, en virtud de su virtuosismo para manejarse con los periodistas de todas las tendencias. También hay políticos, y es bueno recalcarlo, que tienen una larga trayectoria de lucha, que han arriesgado todo por una causa y por fin obtienen un lugar en el Estado desde donde pueden hacer algo bueno en aquello por lo que han luchado. Un ejemplo indiscutible es el diputado por Yaracuy Braulio Álvarez, quien ha sido atacado a balazos varias veces y sólo está vivo porque la patria lo necesita y no lo deja morir, actuando de manera maravillosa a través de los médicos y otros trabajadores de la salud que lo han tratado cada vez que recibió un atentado. Que se ha enfrentado, junto con el movimiento campesino revolucionario venezolano, a los asesinos terrófagos, quienes jamás perdonarán que otros quieran vivir. Un líder revolucionario. Digno compañero de Hugo Chávez.
EDUARDO SAMÁN
Conozco a Eduardo Samán desde hace mucho tiempo. Nos encontrábamos en las marchas, en la radio comunitaria del Parque Central, etc. Siempre andaba ahí, donde había un movimiento chavista. Comencé con él en el SAPI casi desde el principio, lo seguí a Sencamer y luego de nuevo al SAPI. En esa última oportunidad, abandoné el empleo que tenía en Valencia y me fui a Caracas cuando lo nombraron ministro, después de ver por la TV que Chávez le daba la orden directa de transformar la legislación de propiedad intelectual. Hice antesala ante el despacho del ministro porque pensaba que ya era parte de ese movimiento. Pero ya nada era igual. La derrota estrepitosa recibida me convenció de que no es ese el camino para lograr una transformación a fondo, y el ministro estaba demasiado ocupado en otras cosas, para siquiera leer el proyecto de ley que elaboramos bajo sus órdenes.
No opinaré si Eduardo Samán es o no es capaz para ser alcalde mayor y, viviendo en Valencia, ni siquiera votaré en Caracas. La discusión que está planteada no es sobre la personalidad de este camarada, ni sobre los rumores y maniobras de la derecha con respecto a por qué el Presidente lo sacó del ministerio. No es esa la discusión que está planteada en este momento.
QUÉ NECESITAMOS PARA CONSTRUIR EL SOCIALISMO
La construcción del poder popular y qué podemos hacer al respecto sí es el tema central. La continuidad del Presidente Chávez nos dará la estabilidad necesaria para avanzar en el proceso transformador, de lo contrario aquí habría una guerra. Las alcaldías y gobernaciones son importantes, sobre todo en Caracas y en ciertos estados que todos conocen. Pero la organización del poder popular y la construcción de moléculas de socialismo, llamadas por Chávez y sus colaboradores inmediatos “injertos”, constituyen el punto central que debe ser asumido por los revolucionarios; está planteado ahora, lo estará en el momento de las elecciones y después de las mismas. Porque es de interés estratégico. Justamente tenemos que arrasar en esas elecciones para construir el socialismo.
En la actualidad las leyes revolucionarias son vanguardia, van delante del grueso del pueblo indicando cuál es el camino a seguir; pero si ese verbo no se hace carne, no habrá revolución. Lo que necesitamos para construir el socialismo no son políticos destacados, aunque ellos pueden realizar importantes aportes. Necesitamos líderes revolucionarios, no para llevarle la contraria a Chávez ni para subestimar la organización de los trabajadores, sino por el contrario, para tomar las banderas de la transformación. Chávez es el líder, con su equipo traza las líneas generales, pero es materialmente imposible que venga por sí mismo a hacer el trabajo de campo. Eso nos toca a nosotros.
Necesitamos un liderazgo de base lúcido y fuerte que, mientras otros se pelean por los puestos, electivos o no, pateen las calles en la formación de las y los compatriotas que integran los consejos comunales, muchos de los cuales están controlados por la derecha, o por compañeros que no tienen idea del poder que tienen en las manos ni de lo trascendental de su papel, y eso los hace neutralizables. Un liderazgo que realice el trabajo de hormiga, esa labor anónima que sin embargo es fundamental. Y aunque el Ministerio de Comunas y otras instituciones existen para eso, ese verbo también debe hacerse carne y, más allá del trámite burocrático y las maniobras de ciertos politiqueros que tampoco comprenden que pueden hacer la diferencia si quieren, más allá de la sagrada quincena, hagan ese trabajo de hormiga. No basta que haya un ministro, un gobernador, un alcalde revolucionario. Si el pueblo no aprovecha para organizarse y construir socialismo, habremos perdido un tiempo y una oportunidad de oro.
