Aquí nací y a pesar del tránsito necesario por otras tierras, por esas razones propias de una vida en frecuente movimiento formador, aquí retorné para quedarme. En esta Ciudad Bolívar histórica, patrimonial, pacífica, calurosa y de río me siento más humana, me identifico, me reconozco y encuentro sin esfuerzo a la mayoría de los míos. Quiero a Ciudad Bolívar sin hipocresía. No dudo que así la quiera la mayoría, pero sin lugar a dudas hay fariseos que se escudan en la etiqueta de “bolivarenses” para criticar, lloriquear y no hacer nada por esta tierra noble, prodigiosa y que espera tanto de todas y todos, indiferentemente de la trinchera, el color político, el credo, la raza o nuestra condición socioeconómica. Todos y todas podemos hacer mucho por Ciudad Bolívar, partiendo desde nuestro comportamiento de hogar, hasta un esfuerzo colectivo por algo tan simple como la atención y cuido de nuestros espacios.
Hay quienes lo hacen, sin lugar a dudas y por ello han sido reconocidos como patrimonios nuestros, sin mayor premio que el estímulo y el respeto del vecino. Tomás Antonio León es un ejemplo cercano; Angélica Martínez fue otro ícono a pesar de no haber nacido aquí; Américo Fernández; Alí Luces; Neptalí Hurtado; Gustavo Basanta y otros que en cada espacio, se han esforzado por dejar una huella imborrable, donde destaca como hilo conductor, un profundo amor, irreverencia creadora, personalidad y, sobre manera, compromiso por Ciudad Bolívar.
Ciudad Bolívar, capital de estado, orgullosa y gentil, ciudad sensual, gran capital, así la definen poetas y cantores. Para mí, Ciudad Bolívar es, sin simplezas, mi hogar. Como tal la defiendo, la cuido y deseo con optimismo verla salir adelante con un desarrollo que se parezca a ella y que respete el gentilicio de quienes en ella y para ella vivimos. A los politiqueros con etiqueta “bolivarense” que han pasado por aquí sin hacer nada por la ciudad y que por el contrario son responsables directos del triste deterioro de algunas de sus áreas más simbólicas como el Paseo Orinoco, la historia les pasará factura. A través de estas líneas que escribí con innegable sensibilidad bolivarense, en el marco del aniversario de una ciudad que se niega a languidecer, quiero felicitar el esfuerzo voluntario de quienes se han volcado a mejorar con su propio esfuerzo, brocha y escoba en mano, las condiciones del Paseo Orinoco. La iniciativa, motorizada por la gobernación del estado fue el estímulo que esperaban cientos de bolivarenses sin etiqueta, quienes asumieron con protagonismo su aporte para embellecer uno de los espacios predilectos de la capital cumpleañera. La desidia, la flojera y la demagogia política local convirtieron el Paseo Orinoco de Ciudad Bolívar en tierra de nadie. Hoy esos voluntarios, junto al gobierno regional bolivariano y socialista, rescataron nuestro patrimonio paisajístico y familiar. Vamos todos y todas con nuestras familias, al Paseo a felicitar, con nuestra presencia, el esfuerzo de esos héroes anónimos que hicieron en tiempo récord, lo que un alcalde no quiso hacer en casi 4 años.
Con la misma dulzura de siempre veo a Ciudad Bolívar, como dice la canción, como una “sublime capital”. Esa ciudad sublime tiene en la propuesta Panamericana una oportunidad estelar. No dejemos que la mala intención de los pesimistas por vocación, nos trastoque esa opción. Quienes atacan la iniciativa Panamericana son presa de la envidia y la mezquindad, son mediocres por naturaleza y para más señas, flojos incapaces que apuestan por la paralización y atraso como mecanismos de dominación de espacios que consideran suyos. Pero esta ciudad, es de todos. Es nuestro hogar. Seamos panamericanos con convicción para apuntalar el sueño de una Ciudad Bolívar distinta con miras a sus 250 años. Estos 249 años los vamos a conmemorar con el optimismo de lo que está por venir. ¡Viva Ciudad Bolívar viva! ¡Viva Ciudad Bolívar Panamericana! Se lo imaginan?
