POR QUÉ YO TAMBIÉN REPLICO
Respecto al artículo de Néstor Francia “Respuesta a un falta de respeto”.
Esta réplica viene al caso porque comparto muchos de los conceptos que emitió Juan Torres Rodríguez acerca del tema de la crítica y la autocrítica y las “modas” en su artículo “Lo lamento Néstor, pero hay que decirlo”, publicado en esta semana. El aludido Sir Néstor respondió en el artículo que da origen a esta réplica, dándonos cátedra sobre cómo no debe ser nuestra reacción cuando otras personas no están de acuerdo con lo que decimos o hacemos. Relajarse y aceptar la crítica debió ser su actitud, porque una vez que pasa la ola de prepotencia conque la recibimos, así tenga que pasar mucho tiempo, luego nos damos cuenta de que, aunque fuese en parte, tenían razón, y esa pizca de razón puede ayudarnos a evolucionar. Esa es una manera en la cual hasta nuestros enemigos (mucho más los camaradas) pueden ayudarnos aún sin proponérselo.
Vi el programa de Pérez Pirela en el cual hablaba de la “moda” de la autocrítica, noté la lucha entre lo “conveniente” y lo correcto que tuvo ese camarada, y no quise escribir nada al respecto porque ya los escuálidos y los “amigos” lo fustigan bastante para que venga yo también. Pero, sin un poquitito del alma que este joven le pone a su trabajo, Su Excelencia Néstor Francia escribió “Crítica y autocrítica: más bulla que la cabuya”, un articulillo plagado de lugares comunes, coleándose tras la sombra de Pérez Pirela, en una exhibición de oportunismo cotidiano que lo que da es pena ajena. No escribí sobre eso porque me sentí interpretada por Juan Torres Rodríguez.
EL PRÍNCIPE NESTOR FRANCIA O LOS DUEÑOS DE LA REVOLUCIÓN
“Usted juzga con irrespeto y prepotencia el trabajo de los otros ¿Quién se ha creído usted qué es y cuáles son sus méritos y su obra para convertirse en juez omnipotente de los demás? Mucho menos alguien como usted, que evidentemente no es un buen lector. Pero no importa, voy a ayudarlo(...)”
Eso escribió Su Excelencia en este mismo portal, con el ego sangrante porque un “bruto” (coincide con los escuálidos en el calificativo) se atrevió a mancillar su rancio linaje de revolucionario intocable; a él, al único que comprende a Simón Rodríguez, al Presidente Chávez y a Nuestro Señor Jesucristo.
Esa es la actitud de los “dueños” de la revolución, los que viven del pasado y de un nombre que con frecuencia alimentaron a-la-sombra-de las acciones de otras personas. Esa prepotencia y ese desprecio al pueblo es uno de los peores obstáculos para que el proceso revolucionario se depure de tantas mañas de origen y de las que hemos ido adquiriendo y fabricando en el camino, porque si fuéramos perfectos seríamos Dios Omnipotente.
NO ACLARES, QUE ENTURBIAS
Su Excelencia nos concedió la gracia de publicar su sublime artículo aclarando que el camarada Juan Torres Rodríguez no había entendido el anterior por ser muy bruto; y como una respuesta personal al susodicho, gruñendo como un pitbull, plagó de insultos y descalificaciones personales lo que pudo haber sido una sustanciosa discusión ideológica, si el Príncipe hubiese descendido de sus elevados coturnos y hubiera respondido al contenido expresado por Juan Torres Rodríguez, en vez de pretender arrastrarlo por el piso.
“USTED NO ME VA A ENSEÑAR A MÍ LO QUE ES PUEBLO” podríamos decirle todos a Néstor Francia, porque aquí todos somos pueblo, hasta los que creen que no lo son, y por lo tanto las contradicciones entre nosotros no pueden resolverse a patadas sino escudriñando en nosotros mismos en busca de los errores y las actitudes burguesas que nos han infectado durante años, para combatirlos y obtener progresos en el proceso revolucionario. DE ESTO SE TRATA LA CRÍTICA Y LA AUTOCRÍTICA.
YO TAMBIÉN SOY BRUTA
Si la oligarquía nos acusa de brutos, lo cual algunos pequeñoburgueses disfrazados de leyendas de la revolución repiten como loritos, yo también soy bruta, brutísima, porque estoy de acuerdo y me siento identificada con la esencia del artículo del camarada Juan Torres Rodríguez, y porque considero que Néstor Francia debe descender de las harturas de su intocabilidad imaginaria, y considerarse un igual al camarada Juan, a todo el pueblo. Sólo entonces podrá comprenderse a sí mismo, al verse reflejado en todo el mundo.
¡Ah! Y haces malísimo el papel de brujo.
andrea.coa@gmail.com