La revolución del siglo XXI en Venezuela no es la excepción, solo que el dinamismo que ella imprime, deja a la zaga, a una dirigencia que se "mueve", como en una carreta que va delante y los caballos detrás.
La actitud del Gobernador del Estado Trujillo Hugo Cabezas, independientemente de las causas que le hicieron tomar la decisión de renuncia, debiera ser emulado no solo por gobernadores, alcaldes sino también por candidatos, ministros y funcionarios cuya gestión no está cónsona con la demanda revolucionaria.
Desde sus inicios, el proceso revolucionario comenzó a exigir el cumplimiento de sus objetivos programáticos, que el dirigente llámese ministro, alcalde o gobernador debe garantizar en el tiempo estipulado: a mediano corto o largo plazo, so-pena de ser devorado por la acción revolucionaria.
Ningún proceso que se diga revolucionario puede dar vuelta atrás a la espera del cumplimiento de lo programado, por cuanto que ya no es el hombre en particular sino la revolución en general la que se expone a ser devorada por el tiempo.
Prueba de ello, el llamado del Comandante a sus ministros a reconocer autocríticamente el desconocimiento de leyes fundamentales para el proceso como la Ley Orgánica de las Comunas que da pie poder Popular y que por el contrario se desviven por una gobernación, una alcaldía o en el peor de los casos por una curul en lo más aberrante que parió la democracia representativa las "Asambleas Legislativas", vale decir el Poder Constituido.
Lo sucedido a Hugo, puede tener muchas lecturas, pero por sobre todas, la lealtad y el desprendimiento que muy pocos han sabido mostrar: el desprendimiento y la lealtad al proceso y a sus Comandantes Chávez-Rangel.
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