Para unos el tiempo es el lapso ocurrido entre dos sucesos, para otros, lo que se mide con el reloj, en el mejor de los casos, es el inexorable que actúa para bien o para mal sobre el destino de todas las personas, tanto sobre blancos como en negros; sobre pobres y ricos; aristócratas y plebeyos; intelectuales e indoctos, en general, no hay grupo humano que no esté sometido a los embates del infalible tiempo. Por fortuna, para todos, el tiempo no transcurre de la misma manera.
El tiempo de Simón fue el tiempo del huérfano, el del joven mantuano, el del tiempo dentro la milicia española, del viudo, de la infelicidad, de la tristeza, del acrisolamiento y el del forjamiento de ideas, el de la Revolución Francesa. Tiempo de Simón Rodríguez. Con el tiempo, Bolívar fue madurando al lado de un grupo de jóvenes quienes, como él, pensaban en una patria grande. Fueron tiempos de revolución, tiempos de guerras, muertes y desolación, de traiciones e independencia. Fueron tiempos de sufrimientos y de lamentable rompimientos. El tiempo del signado por la providencia no es tiempo del hombre común, es el de la inmortalidad, es el tiempo de la eternidad. Fue y es el tiempo del Libertador.
En los hombres singulares como El Libertador, sus impaciencias cotidianas no están dirigidas hacia el éxito inmediato, sus ideas y su arduo trabajo se vislumbra más allá de la esperanza de un horizonte visible. La idea de Colombia constituyó su abnegación más pura, con la perspectiva de disfrutar la voluptuosidad moral, no de los laureles del vanidoso, sino el de solazarse con la contemplación de una obra consumada en el futuro y de término seguro. Tiempo de desdichas.
Paralelo al tiempo de Bolívar existió el tiempo de los traidores, el de los hombres de miradas finitas, incapaces de columbrar más allá de sus marices. El tiempo del mezquino, el tiempo del gamonal, del caporal, del minusválido político que sólo ve en sus acciones el beneficio personal o grupal. Fueron tiempos de desgracias y oscuridad. Tiempos de Páez y Santander.
Los improvisados del tiempo, los de acción finita, quienes son encandilados con el brillo del oro de las monedas, los que se comportan como salvajes, similar a las antiguas milicias romanas, verdaderas mesnadas feroces, sólo divisan el futuro a manera personal que culminará con el fin de su existencia. Para estos incapaces el tiempo termina con su muerte, sin pensar que más allá de este imperceptible suceso la vida seguirá y su obra, se esfumará entre los goces y las burlas de seguidores hipócritas. Es el tiempo de los mezquinos sin visión de posteridad cuyo tiempo breve y miserable no contará en la historia de la humanidad. Tiempo finito sin trascendencia ni en la historia, ni en la geografía.
Veamos el tiempo de mi comandante Chávez, el tiempo de pobreza y de alegría del niño de Sabaneta. El tiempo del arañero, del monaguillo y del alegre pregonero de sus ventas por las calles polvorientas de su pueblo. Tiempo verde y clorofílico en aquellos llanos de Barinas que resaltaba la belleza del lugar. Tiempo de ilusiones, tiempo de la abuela y de la familia. Tiempo de comienzo, de palpar las penurias ajenas y de forjamiento de amistades, tiempo de preguntas sin repuestas. Tiempo de Dios, vírgenes y ángeles. Tiempo de dudas, tiempo del Silbón, de la Llorona, de misterios inexplicables que rondaban las lúgubres oscuridades de aquellos montes sombríos. Tiempo de ilusiones, tiempos de deportes, de béisbol y de música. Tiempos de recuerdos que le fraguaron su recia personalidad. Tiempo de llanero duro, del veguero entusiasta tiempo de partida. Vienen los tiempos de cadete, de Tribilín y comienza su tiempo de rebelde con una visión difusa de su actuación vinculada al futuro del país.
