Bueno, otro Santos tienes las riendas del poder en Colombia; según algunos historiadores son ya cuatro los de esta familia que se han hecho con la presidencia de ese país.
Eduardo Santos Montejo el tío-abuelo de Juan Manuel Santos fue un abogado y periodista, propietario del diario “El Tiempo” y que gobernó a Colombia entre 1938 y 1942. Un periodo traumático para Venezuela en el que Eleazar López Contreras cometió la infamia de firmar con el vecino país, el 5 de abril de 1941, en Cúcuta, un tratado de límites en el cual nosotros tuvimos que ceder a Colombia más de 108.000 Kilómetros cuadrados de lo había sido nuestro territorio. Un acto criminal por parte de López Contreras, digo, porque él se encontraba a 30 días de entregarle el poder a su sucesor, Isaías Medina Angarita. Lo lamentable fue que Medina Angarita lo ratificó el 21 de agosto de ese mismo año. Para esa época ya Laureano estaba muerto (había fallecido en 1936).
A raíz de la publicación del libro de Laureano Vallenilla Lanz “Cesarismo Democrático”, se produce en Colombia una gran polémica la cual, con gran indignación encabeza el tío abuelo de Juan Manuel Santos: Este ti abuelo del actual presidente de Colombia le lanza serias recriminaciones a Laureano, enfurecido por sus juicios sobre la forma como se ejerce la política en la Nueva Granada. Es interesante observar los argumentos que esgrime Laureano para refutar los de Eduardo Santos.
La tesis de Laureano es que si en Venezuela durante un siglo había imperado lo que él llamaba el Cesarismo Democrático, en Colombia imperaba el Cesarismo Teocrático.
Sostenía Laurea: “Si en Venezuela existe el caudillo, en Colombia predomina la Iglesia Católica como el más poderoso y eficaz instrumento del orden social…; y la prensa, libérrima para insultar al gobierno, no se atreverá jamás a escribir ni un solo suelto de crónica contra el cura de la más humilde apartada parroquia sin incurrir en la excomunión”.
Refiere Laureano que en la historia de Colombia todos los presidentes tenían que llevar el visto bueno de los obispos o del Nuncio de Su Santidad, porque de otro modo no podían gobernar.
Eduardo Santos indignado contra Laureano le lanzó esta ridícula frase: “El pueblo de Colombia es el más ilustrado, el más libre, el más digno de toda la América”.
Tan ilustrado pues ese país que se gasta a esa caterva de políticos que han estado sometidos a los negocios del narcotráfico y del paramilitarismo treinta años. Tan ilustrados sus gobernantes que durante más de un siglo el país ha vivido en permanente estado de sitio. Tan libre que hoy día Colombia es uno de los países en el mundo que tiene más bases norteamericanas en su territorio, y una guerra interna sin parangón en el continente. Tan libre que sin chistar y sin disparar un tiro le quitaron a todo el territorio de Panamá. Tan digno que Colombia fue el país que encabezó en la OEA la decisión de expulsar a Cuba de este organismo. Tan digno que fue de los pocos países que apoyó a Inglaterra y a Estados Unidos en la Guerra de las Malvinas.
Tan digno que es llamado en toda América Latina El Caín (el Israel) de nuestro continente.
Y paremos de hablar para no remontarnos a lo que hicieron con Bolívar y con Sucre.
Y se preguntaba Laureano: “¿Quién es el pueblo de Colombia? ¿Serán las cien familias que desde la Independencia vienen figurando en el gobierno, constituyendo las dos oligarquías que se han discutido el poder, llamándose liberales y conservadores? Todos los colombianos se envanecen diciendo que sus gobernantes han sido siempre letrados; y yo pregunto también: sus poetas, sus gramáticos, sus escritores, sus oradores insignes ¿supieron consolidar la unidad nacional?... Y sobre todo su pueblo, es decir la masa, la gran masa, ¿ha sacudido definitivamente la modorra colonial, lanzando sus exponentes a las altas esferas sociales y políticas? Que me señalen siquiera una docena de hombres surgidos de las bajas clases populares que hayan sido en Colombia Presidentes, Ministros, Diplomáticos, etc”.
Laureano sostenía la tesis de que en Colombia siempre ha imperado un régimen oligárquico, aristocrático, hermético, apoyado en el clero o cayendo en la anarquía y en la dictadura, cuando han tratado de destruirlo.
Se pregunta Laureano que en dónde carajo ha estado en Colombia la fulana democracia. Que ella nunca ha existido. Y que ningún hombre ilustre que venga de abajo jamás llegará a ser alguien en Colombia porque sencillamente no son de buenas familias.
En este sentido Venezuela es totalmente distinta de Colombia, agrega Laureano. Porque de nuestras capas bajas han surgido un gran número de escritores, médicos, abogados, ingenieros, sacerdotes eminentes, dando más lustrea a la patria que los señoritos de las buenas familias.
Y toma Laureano un texto del historiador español Mariano Torrente quien dijo que Venezuela había producido los hombres más políticos y osados, los más emprendedores y esforzados, los más viciosos e intrigantes, y los más distinguidos por el precoz desarrollo de sus facultades intelectuales. Ande Torrente: “La viveza de estos naturales compite son su voluptuosidad, el genio con la travesura, el disimulo con la audacia, el vigor da la pluma con la precisión de los conceptos, el estímulo de la gloria con la ambición de mando, y la sagacidad con la malacia”. Aunque no estemos de acuerdo con algunos tonos de sombra, hay que reconocer que nosotros los venezolanos no somos en absolutos unos copistas de las estupideces que produce Europa y estados Unidos, como sí lo han sido los sesudos neogranadinos.
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