LA LEALTAD Y LA DISCIPLINA
Algunos camaradas han planteado también el asunto de la lealtad. La definición machista y estúpida del DRAE no es útil en este caso ni como referencia indirecta. Lealtad es la capacidad de acompañar a los camaradas verdaderos, perseverar en la lucha por la causa justa, ser solidarios con nuestra gente y nuestra causa y jamás traicionarlos.
De ninguna manera deben confundirse con la virtud suprema de la lealtad, mañas como la sumisión, la hipocresía ni la obediencia ciega. Nadie pertenece a nadie y todos pertenecemos a la Madre Tierra, a la Patria y a nuestra conciencia. Y en nuestro país no existe el “culto a la personalidad”, frase inventada por el imperialismo para descalificar la lealtad revolucionaria del pueblo chino hacia Mao Tsetung, o Mao Zedong, como escriben ahora, que los guió en un proceso revolucionario arduo y victorioso.
Hay mucho por discutir en el PSUV, pero sin hacer el juego a los movimientos subrepticios de la derecha y sin pensar que la solución es una persona. El único indispensable para este proceso es Chávez, y estoy segura de que él querría que esto continuara aún cuando él cuelgue su hamaca en El Capanaparo para descansar. No por la muerte que le desean los escuálidos, que no vendrá porque nuestro presidente es inmortal.
EL PSUV VS LA DERECHA
No estoy de acuerdo con muchas prácticas que están presentes en el PSUV, que no son más que exteriorizaciones del momento ideológico que vivimos actualmente, que no serán eternas y que cambiarán con las circunstancias. Hoy militar en el PSUV es fácil, porque estamos en un país rico y es rentable para mucha gente inscribirse allí. Pero también es una realidad que El PSUV es un punto de referencia y un punto de encuentro para todas las personas de buena voluntad que queremos el socialismo y aceptamos el liderazgo de Chávez. Y eso es sumamente importante.
Siempre se encontrarán errores en las personas, el “hombre nuevo” es un ideal por construirse, no existe aún, la revolución se está haciendo con la gente que hay. Quien quiera buscar un “hombre” perfecto no lo va a encontrar aquí ni ahora en este mundo. Todo ser humano comete errores y sobre esos errores evoluciona, y los militantes y dirigentes del PSUV no son una excepción. Es un error muy serio ignorar las opiniones de la militancia y creer que ciertos grupos (ahora llamados “equipos”) representan a la mayoría. Y es un error calárselo, callarse por no quedar mal con el “dirigente” que no dirige a nadie pero que es mafia. Que se enquista buscando privilegios personales, obstaculizando a uno y a otros, hasta que finalmente salta la talanquera. No es con cargos políticos o administrativos con lo que se va a construir una sociedad más evolucionada, sino con el trabajo de hormiga. Los cargos vendrán por añadidura para aquellos que den la talla.
La crítica a la dirigencia nacional del PSUV, cuando se hace en los mismos términos que la derecha, es una estupidez, cuando no una traición. Coincidir con el enemigo es demasiado peligroso, indica que estaríamos cayendo en sus trampas ideológicas, confundidos por los espejismos que han creado con la guerra mediática, que no es más que la antesala de lo que vendrá, por desgracia más pronto que tarde.
LA ESPERANZA DE LOS PUEBLOS
Todo proceso revolucionario victorioso es una esperanza para los pueblos que aún no lo han logrado y en ese sentido es nuestra responsabilidad mantener el nuestro, que es una luz de bengala que anuncia en lo alto del cielo que sí es posible avanzar, sólo que no se logrará con las viejas políticas y con las estrategias que el enemigo dicta. Nunca con las armas melladas del capitalismo, como dijo el Che.
Hay ideas que, cuando toman cuerpo, cambian el mundo. Y el Poder Popular organizado, como se está intentando aquí, marca la diferencia con el socialismo del siglo 20. Pero eso requiere un trabajo dedicado. Requiere confiar en que es el pueblo organizado, y no las personalidades, por más mediáticas que sean, quien puede derrotar al imperio transnacional y crear una sociedad nueva y justa, sin olvidar que el imperio nos tiene rodeados porque le temen a la revolución y codician nuestras riquezas, y tarde o temprano deberemos vencerlos definitivamente.
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