La debilidad del candidato de la derecha, a pesar del enorme apoyo norteamericano y de los medios de comunicación privados, está llevando a sus estrategas a emprender acciones que colindan con lo patético, cuando la campaña, oficialmente, aún no ha comenzado. Lo último es que ahora, dirigentes de su comando se instalan los domingos frente a las iglesias de zonas donde habita la clase media, con sus gorras tricolor y banderas amarillas, para repartir propaganda a la salida de los oficios religiosos, cual mendigos de votos, siendo particularmente ridícula una postal en la cual el candidato aparece besando a una anciana, con una figura religiosa a su espalda. Si la jerarquía eclesiástica fuera más seria debería protestar el uso de sus íconos con fines políticos, pero se trata, claro está, del candidato de la conferencia episcopal.
La imagen del nuevo beato contrasta con su prontuario y pretende borrar el recuerdo del cayapero de Rodríguez Chacín, el mismo que lideró el asedio a la embajada cubana junto a conocidos terroristas, el que desalojó a los médicos de Barrio Adentro y que ahora dice defender las misiones, para confundir a sus beneficiarios, subestimando su inteligencia. Ninguna de sus hazañas parece ser muy cristiana, pero la hipocresía de la derecha es así.
La práctica de imitar a Chávez y de mimetizarse con los sectores populares, encubre el temor de desvelarse como lo que son: defensores de su clase, de sus propiedades, de la empresa privada, de los intereses gringos, de sus privilegios que en tiempos de los adecos les permitían comprar ministerios, y en resumen, defensores de su estatus, aunque ochenta por ciento de la población estuviese hundida en la pobreza y el abandono, tal como fue el resultado de los cuarenta años de “democracia” puntofijista.
Pero la superficialidad del discurso, plagado de lugares comunes o de ideas que hace rato desarrolla el gobierno, el empleo de vocablos populares que no cuadran con los personajes, la falta de carisma de los líderes y la inconsistencia entre pensamiento y acción, hacen tan evidente su falta de autenticidad, que todos ellos parecen una caricatura o cómicos de la vieja Radio Rochela. Conscientes de sus enormes debilidades, evaden el debate con Chávez, y saben que sólo la ausencia del Presidente podría ofrecerles ciertas posibilidades de un triunfo, que significaría retorno al pasado.
Sin embargo, pareciera que la mezquindad no paga y que sus malas intenciones se regresan y les golpean como si fueran boomerangs. Hace poco criticaban el “despilfarro” de PDVSA por su apoyo a Pastor Maldonado, y el muchacho acaba de obtener un claro y merecido triunfo en España, que puso a vibrar de alegría a la gran mayoría de los venezolanos. En la medida en que sigan deseándole fracasos a quienes nos representan afuera, como nuestra orquesta Simón Bolívar o los atletas clasificados para la olimpíadas, simplemente porque gozan del apoyo gubernamental, tendremos más éxitos. Arriba la Venezuela bolivariana.
(*) Profesor UCV
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