“Cuanto más conozco a los hombres, más admiro a los perros”
Marquesa de Sévigné…
Entiendo que para el cumplimiento de la misión histórica del 7-O, por parte del comando Carabobo, la táctica, la estrategia, y la disciplina son condiciones fundamentales, para ganar esta guerra político-electoral; pero la mal llamada ‘disciplina revolucionaria’, que quieren aplicar unos ignorantes, que saben de socialismo, lo que yo se de ‘astronauta’ es inmoral e inaceptable en pleno siglo XXI. Ya que ser socialista o revolucionario no consiste en aceptarle, la obediencia ciega a unos “bolsas” que se hacen llamar jefes de la revolución.
La disciplina revolucionaria, viene a ser la aceptación voluntaria de las normas del PSUV, y esa aceptación voluntaria no puede ser condicionada, sino sobre los cimientos de una obra crítica permanente, y sobre todo bajo una libérrima discusión.
En la revolución bolivariana, cada día que pasa se cierran más los espacios de la crítica, de la crítica sobre sus propias ideas, y sobre las propias actuaciones de funcionarios burocratizados ineptos, y de una ignorancia supina, tanto en la crítica de los continuos errores en actos de gobierno, y de los principios que debe tener un militante revolucionario, de esto seguir así, el Partido estará perdiendo su propio carácter, y se convertirá en una secta de fanáticos doctrinarios.
Sólo hay que profundizar en el pasado reciente que provocó el desplome de la URSS, para que no quede ningún tipo de duda al respecto, ya que el norte esta en los orígenes.
Siempre me he esforzado, en que mis opiniones sean lo más ecuánime posible, con las demás personas trato de ser objetivamente, lo más sincero posible en mis opiniones, diciendo lo que pienso, pero procurando siempre por todo lo alto, no utilizar mi sinceridad para hacer criticas innecesarias, que causen daño, y puedan perjudicar el estado de animo de algunas camaradas. Muy al contrario a veces opto por no decir nada, pues decir lo contrario de lo que pienso seria una actitud perversa, de alta hipocresía y cinismo.
Por encima de las palabras y los conceptos, la batalla del 7-O no debe significar de manera alguna una consigna hueca, sino que implica la total comprensión hacia los ideales de un pueblo por procurar su soberanía, independencia, paz, y progreso.
Para muchos revolucionarios la batalla en la búsqueda de la tan anhelada justicia social se ha convertido para muchos de nosotros, en una recia actitud de avanzar ante la vida misma. “El que esto suscribe por ahora derrotó un cáncer que se incrustó en mi humanidad”, y lo expreso no con el animo de causar lastima, porque no creo en esa hipocresía.
Abraham Lincoln decía: “Los poderes del dinero están sobre la nación en tiempos de paz, y conspiran contra ella en tiempos de adversidad. Es más despótico que la monarquía, mas insolente que la autocracia, mas egoísta que la burocracia” Fin de la cita.
¡Hasta ahora no tengo porque arrepentirme de nada, el que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente un miserable, decía un poeta!
Históricamente en la política se ha comprobado que quien más utiliza los términos de salvar a la patria del “comunismo”, lucha a muerte contra la corrupción, la inseguridad en las calles, contra el alto costo de la vida. Son los eternos conversos de siempre, ayer en el MVR-PSUV, hoy en la MUD, y fueron los que más se llenaron los bolsillos con el vil metal, a costa del pueblo que dicen defender. Y los que están a punta de saltar si ven el barco bolivariano en peligro de naufragar.
Resulta paradójico, y hasta incomprensible como en la revolución bolivariana que pretende evolucionar hacia el desarrollo, y ser una autentica expresión de la voluntad popular, qué exista en su seno una casta de ‘lidercitos’ que sigan pontificando sobre la demagogia cuando la “mediocridad filosófica” le brota por los poros, ante la mentira, y la incapacidad manifiesta en el arte de gobernar.
La hipocresía política cuando se une al cinismo, siempre apunta hacia una complicidad manifiesta, ordenada, y sociológicamente concertada, que repercute directa o indirectamente, en una practica beneficiosa, y no benefactora hacia el común de la población.
El cinismo político viene implícito siempre, en la exaltación indiscriminada de la improbidad, de la práctica maliciosa y del doblez moral. Ocurre muchas veces que el hipócrita no alardea de su incorrección, y de su vocabulario insultante, escatológico y soez, sino que siempre tiende al ocultamiento, y a la circunspección, como cualquiera carmelita descalza cuando está al frente de los micrófonos, y las cámaras de Radio y TV.
Siempre presume mucho de que es un impostor arrogante y pendenciero; buena parte de la ciudadanía de este país, que viven al margen de los círculos clientelares del poder, el nepotismo, el trafico de influencias, el amiguismo, la falsa información privilegiada que pulula alrededor de gobernaciones, alcaldías, ministerios, e instituciones del estado venezolano etc. Son testigos del cinismo ramplón con el cual actúan.
El cinismo, la hipocresía, la desvergüenza, la desfachatez, el descaro, la impudicia, de ciertos pseudos revolucionarios lo ha convertido en ingrediente corrosivo en el accionar revolucionario, y son parte de la escuela filosófica socrática. Cuando el cinismo se junta con la corrupción. Entonces el deterioro afecta el cuerpo y el alma de la revolución bolivariana.
José Martí decía: “Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura siempre lo que un pueblo quiere”. Por eso es que hay estar siempre en política con el: Veni, Vedi, Vici con la ética, y la moral revolucionaria siempre por delante. Porque hay una frase lapidaria que reza lo siguiente: “Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas”. Fin de la cita.
Percasita11@yahoo.es