Algunos se jactan de revolucionarios pero no se atreven a señalar a los traidores

Hasta que el Presidente no denuncie, ¿los demás deberán morir callados?

Uno puede ver las corrupciones más horribles y denunciarlas, o implorar porque se investiguen, pero si el propio Presidente jamás las ve, si nunca se las llevan y él mismo no tiempo para comprobarlas o procesarlas y por lo tanto a reaccionar, entonces esos desmanes podrán seguir multiplicándose.

Es el Presidente el único que en este terreno tiene la última y la primera palabra. Él podrá ver muchas cosas, pero hay miles que se escapan. Él no puede ver los detritus que corren por las aguas ocultas o sucias de muchos de los que administran mal los dineros del Estado.

Este es un gran defecto que presenta la revolución bolivariana, porque existen toda clase de mecanismos para que multitud de irregularidades que se cometen en la administración pública se le oculten al Presidente. Y entonces, hasta que el Comandante no las palpe ni las conozca, no se tomará una decisión para corregirlas o impedirlas.

Un ejemplo es el caso de Florencio Porras: ¿cuántas denuncias fueron hechas sobre los desastres del gobierno de Porras en su primer y segundo mandato, por Sant Roz? Se dejó que aquella aberración de administración sin control alguno creciera y causara toda clase de calamidades, y tormentos. Y se esperaba que las pruebas le llegaran al Comandante para que actuara. Se esperó y se esperó tanto, que a la final todo el mundo se resignó a la perdición total del Estado, y aún así es tal el liderazgo del Comandante que cientos de miles mantuvieron intacto el amor hacia su persona y hacia su causa.

Al Presidente se le perdona todo. Pero el que tímidamente se atreva a denunciar a los carcamanes que en los altos cargos cometen traiciones y crímenes insólitos contra el proceso, sabe que le esperan las más duras y violentas condenas. Pasará bajo las horcas caudinas de los todos los infiltrados con poder, de todos los que pueden ver en peligros sus cargos y sus negocios. Por eso es tan horriblemente odiado Sant Roz.

Los opinadores de izquierda que tienen programas a nivel nacional jamás osarían atacar de frente a tanta incuria, a tanto bandido porque saben que se exponen a la condena de esos infiltrados que tienen un poder inmenso de destrucción, de descrédito, de enlodar, calumniar y hundir al que sea en la mierda sin compasión; por lo que siempre, entonces, prefieren a que sea el Presidente quien tome la iniciativa, y quien tome el toro por los cuernos.

Vean ustedes cómo a partir de lo que el Presidente dijo el pasado lunes sobre Florencio Porras, todos los programas de radio y televisión (revolucionarios), se han desatado en multitud de denuncias contra este “centauro” que se mantenían tan bien guardadas. Pareciera que repentinamente se descubriera lo que es harto conocido por el pueblo merideño: que Florencio nunca ha sido socialista, que es un redomado traidor y que desde hace tiempo viene apostando porque la derecha se imponga en nuestro Estado.

Por estas cosas el pueblo en la provincia, sufre horriblemente el silencio y la poca atención que desde el gobierno nacional se hacen a sus clamores y protestas. Lo ha sufrido el pueblo zuliano, el merideño, el tachirense, el guariqueño, el sucrense, el monaguense, el anzoatigueño, el aragüeño, el trujillano, el cojedeño, el carabobeño...

Estuvimos cuatro años denunciando las triquiñuelas y abusos innombrables del gobierno de Marcos Díaz Orellana; la revolución fue derrotada el 7 de octubre, y la derecha amenaza con clavar sus garras sobre este abandonado y sufrido pueblo. Marcos Díaz cometió toda clase de traiciones aliándose con los ultra-derechistas del Lester y de César Pérez Vivas, y con los delincuentes de la ULA; en cuanto supo que Alexis Ramírez sería el candidato desató toda una campaña bestial de saboteo contra Chávez; a estas denuncias jamás se les hizo caso y ahí están las consecuencias y todavía a este señor se le trata con todo tipo de consideraciones, cuando lo que merece es la mayor condena pública por parte de todos los revolucionarios.

En fin, el país todo gime bajo estas torturas silenciosas, entre lágrimas, penosos desconsuelos y quejidos, soportando todavía el estilo de gobierno que heredamos de la colonia; la supervivencia todavía de los hábitos malditos que durante cuarenta años impusieron adecos y copeyanos. La gravitación bestial de las prebendas, de los negocios de partidos, del clientelismo miserable que envilece tanto a los hombres.

¿Cuántos años más en este calvario?

Yo solo les pido a los revolucionarios, que tengan las suficientes bolas para denunciar tantos desquicios sin tener que esperar a que lo haga nuestro Presidente. Yo creo que ya la revolución tiene en las regiones que mostrar criterio propio. Este estilo de gobernar tiene que llegar a su fin. Llevamos catorce años en esta abotagada práctica que a veces nos hace suspirar por una guerra frontal, como la de las guerrillas, sería mucho más honesto, contra tantas mafias, contra tantos bandidos y coños de madre. Estamos ya hartos de chapotear en el barro.


jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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