Algunos dicen que el golpe de Estado sigue montado. Se remiten al discurso de una derecha que insiste en desconocer la decisión soberana del pueblo venezolano, expresada en los centros de votación el pasado 14 de abril. En el marco de la diatriba post electoral, de manera equivocada sectores políticos han dicho que el candidato perdedor desconoce al CNE e intenta imponer un manto de ilegitimidad a los resultados electorales. Pero se trata de un asunto de simples interpretaciones. A nuestro parecer, cuando el candidato perdedor decide mantener su conducta intransigente, por mero despecho de derrotado, no está desconociendo al órgano rector en materia electoral, está desconociendo directa e irreductiblemente al pueblo. De eso yo no tengo dudas. Su estrategia de invisibilización persiste.
En su mundo disociado las mayorías no existen, sólo cuentan los retorcidos círculos que les siguen. En ese mundo al revés los muertos sólo importan si no son chavistas, porque si por alguna razón, tienen el alma roja, simplemente no existen. Niegan, esconden, desvirtúan, trastocan realidades para acomodar a su antojo mentiras que se creen y salen a defender como verdades con las cacerolas, la violencia y la amargura.
Piden auditoría y luego reculan. Gritan que impugnarán y se dan su bomba. No tienen argumentos pero tienen los medios y hacen su show. En fin, una historia sin fin, sin fundamentos, sin futuro, pero con los mismos actores y los espacios de siempre. ¿Cuál es la intención? ¿Sigue vigente el Golpe de Estado? ¿O se trata apenas de la única estrategia política que se les ocurre para sobrevivir? Varias preguntas, varias respuestas.
Existe un clamor popular que pide justicia. Pero más allá del clamor, la justicia es una necesidad política. A la agenda de odio, conspiración y sobresaltos de la derecha hay que ponerle coto. Hay que ser astutos y precisos, pero, definitivamente, urge hacer algo. Decía José Martí, filósofo, político, humanista y sabio: “En la justicia no cabe la demora y el que dilata su cumplimiento la vuelve contra sí”. Sabia reflexión, oportuna y necesaria, no dilatemos los actos de justicia porque la realidad podría volverse contraria a nosotros.
No se trata de negarnos a la convocatoria a la paz, ni a la convivencia, no se trata tampoco de buscar “chivos expiatorios” para salir de la coyuntura. Se trata eso sí de ratificar y demostrar con hechos que con la derecha no se negocia, no hay concesión ni acuerdo posible. El que tenga responsabilidad que pague. Los hechos son públicos y notorios, pues tal como lo hicieron el 11 y 12 de abril de 2002, los espacios predilectos del fascismo fueron los medios de comunicación. Lo escrito, escrito está y lo dicho solo resta buscarlo en YouTube, en estos tiempos de las comunicaciones instantáneas, nada pasa desapercibido.
Se han usado las redes sociales para soliviantar a un colectivo. Se han empleado para enfrentar hermanos. Se han abanderado como trincheras para el odio. En este sentido, también debe haber una sanción ejemplarizante o perderemos una gran oportunidad. Hemos demostrado habilidades para abordar esos espacios con las mismas fortalezas que ellos y hasta con mayor ímpetu porque a nosotros nos guía el honor, mientras a ellos los orienta la vileza y pesar del control que ejercen sobre redes y plataformas, nos metimos en sus cuevas y hacemos revolución en sus propios espacios.
Los golpes en la AN son un mensaje inequívoco. La guarimba parlamentaria es expresión del Golpe mediático continuado. Necesitaban invisibilizar a los 8 muertos nuestros, hombres y mujeres que perdieron la vida producto del odio que generó el discurso violento de Capriles y los cambiaron por un vulgar reality show donde el tema central es cuántos pelos faltan en las cejas de Borges y la nueva operación de nariz de Maricori. Los golpes a nuestras diputadas y diputados tampoco importan, total, los chavistas somos invisibles.
Maduro está en la calle, gobernando con el pueblo, pero la agenda golpista persiste, así que todas y todos debemos permanecer en estado de alerta suprema. La derecha quiere destruir, nosotros debemos enfrentarlos y a la par, seguir gobernando. Doble tarea, doble recompensa. Viviremos para seguir venciendo, pero es el momento de las decisiones determinantes o como decía Martí, “en la justicia no cabe la demora y el que dilata su cumplimiento la vuelve contra sí”. Es ahora o nunca.
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