Veo que la situación en el país se ha concentrado netamente en la campaña electoral presidencial de la cual nadie niega su trascendencia para el proceso revolucionario venezolano, pero hay un detalle no menos importante que es pertinente tener a la vista y mantener siempre en el tapete: la integridad física de Nicolás Maduro.
No sé cuántas versiones señalan que Chávez fue asesinado y pese a que de momento no son más que hipótesis, muchos de corazón sentimos que es una verdad del tamaño del Puente sobre el Lago de Maracaibo; además esa percepción no es un exabrupto si tomamos en cuenta que se sospecha del imperio norteamericano, un enemigo a quien no se le arruga el corazón ni al frente de un niño macilento, famélico e indefenso. Igual abre fuego y lo borra de la faz de la tierra con el argumento de que era un barril de armas biológicas.
Maduro casi convencido de que a Chávez lo mataron dijo que invitará a los mejores científicos del mundo para investigar la enfermedad que podría haber provocado la muerte de ese gigante de la historia, pero mientras se hace la averiguación y nos llenamos de impotencia pensando y repensando que le inocularían el cáncer, quién descarta que ya esos mismos asesinos –si es que fue un magnicidio- podrían tener en la mira al próximo Presidente de Venezuela.
Todo indica que el imperio sabe – y no tiene razones para pensar lo contrario- que con Maduro debe enfrentar la misma línea del Comandante Supremo. Y si tuvieron alguna duda al principio, se disiparon cuando el Presidente encargado dijo públicamente que tenía casi la certeza de que el cáncer de Chávez se lo provocaron los enemigos históricos del proceso revolucionario. Luego expulsaron a Devlin Costal y a David del Mónaco, funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en el país, que contactaban a militares venezolanos para encaminarlos a desestabilizar. Poco después Barack Obama hizo lo mismo con Orlando Montañez Olivares, segundo secretario de la Embajada de Venezuela en Washington, y Víctor Camacaro Mata, funcionario del consulado en Nueva York.
En otro episodio diplomático, el ministro de Relaciones Exteriores, Elías Jaua, dijo que por el momento quedaba suspendido un canal de comunicación que se mantenía con Estados Unidos a través de la OEA, al condenar unas declaraciones injerencistas de la secretaria de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, en las que la funcionaria pidió unas elecciones libres y transparentes en los comicios del 14 de abril, para llenar el vacío dejado por la muerte de Chávez
No es descabellado, en consecuencia, pensar que los enemigos podrían haber determinado eliminar este otro obstáculo como lo debe ser ya para ellos el Presidente del futuro, del amor, de la paz y del proceso bolivariano, para quien nuestro líder eterno pidió al pueblo todo su apoyo incondicional.
Antes, esta oposición venezolana liderada por los gringos intentó la estrategia de hacer entrar en pugna a Nicolás Maduro y a Diosdado Cabello, para dividir el Psuv y sepultar la revolución, pero les falló, sin embargo, no cabe duda de que continuarán ingeniándose tretas y bajezas peores como sólo ellos saben hacerlo.
Entre tanto, contrario a esas perversas intenciones de los enemigos, los chavistas lo que vemos es a un Presidente y candidato blindado, impenetrable y a un huracán de gente que no deja de visitar los restos del Comandante Supremo en el Cuartel de la Montaña, y profesar a los cuatro vientos su apoyo a Nicolás Maduro, quien tiene el objetivo ineludible, firme, pleno, como luna llena, irrevocable, absoluto, total, de cumplir con el legado de Chávez.
Maduro encima de la seguridad propia de un mandatario nacional debe activar mecanismos tendentes a evitar correr la misma suerte de nuestro máximo líder. Más él que dice tener la intuición de que a Chávez lo envenenaron fuerzas oscuras.
Hombre prevenido vale por dos, aunque el enemigo sea el imperio norteamericano
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