Durante sus estudios, el cadete Hugo Chávez descubrió que el progreso de la patria no se conseguiría con la democracia representativa. Tiempo de desigualdades, tiempos eternos de inequidades en la distribución de la riqueza petrolera. Tiempo de la Revolución Cubana. Tiempo de Fidel y del Che. Tiempo de despertar. Tiempo de amores, tiempo de padre y tiempo de familia. Tiempo de baquiano, trashumante y conocedor de Venezuela. Tiempo de Livia, Algimiro, Lovera, Jorge Rodríguez, Fabricio, tiempo de muertes heroicas. Tiempo de descubrimientos que algo se debía hacer en un futuro cercano para el beneficio de un pueblo olvidado. Tiempo de revolucionario en cierne. Tiempo de Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora. Tiempo del Samán de Güere. Tiempo del “por ahora”, de decepción, de la derrota, del presidiario y de crecimiento. Tiempo de los pobres, tiempo de los sin patria. Eran tiempos de los excluidos sin salud, sin educación y sin vivienda digna, tiempos de miserias. Tiempo para realzar y enaltecer la dignidad de los sin patria. Tiempo de excarcelación. Tiempo de luchas y de triunfos. Tiempo de revolución, tiempo de Chávez.
Tiempo del héroe epónimo, de las ideas, de las llamaradas a la razón. Tiempo de pensamientos concretos, del interés moral, del orden y la vida. Tiempo de la noble inspiración, del amor hacia su pueblo y de la acción concreta. Tiempos de epopeya al lado, de protagonistas desconocidos y sacrificados. Tiempo de la democracia participativa y protagónica. Tiempo de revolución. Es el tiempo de Chávez, el tiempo del pájaro que construye el nido bajo el imperio de una imagen que obedece a los recuerdos, de un inconsciente pasado, de un extraño presentimiento misterioso y de un porvenir próximo y seguro.
Es el tiempo del protagonista inmortal, del deseo que inspira los anhelos de grandes esfuerzos. Es el tiempo del revolucionario, del juglar, del poeta, del pintor, del cantante regio de joropo y de corrío, tiempo del declamador, el de los anhelos ingenuos, tiempo de decisión, de juventud insurrecta. Tiempo de llamados e invocación y de rechazo. Tiempos antiimperialistas, tiempo de Chávez.
Tiempo de ruptura con los lazos materiales, tiempos de revolución y de independencia. Tiempo de regreso para tomar la lumbre divina de nuestros libertadores. Tiempos de patria nueva, de una América Latina unida Tiempo de Chávez, Fidel, Raúl. Evo, Ortega, Correa, Néstor y Cristina, y de democracia participativa y protagónica. Tiempos de gloria. Tiempo del Alba, Mercosur y de la patria grande.
Mientras que para los patriotas el tiempo es de la batalla defensiva, para otros es tiempo de la traición, de sumisión, de la impunidad, de los apátridas buscadores de beneficios personales, de riquezas, de miradas finitas lejos de la inmortalidad, Tiempo de venganzas, de odios pequeños y envidias arteras, de golpes de estados, de huelgas petroleras y de enanos políticos. Tiempo de miserables, tiempo de la Coordinadora Democrática, de los MUDos y de incondicionales de la necrofilia. Tiempo de naderías y de estulticias.
Tiempos duros de enfrentamientos, de elecciones, de referendos, de votos a granel, de triunfos reiterados, de amor, de esperanzas, de luchas por nuestra independencia. Tiempos de libertad, de refundación y consolidación de la patria. Tiempo de Chávez, del fin de la oligarquía y tiempo de socialismo.
Tiempo de brillo, tiempo de glorias, de inmortalidad, de trabajo, de nobles sacrificios, de angustias, de enfermedad, de sufrimientos, de dolor, de pueblo apesadumbrado, de esperanza, de resurgimiento de un hombre sacrificado que brilla como Aldebarán y Sirio sobre el firmamento de América. Tiempo de vida, de amor y de sanación. Tiempo de dignificación de los olvidados, de misiones y de logros. Tiempo de amor de pueblo. Tiempo de ardimiento y de independencia, tiempo de una América unida, de inmortalidad, sabiduría, infinitud, trabajo, unidad, tiempo de pueblo y de trascendencia en la historia y geografía, tiempo de perpetuidad. Es el tiempo de Chávez. Larga vida a mi comandante Hugo.
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