La Rubiera, Colombia, 500 años después de Colón
El día que comience la primavera del Llano se juzgará en audiencia pública a seis hombres y a dos mujeres que dieron muerte con revólveres, hachas y garrotes a dieciséis indios cuivas, entre seis meses y cincuenta años de edad.
La matanza de La Rubiera-como se ha llamado la historia-tiene como protagonistas a seis vaqueros que nunca habían visitado una ciudad y que conocieron la luz eléctrica en la cárcel, donde nació el hijo de uno de ellos pertenecientes a una región donde se detuvo el tiempo, sólo ahora, después de cuatro años de calabozo, han comenzado a imaginarse que tal vez « el indio no es un animal » como se les inculcó desde cuando tuvieron uso de razón.
Por eso sus confesiones en el momento de ser capturados, son escuetas. En ellas se advierte el afán por atribuirse las muertes violentas de los indios y una gran naturalidad para rehacer lo sucedido una tarde de diciembre, no lejos del río Canaparo en la Orinquia colombiana.
Como contraste surge la visión de esos mismos seres hoy, cuando dicen :
« Por qué iba a pensar que era malo si a los indios aquí los ha matado el gobierno, los matan los de la ley, los mata el dueño del hato donde trabajo ¦Y bueno los mató mi padre y yo creo que mi abuelo y me dijeron que los antiguos también. Y nunca se quejó nadie » (Entrevista con el reo Luis Morín).
El siguiente es el relato de los hechos, tomado del expediente judicial de 635 folios, que reposa en el Juzgado Segundo del Penal de Villavicencio :
La mañana del 25 de diciembre la pesca no había sido abundante para Marcelino Jiménez (colombiano) y Anselmo Aguirre (venezolano) Sobre el mediodía, cuando el sol empezó a pegar fuerte, vieron , sin embargo, algo que los atrajo inmediatamente :
Aguas arriba se remontaban tres embarcaciones pequeñas ocupadas por dieciocho indígenas que venían de El Manguito :
« Matemos a estos bichos aquí mismo, camarita » le dijo Aguirre a Jiménez, pero este respondió : « Aquí no, camarita , porque se pueden escapar algunos ».
Los hombres tuvieron tiempo para hablar varios minutos y por fin acordaron buscar un escenario más adecuado. Sería el hato La Rubiera, en donde les darían abundante comida y tal vez algunos regalos.
Los indígenas accedieron e iniciaron un largo recorrido ,primero por el río y posteriormente a pie.
Aguirre y Jiménez cubrieron la travesía por tierra y llegaron la tarde del 26 al hato, donde le dijeron al caporal, Luis Enrique Morín : « Unos indios vienen a robarse la yuca y a matar a losmarranos. Hay que pasarlos a cuchillo »
Planearon la operación y reunieron a los vaqueros, Eudoro González, Celestino Rodríguez, Cupertino Sogamoso, Pedro Ramón Santana, Luis Ramón Garrido y Elio Torrealba.
Al atardecer del 27 llegaron los indios pidiendo comida y algunos de los mestizos los atendieron mientras el resto se escondía en una habitación cercana para atacar más tarde.
Losindígenas se sentaron en el piso de un corredor y esperaron pacientemente algo de comer, mientras María Elena Jiménez y María Gregoria López trabajaban en la cocina.
« La comida se les sirvió en un caldero y cuando rodearon la mesa yo fui a la habitación y di tres golpes, que era la señal convenida, y los demás salieron por la puerta y las ventanas. Yahí fue cuando los indios salieron para afuera y ahí fue que comenzamos a matarlos.
Bueno, el primero que yo maté fue un indiecito pequeño, de un machetazo. El segundo lo matamos conCarrizales, con un revólver. Al tercero lo matamos con Anselmo Aguirre : ese estaba herido y yo lo apuñalé con un cuchillo. Y la otra era una india pequeña. Le di dos tiros. También maté a otra india más zagaleta con revólver. A esa le di el balazo por la espalda » (Declaración de Luis Morín ante el juez instructor)
Cupertino Sogamosos fue el último en abandonar el escondite. Cuando salió al patio ya se había producido la desbandada «Tenía en mi mano una maceta (garrote grueso) y corrí detrás de uno que iba tirado (herido) con revólver y cuando le di con la maceta por un costado, lo acabé de matar . Al indio herido a bala lo rematé de una puñalada y lo atajé y ahí quedó muerto luego. Después corrí a una niña, como que fue una niña, y le di una puñalada en la barriga y fue a caer más adelante. Volví a la casa y más tarde volví a la ranchería donde estaba trabajando »
María Elena Jiménez y María Gregoria López se refugiaron en la cocina después de servir la comida, donde trataron de esconder a los niños que sin embargo, presenciaron toda la escena.
En el centro del patio, con el tórax entre el caldero, habían quedado dobladas dos indias, frente a las cuales cayó una tercera que trató de meterse bajo la mesa, pero chocó con Eudoro González que corría tras una presa : « Ella se me atravesó- dice González en su indagatoria- yentonces le di un machetazo en la nuca y cayó al suelo y estando en el suelo le di tres machetazos más. Cayó boca abajo. Al principio la india se quejaba porque había quedado media moribunda y ahí fue cuando le di otros tres y ya quedó muerta. Esa india tenía como ocho años de edad.
Regresé a la casa y me encontré con otra que iba saliendo por la esquina del alambre dela palizada y la alcancé también y le di un macetazo (garrotazo) por la nuca y también cayó al suelo y le di cuatro más y ahí murió. Esa no se quejó. Del primer macetazo que le di, quedóquieta. Tenía como unos dieciocho años y un vestido amarillo y calzones negros. La primera que maté cargaba guayuco. Luego me sirvieron la comida y me fui a acostar »
Solamente quedaban dos sobrevivientes encaramados en un árbol cerca de la casa , desde donde vieron la matanza de sus familiares : los indígenas Antuco y Ceballos, quienes más tarde darían la noticia en El Manguito.
