Solo se lleva luto por el que nunca se dejó amar, pues, se muere, cuando no se es amado.
Qué luto podríamos llevar por la ausencia física del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, si recordásemos con claridad aquel 11 de abril del año 2002, cuando en pleno golpe de estado, ya en poder del enemigo y en medio de la algarabía de seguidores, el comandante Chávez dijo: “¡Y es que no nos hemos ido…!”. ¿Quién podría llevar luto en su corazón por el que jamás se fue?
Ah!, pero, si podríamos llevar luto en el alma si obviáramos las enseñanzas que con vocación ejemplarizante nos impartió el gigante Chávez. Llevaríamos luto hasta en la forma de caminar, si nos hacemos la vista gorda frente a nuestros más elementales deberes.
Eternamente vestiríamos de luto, si las herramientas que nos legó el comandante Chávez no le damos el uso adecuado, sin mezquindad y en pro de toda sana aspiración, enrumbada por el camino correcto y en santa paz.
Un manto de luto cubriría a nuestros ojos, si no logramos comprender en profundidad el verdadero significado de justicia social, que de forma didáctica nos hablaba el comandante Chávez; al que poco le importó, cuan pedregoso e infecundo era el terreno para sembrar el árbol de cuyos frutos comemos hoy, solo le bastó un pedazo de tierra que lo sostuviera, de lo demás se encargó el Comandante. Hasta el momento ese árbol ha soportado grandes vientos huracanados, ya que su descomunal fuerza radica en sus raíces, asidero del pensamiento profundo.
Ahora nos toca a nosotros sembrar 10 millones de árboles, también de jugosos frutos, para tonificar el corazón de la Patria. ¡Vamos pues a la carga, sin luto y con el comandante Chávez!, con humildad, y sin estereotipos burgueses, vamos a reforzar la alianza y la unidad, clamor del comandante Chávez.
Impecable debe ser nuestro lenguaje, y a su vez demoledora nuestra moral frente a las malévolas tentaciones, de lo contrario hasta el mismo cielo se enlutaría, si no lanzamos a tiempo en la papelera cualquier vestigio de basura mental, que en un momento de flaqueza humana pudiese enmohecer de ciega avaricia al poder supremo y popular que se nos confiere, producto de una sagrada herencia.
Solo la derrota se viste de luto. Si todos somos Chávez, si todos queremos ser como Chávez, aún unidos haríamos una pésima emulación empañada de negro luto, si nos fallara la sabiduría y el coraje, para defender a capa y espada junto a nuestros líderes al proceso revolucionario que hoy vive Venezuela, si no transitamos con estoicismo y honestidad la senda que recorrió el gigante Chávez.
Ese gigante que es fragancia única, hoy se pierde de vista, no en afiches, ni en consignas, ni en pancartas, sino en palabra viva y acción, en amor puro, que es el principio de todo principio sin final.
julio.cesar.carrillo@hotmail.com