Que dirigentes de Primero Justicia sean corruptos no es una sorpresa, sobre todo cuando sabemos con el dinero de quién se formó ese partido… árbol que nace torcido… Primero Justicia es un Neo Copei heredero de la no política, de la marramucia, de las malas mañas de aquel casi extinto partido de “gente bien”.
Verlos en la Asamblea Nacional disfrazando su nerviosismo de arrogancia, de dedo que te señala, de ¡y tú, y tú!, me hizo regresar a mi infancia de colegio caro, de niños que todos los podían porque sus papis tenían poder, los días del “me da la perra gana”, aquellos tiempos de culpables yo no fui.
No hubo sorpresas, así son los chicos nice. Yo quería más, quiero más, porque si se trata de enfrentar a la corrupción, dimos apenas un golpecito tímido y tibio en una lucha inmensa que tiene que ser definitiva. Es que la corrupción no solo germina en terreno opositor.
Uno lo ve cada día, el tipo que hace un año no tenía dónde caerse muerto y que hoy pasa picando cauchos frente a tu casa con una camionetota, o te lo encuentras en la panadería, con su camisa de tal institución, vociferando detalles de su último viaje a París: -“Baratísimo, chamo, un paquete de diez días, con Euro Disney y todo, por solo cincuenta palos.”- Y la cuarentona que ayer envejecía desgreñada y que, desde que le cuelga un carnet en el cuello, parece haber encontrado una fuente de la juventud que, además de Botox, siliconas y rinoplastia, viene con sobredosis de joyas, carteras, zapatos y ropa de marcas chic y no tanto, pero, en todo caso, carísimo todo.
Todos los vemos con impotencia porque, a la hora de denunciar, necesitamos pruebas a las que difícilmente tengamos acceso la gente común, es que no sabemos cómo buscar en esos laberintos de ocultamiento que no ocultan la opulencia delatora pero si las pruebas que exigiría un tribunal. Uno solo tiene acceso a la picada de cauchos millonarios que levantan polvaredas de indignación, al Euro-cuento de la panadería y al mareo que produce el exceso de perfume con el que nos golpea el impúdico nuevo-riquismo de Escarlatina Rojas Bermellón.
Creo que la corrupción es nuestra peor enemiga, es la traición más traidora, es la mamá de la ineficiencia, es el retraso, la piedra de tranca, el hastío; un indeseable cordón umbilical que nos ata un pasado que repudiamos; es un mal de siglos al que no debemos cederle ni un solo minuto más.
Frente a ese enemigo, no vale la miopía selectiva que se vuelve ceguera cuando toca vernos a nosotros mismos. Ya que decidimos pisarle el callo al monstruo, hagamos la tarea completa, miremos con valentía hacia adentro y reconozcamos que el monstruo también vive ahí. Ya lo dijo mi Presi, tenemos que librar esa batalla. Sé que no es cosa sencilla, pero ya que empezamos, empecemos, pues, de verdad, verdad.
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