Sin embargo, déjenme decirles que hoy siento cierta empatía con Stalin, porque de verdad que maravilloso hubiese sido sus aportes para enriquecer el nuevo código, creo que se equivocó el gobierno aquí pues de seguro que Stalin hubiese convertido la pirámide jurídica de Kelsen en el octaedro de Stalin, a golpes de sabiduría, claro está con los maravillosos aportes que contribuirían a enriquecer el debate sobre códigos orgánicos, hasta que pudiera convertirse en un producto de exportación.
Nos hemos perdido una oportunidad histórica, la de poner en manos de Stalin el Código Orgánico Procesal Penal y yo sé que esto nos va a pesar toda la vida, ¡el código!…aunque Stalin también.
Además, imagínense lo que pudiera haber hecho Ricardo Sánchez o el espirituoso Nixon. El primero hubiese confundido escabino con escabiosis y Nixon desde una especie de politología del progresismo, de seguro le imprimiría algún sacrosanto artículo que juzgara de cuerpo presente y de cuerpo ausente a toda mujer policía que denuncie intento de violación.
No se puede seguir siendo tan torpe. Porque seguir equivocándonos, cuando estos buenos discípulos de las leyes y la buena política son los más idóneos a la hora de devolverle la vista a la dama ciega de la justicia, hasta me atrevería a decir que por los aportes que dejaron de hacer, el derecho en Venezuela se ha torcido un poco. Quien quita que con sus aportes la dama ciega no se dotaría de una balanza, pero digital.
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