Abajo estaban tendidos, destrozados y sangrantes, Ramoncito (30), Luisito (20), Cirila (50). Luisa (40), Chain (19), Doris (30), Carmelina (20), Guáfaro (15), Bengua (14), Aruse (10), Julio (8), Aidé (7), Milo (4), Alberto (3) y un niño sin nombre que estaba siendo amamantado por su madre Doris.
Sin embargo, aún se escuchaban algunos quejidos de los moribundos y « entonces Anselmo me llamó para que yo apuñalara al indio que estaba herido detrás de la casa, en la sabana frente a un alcornoque.
Entonces yo fui y vi al indio que estaba boca abajo que batuliaba por pararse y entonces yo lo apuñalié con una puñalada en la espalda sobre el pulmón izquierdo. Le enterré el cuchillo como unos cuatro dedos y entonces, el indio se volvió patas arriba y ahí muria. Ese tenía como unos veinticuatro años. Pero quiero agregar que cuando maté al indio de ocho años, como vique había quedado vivo y como se me había acabado el pertrecho , le di también un macetazo. A una india zagaleta, como de siete años de edad, la logré alcanzar porque la indiecita iba corriendo, pero le di el primero por la nuca y ahí se cayó.Luego la agarré en el suelo. Yo no sabía que era malo matar indios » (Declaración de Luis Morín)
La mañana siguiente fue tibia. Un poco antes de las siete, los hombres que habían dormido en el hato, »sin decir nada porque para que ?, » se dispusieron a retirar los cadáveres de los indígenas.
Trajeron cuatro mulas y ataron los cuerpos por parejas a las colas, y se fueron a un claro de sabana donde hicieron un arrume.
María Elena Jiménez recuerda cómo en ese momento, « cuando estábamos cargando los cadáveres, escuché que una indiecita se quejaba, pues tenía una puñalada en el pecho y entonces el compadre Helio Torrealba la acabó de matar dándole un machetazo en la cabeza, por la frente , y la indiecita se quedo quietica».
Luego, María Elena ayudó a arrastrar a otro hombre y a otra mujer. «El era ya viejo y grande. Tenía pantalón y camisa. Yo no me acuerdo del color porque estaba muy revolcado ese bicho. La mujer era una india vieja, de unos treinta y ocho años y tenía un camisón pintado, era un trapo viejito, deschilangadito ; tenía una herida de un tiro que le entró por el espinazo y lesalió por la barriga. »
«Los cadáveres fueron amarrados por las patas ; se hizo en la sabana un solo montón de indios que quedó de una altura de unmetro de alto, más o menos, y los chiquitos fueron colocados encima de todos los cadáveres. Los hombres le echaron leña encima, palma, guadua, y les regamos un galón de gasolina. Ahí duraron quemando más de un día luego les regamos huesos de vacas muertas para que no se notara. A los dieciocho días vino la ley y nos puso presos ».
A lo largo del proceso, los acusados han tenido varias entrevistas con los jueces. De ellas sobresalen algunas que extractamos del expediente en forma textual :
Juez : « No cree que matar indios es delito ? »
Sogamoso : »Yo no creí que fuera malo ya que son indios »
Juez : « Antes había matado indios ? »
Torrealba : « He matado antes indios y los enterré en el sitio llamado El Garcero »
Juez : « Que otras personas han participado en la matanza de indios ? »
Torrealba : « Rosito Arenas que vive en Mata Azul, cerca de Lorza, José Parra, Deca de
Lorza, Esteban Torrealba, mi tío»
Juez : « Es costumbre en la región matar indios ? »
González : « Antes don Tomás Jara mandaba a matar a los indios. Por eso ese día yo maté a esos indios porque sabía que el gobierno no los reclamaba ni hacía pagar el crimen que secometía »
Juez: « Que le enseñaron del indio ? »
Morín : « Pues allá los catalogan como animales salvajes ?
Juez : « Y quien se lo enseñó ? »
Morín : « Pues desde chiquito. Me enseñaron que ellos son muy distintos a nosotros »
Juez : « Por qué lo hizo ? »
Garrido : « Porque desde niño me di cuenta que todo el mundo mataba indios : la policía, el ejército y la marina, allá en el Orinoco mataban a los indios y nadie se los cobraba »
Juez : « Que piensa de los indios ? »
María Elena : » Son igual que un cristiano pero les falta lo que a uno : la civilización »
Juez : « Ajá,. Y usted cuando se civilizó ? »
María Elena : « En estos cuatro años. Aquí en la cárcel »
Definitivamente Salvador de Madariaga se centró en la realidad cuando describió así el amanecer del 12 de octubre de 1492.
« La tierra estaba quieta, viviendo su ensueño matinal como lo
habían hecho durante tantos siglos, en bendita ignorancia de lo
que significaba aquella mañana fatal que cerraba para siempre
una era de paz en los jardines de su alma. Las carabelas se iban
acercando a la costa ; quebradas, manigua, tronco de árboles
extraños, roce de alas que asustan. La isla comenzaba a
entregarse a los intrusos, todavía medio dormida, medio en
sueños. Gritó un papagayo, un puñado de hombres ligeros y
desnudos bajó corriendo hacia la arena y se quedó parado en
asombro ante las velas fantásticas. El ensueño de la isla se
había desvanecido para siempre. Había muerto una era »
En 1967 Colombia se llenó de estupor ante lo que se llamó «La matanza de la Rubiera».
La colonización progresiva, la cacería de indios (conocidas generalmente después como «Las guajibiadas»)
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