Todo tiene su tiempo. Y para quienes en algún momento, se han distanciado de los patrones políticos por las cuales se han desvivido por siempre, ese tiempo puede ser largo, pero también infaliblemente llegadero.
Nunca Vladimir Villegas ha sido un crítico al proceso revolucionario de contumaces proporciones. Es probable inclusive que haya en los estratos socialistas de radicales posiciones, quienes puedan haber tomado críticas de mayor obstinación que las que pudo en varias oportunidades expresar Vladimir. Y aun en esos casos los impetuosos camaradas persisten en las líneas de la revolución sin abandonarla. Y eso es pragmáticamente correcto. Lo que es incorrecto es que la crítica arrastre la praxis hacia otras trincheras marginales a las vertientes de la revolución. Que es lo que parece haber pasado en el caso de Vladimir. Sin embargo, la dialéctica socialista expone una técnica de pensamiento reflexiva y ulterior para el uso de sus propugnantes. Se trata de la rectificación, de lo cual ningún socialista está excomulgado.
Las recientes declaraciones de Vladimir orientadas en la idea de que usar la salud del presidente para jalarle provecho electoral están matemáticamente enmarcadas en la posición de su hermano menor, ministro Ernesto Villegas en torno a este tema. O sea coinciden los hermanos, que a clara luz de la revolución han tenido posiciones por lo menos encontradas. Y uno se imagina, dándole a esta agradable coincidencia un donaire especulativo, la proactiva discusión que sobre esas contrariedades habrán tenido los hermanos Villegas. Porque con los hermanos Villegas ocurre algo que los une políticamente el numen que dejó en ellos el extraordinario hombre de revolución que significó en el ejemplo, la figura del padre de ambos.
Por eso es bueno que Ernesto, si así fuere, incida en las rectificaciones de Vladimir. Y si así fuere, Vladimir Villegas se estaría orientando de nuevo a las posiciones de vanguardia que la revolución le ha reservado. Y no deberá el hermano menor del ministro, si fuere así, abrigar temor alguno a ejercer su derecho a la crítica interna por muy exuberante que esta sea.
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