Culminó el jueves 11 de abril la campaña electoral presidencial más corta de nuestra historia política, apenas un mes para un evento trascendental, así lo establece la Constitución Bolivariana ante el hecho sobrevenido que en este caso fue la triste partida de nuestro amado y entrañable camarada, el comandante/presidente Hugo Rafael Chávez Frías quien fue –paradojas de la vida– el que propuso ese artículo.
Debemos analizar lo más profundamente esta campaña que, en rigor y sin nadie proponérselo, comienza, a nuestro juicio, el 6 de marzo, es decir, al día siguiente del fallecimiento de nuestro líder y la descomunal marcha de 10 a 12 kilómetros desde el Hospital Militar en San Martín a la Academia Militar en Fuerte Tiuna llevando el féretro con los restos del comandante. Un mar de pueblo se dijo entonces y el término no fue exagerado. La más espontánea y masiva de las manifestaciones populares que congregó a millones de venezolanos y venezolanas. La fuerza de aquella masa impactó e impresionó a todo el país, muchos no la esperaban aquella gigantesca demostración de amor por el líder fallecido.
Pero no concluyó allí. Durante 10 días, interminables colas donde los seguidores de Chávez por millones quisieron darle su último adiós al jefe de la revolución bolivariana y socialista. Nunca como en esos momentos hubo más dolor en un pueblo y esa inmensa masa era a su vez la esperanza de que no se perdiera la Revolución. Más allá del agudo e intenso dolor estaba el compromiso con el ideario del jefe revolucionario y con la Patria y ese adiós de uno o dos segundos implicaba el compromiso hacia la revolución, la continuidad del proceso de cambios estructurales, la defensa de las conquistas alcanzadas.
Estaban aún vivas las honras fúnebres al comandante Chávez cuando el CNE anuncia, el 10 de marzo, la decisión de ir a un nuevo proceso electoral de un mes de duración para elegir al nuevo presidente de la República. Esa decisión del Poder Electoral se conectaba con el sentir político de aquel pueblo que hacía colas de 20, 15, 10 horas para despedirse de Chávez. Estaba claro el chavismo que era preciso aprestarse a una campaña electoral corta, de grandes y masivas movilizaciones que fortalecieran la imagen del hijo de Chávez, Nicolás Maduro, propuesto por el Presidente el 8 de diciembre de 2012 como candidato a sucederlo.
En el marco de ese dolor, esa esperanza y la férrea decisión de defender la Revolución Bolivariana y Socialista el pueblo chavista se integró a la campaña organizada por el Psuv, el GPP y los movimientos sociales para fortalecer e impulsar la candidatura del camarada Nicolás Maduro que fue a ese proceso bajo la sombra y el apoyo de Hugo Chávez, el gran convocante. 30 concentraciones de masas realmente gigantescas en todos los estados de la República, en algunos hasta dos (caso del Zulia, Caracas, Miranda) donde el pueblo se integró con amor, con pasión, con enorme creatividad e imaginación con sus silbidos, bigotes, obras plásticas, sus aves, es decir, la frescura de una revolución joven.
NICOLÁS MADURO EL NUEVOP LÍDER Y LAS PROPUESTAS PROGRAMÁTICAS
La campaña intensa, agotadora, extenuante pero emocionante nos mostró a un candidato desconocido como tal, es decir, lo conocemos como constituyente hacedor de la Constitución Bolivariana, como diputado y presidente del Parlamento donde demostró sus dotes de orador, de tribuno, de hábil político; después como Canciller de la República, mano derecha del comandante Chávez en el desarrollo de la compleja arquitectura de la política exterior venezolana, de su geo política de unidad latinoamericana y caribeña y de todo el Sur universal con aquella impresionante consigna: nuestro Norte es el Sur.
Nicolás siempre al lado del comandante que era la figura fundamental, principal de la Revolución, y, sobre todo, su gran maestro quién lo modeló políticamente –al igual que a la mayoría de los líderes de la revolución, el primer anillo de la vanguardia revolucionaria–. Así como Nicolás tuvo su escuela política en la lucha social en los barrios de Caracas, en la militancia en la izquierda, en la desaparecida Liga Socialista, –que fundó el mártir de la Revolución Jorge Rodríguez–, en la lucha sindical con los trabajadores del Metro.
Esa escuela, al lado del estudio de la teoría marxista, del pensamiento revolucionario, del pensamiento de Bolívar y de los próceres, fue fundamental y así lo entendió el comandante Chávez que lo llevó de la mano en el complejo mundo de la política revolucionaria desde el Gobierno y apreció en él especiales cualidades humanas, particulares dotes políticas y de organizador, capacidad de liderazgo y de futuro estadista, por eso aquella afirmación: “Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que (…) ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.
Elegido presidente encargado de la República, de hecho como Vicepresidente tuvo funciones de presidente y enormes responsabilidades y siguiendo la línea trazada por el comandante fue postulado como candidato presidencial y donde se presentó como un hombre sencillo, humilde, sin pretensiones ni ambiciones pero con una gran claridad política en los objetivos estratégicos de la revolución. Como no es un producto mercantil no vendió su imagen electoral como lo hizo el candidato derechista, presentó desde un principio el programa político, el que elaboró el comandante y fue aprobado en las pasadas elecciones del 7 de octubre. De ese programa sacó líneas fundamentales: lucha contra la violencia y la criminalidad y un llamado a los jóvenes delincuentes a integrarse a la sociedad revolucionaria. Pero al lado de esto la represión al delito en todas sus formas.
Levantó las banderas redentoras de la liberación nacional. Venezuela será en pocos años una potencia económica, industrial, tecnológica, agrícola. Reivindicó el socialismo.
Un elemento constante del discurso de Nicolás fue la diferenciación clasista de su candidatura. Él representa a los trabajadores, a los sectores humildes, a los pobres, a un sector de la clase media. El otro candidato representa a la burguesía, a la oligarquía, al imperialismo. Es un candidato anti patria, entreguista, enemigo del pueblo.
Finalmente culminó este 10 de abril una agotadora campaña con un mega acto político donde participaron millones de personas. Al final de la jornada tenemos un candidato presidencial de altos quilates que forma parte del liderazgo colectivo, de ese primer anillo de la Revolución.
(humbertocaracola@gmail.com) (@hgcaracola)