Como todo intelectual al servicio de la verdad y del bien común, no atiendo a mis intereses particulares si no a mi conciencia y a mi entendimiento (y a mis debilidades). Por eso observo que, en la partida del juego social que se juega en la mesa de la historia ganan siempre y desde siempre los mismos, y no precisamente los mejor dotados sino los más tramposos resueltos a acudir a la fuerza cuando, al haber traspasado la línea roja del abuso de poder y ser desenmascarados, se sienten amenazados por el pueblo...
Cuando los desahucios que han generado y generan cuantiosos beneficios, tras haber sido largamente resarcidos sus beneficiarios, a costa de cada vez más numerosas víctimas inocentes, y cuando la infelicidad se apodera de grandes masas de población, todo espíritu fáustico ha de pensar en soluciones que van a la raíz aunque resulten radicales para los defensores del sistema. Precisamente porque una de la argucias de estos cuando mayor es el griterío consiste en atacar los efectos, pero para mejor dejar intactas las causas. Soluciones que ese espíritu, al igual que el humanista ve como la única cirugía posible para extirpar el tumor que destruye el tejido social en sus capas más débiles; como el único y efectivo remedio para evitar la metástasis de ese tumor enquistado en un modelo donde sus dirigentes políticos y económicos fingen tratar de corregir la injusticia social con remiendos y placebos, meticulosamente combinados con el látigo del cómitre.
En otro tiempo, en regímenes políticos perversos por sí mismos, el pueblo llano sabía muy bien quién era su enemigo. Pero durante los años que empezaron en la mal llamada transición, los abusos de los poderosos: políticos, opulentos, directivos de bancos, medios y miembros de la justicia institucional se han revestido de solemnidad y legitimado por ley o por decreto. Así es cómo el pueblo llano ha vuelto a ser pisoteado y oprimido, y la sensación de asfixia y de impotencia seguro que ha de ser aproximadamente la misma que la que padeció en las tinieblas del Medievo. O quizá peor, pues ahora se ha conocido el bienestar perdido (es peor la ceguera del que después de haber visto no ve), el enemigo es muy poderoso pero difuso y está cínicamente mezclado con nosotros en la comedia de las urnas y de la libertad y de la justicia igual para todos...
Hay que actuar. Como los islandeses actuaron, por ejemplo. Ghandi y su pacifismo tuvieron éxito porque los enemigos de la India eran inteligentes extranjeros, pero en este país el enemigo está dentro y suple la inteligencia de la que carece, con el terrorismo legal y los permanentes engaños que ya son institución: las huelgas generales no sirven para nada...
richart.jaime@gmail.com
12 Noviembre 2012